Andrés Hoyos: La voz de Sergio ante el espejo
A primera vista, Sergio Fajardo es un hombre afable, tolerante y tranquilo, lo que no quiere decir transigente. En realidad, cuando debe consultar sobre temas de fondo, se sospecha con fundamento que solo le pone atención a una persona: el hombre que le sale al espejo por las mañanas. Sus amigos, cercanos o no tanto, víctimas de una exagerada autoestima solemos ofrecerle opiniones, alternativas, programas, explicaciones, y él parece poner mucha atención. Después va y hace lo que le viene en gana.
Su partido Compromiso Ciudadano, fundado en 1999, nunca llevó P mayúscula, ni tuvo una bancada fuerte en ninguna corporación pública. Pese a que Sergio perteneció al Partido Verde entre 2009 y 2011, no dio a fondo la lucha por apropiarse de esa bandera. Ahora tiene una coalición con Jorge Enrique Robledo a la que llaman Dignidad & Compromiso, la cual tampoco parece una organización con vocación de verdadera permanencia, aunque personería jurídica sí tiene. Se menciona, yo creo que con acierto, la necesidad de conformar listas conjuntas entre Dignidad & Compromiso y el Nuevo Liberalismo para el Senado y la Cámara. Ambos ganarían.
Por lo anterior, se puede asegurar que Sergio es cualquier cosa menos un político tradicional. Para él lo esencial es la forma de hacer política, no los programas concretos per se, que ya se irán viendo. Su premisa central es que se debe ejercer la función pública sin trampas y sin corrupción. Eso está muy claro. Lo que está menos claro es la concreción de esa labor, o sea, qué quiere lograr en concreto con su política sin trampas. De ahí vienen las acusaciones de indefinición, no sé si las de presunta tibieza.
Es casi obligatorio que Sergio participe en unas primarias, donde se mida, por ejemplo, contra Juan Manuel Galán, Claudia López y Juan Daniel Oviedo, para mencionar apenas a algunos candidatos potenciales de centro. Excluyo a Vicky Dávila y a Gustavo Bolívar, quienes no son de centro. Humberto de la Calle, otra personalidad atractiva, está quizá demasiado mayor para participar en estos bretes. En fin, si Fajardo opta por saltarse las primarias, se podría llevar la desagradable sorpresa de que le surgiera un competidor muy fuerte y bien financiado.
Claro que hay varias cosas claras sobre lo que haría Fajardo si lo eligen presidente: reversar las peores metidas de pata de Petro y una que otra de sus antecesores, como la fallida estatización de la salud pública. Equilibraría las finanzas públicas y sacaría a muchos indeseables, a veces malandros y malandras, que este gobierno ha colocado en puestos clave. Para el efecto podría recurrir a la modificación de las reglamentaciones de las leyes o quizá expediría órdenes ejecutivas. Sergio le metería julepe a la educación pública, sin suprimir la privada. Nadie puede extrañarse de esto, ya que la educación ha sido central en sus campañas. Ha sido profesor en varias instituciones. Lo que algunos dirían es que la educación no basta.
Aunque muchos aspiran a dejar su marca en la Constitución, yo al menos tengo la impresión de que para Sergio la actual sirve como está y no es la mejor de las ideas gastar capital político en reformarla. Parece que en su opinión la gran mayoría de las reglas del juego se deben seguir. Supongo que tal vez una que otra deba ser alterada. ¿Por qué los políticos quieren siempre cambiar las reglas del juego, por ejemplo, los Petro, los Uribe y los Santos del paseo? Por narcisismo. Pues bien, bajo una presidencia de cuatro años de Sergio Fajardo, uno no volvería a oír la lora de una presunta Constituyente. Yo, la verdad, me alegraría de ello.
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