Andrés Reynaldo: El sonido del paisaje
Desmond Boylan AP
No es un enigma, sino un rompecabezas. Hay que empezar por los bordes. Luego, las piezas encajan en las piezas. Tal es el caso de los ataques acústicos contra los diplomáticos estadounidenses y canadienses en La Habana. Probablemente, hay piezas que se pierdan para siempre en el cajón de trucos de la dictadura. Pero un paisaje con un hueco no deja de ser un paisaje.
Un reciente reportaje de ProPublica nos permite percibir, al menos, la dimensión del hueco. Por primera vez, surge una cronología comprensible de los ataques, acompañada de algunas revelaciones.
▪ Los ataques comienzan en torno al Día de Acción de Gracias del 2016. Del reportaje se desprende que muchas de las víctimas no tuvieron contacto entre sí hasta ya avanzadas las investigaciones médicas y de inteligencia. Esto va en contra de la teoría de un caso de histeria colectiva.
▪ Más de 40 estadounidenses y canadienses, entre diplomáticos y familiares, necesitaron atención médica. De estos, 22 estadounidenses y ocho canadienses fueron diagnosticados con una amplia gama de síntomas parecidos a los de una conmoción cerebral, incluida la pérdida de la audición.
▪ Especialistas independientes en medicina, biología y tecnología rechazaron la versión cubana de que los trastornos se debían al canto de las cigarras.
▪ Varios incidentes arrojan que los sonidos tenían objetivos precisos, principalmente agentes de inteligencia con cobertura diplomática. Por muestra, en abril del 2017 un diplomático estadounidense y un médico de la Universidad de Miami fueron atacados en sus respectivas habitaciones del Hotel Capri. Aparentemente, el sonido no fue escuchado en habitaciones vecinas. Sólo las autoridades cubanas y estadounidenses tenían conocimiento de la estadía del médico.
▪ El embajador de Estados Unidos, Jeffrey DeLaurentis, trató de mantener la crisis en un bajo perfil. Discreto a más no poder, llegó a pedir al personal de la embajada que no se avisara del peligro a sus familiares. A pesar del peligro.
▪ El secretario de Estado, Rex Tillerson, fue mantenido ajeno a la situación hasta después del 17 de febrero del 2017, cuando el subsecretario en funciones para asuntos del hemisferio occidental entregó una nota de protesta al embajador de Cuba en Washington.
▪ Los mejores expertos de la CIA, el FBI y el Pentágono no han podido determinar el tipo de arma o equipo utilizado en los ataques.
Nadie podrá decir que el reportaje de ProPublica, firmado por Tim Golden y Sebastian Rotella, se inscribe en una campaña de desinformación contra la dictadura. Por si el detalle ayuda al contexto: Golden, veterano reportero de The Miami Herald y The New York Times, es guionista y codirector del reciente documental Elián, transmitido por CNN. Esto lo exime de cualquier inclinación anticastrista.
En mi cuenta, ambos periodistas corren una sutil milla extra en insinuar el caso como ejemplo del inadecuado empleo de la información de inteligencia para definir la política exterior en la administración del presidente Donald Trump; introducir todos los elementos a mano para sostener la duda sobre la inocencia castrista y poner en la mejor de las luces la descalabrada apertura del presidente Barack Obama.
ProPublica se presenta en su página de internet como una organización sin fines de lucro que produce periodismo investigativo con fuerza moral. “Nos aferramos a los temas tanto como sea necesario”, anuncia, “para hacer rendir cuentas al poder”.
Esperemos que, en una segunda acometida, Golden y Rotella se aferren a esta sagrada misión y traten de encontrar la pieza clave del rompecabezas: ¿cómo es que un aparato de seguridad capaz de controlar cada movimiento de nacionales y extranjeros no detectó la constante movilización de equipos y efectivos para atacar a los diplomáticos más vigilados de Cuba?