Ángeles Mastretta: Transfiguraciones
Ya sé que elogio en boca propia es vituperio, pero como ahora es el día Mundial de la epilepsia, y encontré esta maravilla de la que para mi vergüenza no tuve conocimiento cuando era debido, les dejo aquí este sofisticado texto que delibera con ejemplos y erudición la forma y las formas de la epilepsia del Dante Aliguieri. Yo no sabía que Dante tuvo epilepsia. Pobre criatura. Lo que habrá sido entonces ese delirio.
EL CAMALEÓN PERIPATÉTICO
Transfiguraciones
Luis Miguel Aguilar
–Para mí fue la sorpresa del 2016— me dice el camaléon peripatético en el cuarto donde escribo—. La tuve al revisar la lista de los libros del año que hacia cada diciembre recomienda el TLS y concentrarme en uno de Marco Santagata titulado en inglés Dante. La historia de su vida, reseñado meses atrás en esa misma publicación. Al menos en nuestro caso, el hecho invita a leer de otro modo varios pasajes en la obra de Dante.
–Que yo recordara, camaleón, Dante sufre dos desmayos en el Infierno. El primero, cuando Caronte transporta por barca a los condenados y del sitio donde están brota un viento en el que relampaguea una luz roja: “caí como un hombre rendido por el sueño”. El segundo, cuando se colma de piedad ante la historia de los amantes Paolo y Francesca: “sentí un desfallecimiento de muerte y caí como los cuerpos muertos caen”. (Aunque no sepamos italiano, en el original es increíble la eficacia de sonido y acción para lo anterior: “e caddi come corpo morto cade”.) La nota del TLS no menciona esto como parte de lo que revela el biógrafo sobre los “desmayos” de Dante. Al parecer Santagata menciona tales “desmayos” más que otra cosa en la Vida nueva.
–Antes de ir ahí. Algún día tuviste la bravuconada de asentar que en materia de Beatriz, la musa de Dante, podría prescindirse de su aparición en el Paradiso a cambio de su presencia en la Vida nueva. Que te saltarías el Paradiso en son de la Vida nueva.
–Tonterías de mi parte, camaleón. Pero aún así, mira. El librito (como le llama el mismo Dante) la Vida nueva, con la mezcla de poemas y explicación de los poemas que Dante escribió sobre su musa Beatriz, con Amor en mayúscula y su Donna endiosada, de pronto es glorioso no por la Gloria sino por el enamoramiento, digamos, de colegial. Toda persona que se enamora ejerce o padece a fin de cuentas una adolescencia en activo. Dime tú, si no, a dónde van a dar estas tres cosas de Dante en la Vida nueva. 1. Escribe para sí mismo el nombre de las “setenta damas” más bellas de su ciudad, Florencia, sólo para darse el lujo enamorado de que en la lista aparezca “Beatriz” escrito por él como si no supiera. (Por cierto y “casualmente” en el sitio nueve, mágico, de esa lista.) 2. Como lo puso Matthew Arnold: “Dante recuerda que una tarde, al ver unos peregrinos en una calle de Florencia, lo asombró de pronto la idea de que esos peregrinos, que venían de un país lejano, quizá nunca hubieran oído el nombre de aquella que embargaba sus pensamientos”. 3. Dante no dice “Me repito el nombre de Beatriz” sino que se distancia del asunto como si todo llegara de afuera o resultara ajeno a él: “aunque no pueda comprender adónde me ha llevado mi pensamiento… al menos entiendo que es sobre mi dama, ya que a menudo oigo su nombre en mi pensamiento”. Las pequeñas magias inútiles, que dijo Borges del amor, pero que nadie enamorado cesará de repetir.
–Y la sorpresa: no teníamos la menor idea de que Dante padeciera epilepsia. No sé cuáles ejemplos, que son como “golpes de amor”, ponga el biógrafo Santagata pero seguro que incluirá uno (la Vida nueva, XIV). Dante refiere cómo un amigo lo lleva a una reunión con varias damas y a la que asistirá Beatriz. Rodeado de ellas y ante Ella, experimenta de súbito un “sorprendente temblor” en la parte izquierda del pecho, temblor que se extiende a todo el cuerpo, y sus “facultades quedan destruídas”. Al regreso consigna que las damas se burlaban de aquello que le había pasado. Su amigo lo saca de ahí y le pregunta qué le había ocurrido. “Entonces yo”, dice Dante, “algo más calmado y resucitados mis muertos espíritus, y con los expulsados ya en sus dominios, le dije a mi amigo estas palabras: ‘Yo tenía mis pies en esa parte de la vida más allá de la cual ya no se puede ir con la intención de volver’”.
Envío. Querida Ángeles Mastretta: veo en la Vida nueva que Dante le llama “trasfigurazione” a esto que le ocurría, a este “desarreglo de sus espíritus”. Tú has escrito notable, noble, loca, viva y sabiamente al respecto. Te has referido al asunto como “los mismos destellos que luego equiparé con el orgasmo descubierto a solas por el personaje de mi primer libro”. Has dicho: “La epilepsia puede ser un don. Sabe uno de cosas que muchos otros desconocen”. O has aludido a la “música inexplicable, muy parecida a la serenidad que produce la contemplación del mar”. Permite que las llame tus transfiguraciones.