Anna Atkins, primera fotógrafa
Fue huérfana de madre, por lo que su padre, John George Children, respetado científico y hombre avanzado para su tiempo, la educó y, hay que reconocer, lo hizo con esmero. John George Children estaba convencido de que mujeres y hombres debían recibir la misma educación. Anna Atkins no solo recibió la mejor educación científica, sino también artística. Llegó a ser una gran dibujante. Sus hermosos dibujos sirvieron para ilustrar los libros científicos de su papá.
Su apellido Atkins es el de su esposo. Hay que abonarle a este que no hubiera impedido su desarrollo como botánica, dibujante y fotógrafa. Anna amaba las plantas. Recolectó un número enorme de especies, al tiempo que estudiaba todos los libros de botánica disponibles.
Las personas creativas se caracterizan por ver lo que es invisible para otros. La gente normal tiende a aceptar el mundo como es; piensa que si ha sido así es porque debe ser así y que no hay ninguna necesidad de cambiarlo. Los creativos son inconformes, usualmente desafían las normas. Cuando llegó a las manos de la señora Atkins un manual sobre algas marinas británicas lo estudió con detenimiento y se percató de que al libro le hacía falta algo fundamental: ilustraciones. Había que imaginarse lo que el botánico describía. Así que Anna empezó a elaborar las ilustraciones correspondientes a las algas que se mencionaban en el libro. Su plan era que la gente pudiera identificar los especímenes al verlos. Como las algas eran muy chiquitas resultaba supremamente difícil dibujarlas, entonces se le ocurrió lo que a otros no: utilizar una nueva técnica, de la que ella tenía alguna idea, la técnica de la cianotipia. Con esta, podía hacer un trabajo preciso y precioso.
La historia se ha demorado en señalar que Atkins fue pionera en aprovechar la fotografía de su época, una nueva tecnología, para hacer ciencia y arte. Curiosamente, le debemos a curadores de museos de arte el hecho de que hoy conozcamos sus fotografías y sepamos de ella. A mediados del siglo XIX, la fotografía estaba en pleno desarrollo. Henry Fox Talbot había inventado el fotograma, procedimiento en el cual se exponía al sol un objeto colocado sobre un folio de papel sensible a la luz. Sobre el papel quedaba marcado un dibujo, una especie de huella, pero negativa. Por otro lado, John Herschel había inventado la cianotipia, una versión mejorada de la técnica de Talbot. Anna Atkins aprendió esta última técnica de un amigo de su padre.
Con la cianotipia Anna Atkins se dedicó a obtener copias de las algas y de las plantas que había recolectado. Cada cianotipo es único; por eso sacó de cada espécimen varias copias fotográficas en azul de Prusia o cian (azul usado después para hacer copias de los planos en arquitectura, o papel de calco también; todo esto a punto de desaparecer de la cultura de hoy debido a las computadoras y a los programas de Autocad que mandan a la impresora tantas copias como se desee).
La cianotipia se lograba con la implementación de varios pasos. Primero, se sumergía una hoja de papel en una solución de sales de hierro, se sacaba de allí y se dejaba secar. Segundo, se colocaba el alga o la planta o la semilla sobre el papel, y se la comprimía poniendo encima un rectángulo de vidrio; luego, a este paquete se lo situaba bajo la luz del sol durante alrededor de 15 minutos. Tercero, la hoja de papel se lavaba con agua y la parte descubierta del papel adquiría un color azul intenso. El contorno del objeto puesto quedaba dibujado en negativo, con todos sus detalles, en un color blanco crema.
La primera publicación de Anna Atkins fue una autoedición que llamó Fotogramas de cianotipos de algas, tres copias. Luego hizo otras series: British Algae, además de otros libros, como Cianotipias de las Plantas con Flores y Helechos Británicos y Extranjeros. Como artista que respeta y cree en su trabajo, Anna utilizó siempre los mejores papeles y productos, y trabajó en la composición y orden de cada imagen, muchas veces poniendo varios especímenes sobre la hoja para que la imagen adquiriera más belleza o simetría, siempre trabajando con rigor y limpieza extremos. Con el fin de mejorar la información y hacer copias muy precisas de las especies científicas Atkins terminaba los detalles a mano, con dibujos. Es como si hubiera tenido muy claro que estas imágenes deberían servir para enseñar y al mismo tiempo ser piezas estéticas, obras de arte. Por el cuidado puesto en la producción es que hoy, 170 años después, las impresiones están muy bien conservadas. Anna Atkins llegó a hacer 389 fotogramas para una serie de fascículos científicos que salían periódicamente.
Sus fotos se pueden considerar obras de arte. La pieza de arte se puede definir como aquella que dentro de las restricciones impuestas por: el medio de producción y el tipo de lenguaje y el propósito llega a dar lo máximo posible, llega a ser, dentro de unas ciertas condiciones, lo más perfecto conocido. Eso fue lo que Anna logró: la perfección estética sumada a la precisión científica. Arte y ciencia se juntan en su trabajo. Hoy algunos historiadores de arte piensan que el género con más belleza visual de este siglo (y gran parte del XX) es la imagen científica. Estoy en desacuerdo con ellos, pero sin duda, sí es una puerta más que se ha abierto en la que también se puede lograr la perfección, la belleza y el significado y, por tanto, un buen medio para conquistar el reino del arte.
The New York Public Library y otros medios, la consideran «la primera persona en imprimir y publicar su propio libro íntegramente ilustrado con fotografías».