Annie Ernaux, la cronista rebelde de la Francia real, gana el Nobel de Literatura
La novelista francesa ha explorado a lo largo de su obra el territorio de la memoria y la feminidad
Annie Ernaux (Lillebonne, Seine-Maritime, 1940), la nueva premio Nobel de Literatura, no es solo decana y gran dama de la literatura francesa de nuestro tiempo: también es la más joven y rebelde, con mucho.
Ernaux decidió hace poco menos de medio siglo huir de París y su vida literaria, para refugiarse en una ciudad nueva, Cergy, a cincuenta kilómetros de París, feliz a su manera, en una ciudad sin alma, observando las grandes superficies comerciales con la precisión de una entomóloga enamorada de sus vecinos.
Hace apenas un año, me comentaba: «El pequeño pueblo tradicional de mi infancia, quizá siga existiendo, en algún lugar. Y los grandes centros comerciales se han impuesto como realidades… con una diferencia, esencial. En el pequeño pueblo, cada cual era y es libre de entrar y salir de la iglesia, la alcaldía, el bar, el «bistrot». En el centro comercial, esa libertad está muy condicionada, por razones empresariales, económicas, incluso políticas de fondo. Al mismo tiempo, los grandes centros comerciales se han convertido en lugar de encuentro, lugar de citas, lugar de dar un paseo, en soledad, entre amigos, en familia, entre bandas de jóvenes». Y agregaba irónica: «Cuando vuelvo a París, en ocasiones, tengo la impresión que hay demasiados blanco. En Cergy es otra cosa, mucho más «real», multicultural».
Desde el un tercer piso de un inmueble moderno, Annie Ernaux puede observar el paso del tiempo con el rigor de una socióloga que desea comprender la marcha del tiempo y las metamorfosis de la sociedad, francesa, sin entrar en valoraciones, con el rigor de una observadora que intenta contar, reconstruir, construir el mundo proceso y desordenado que le ha tocado vivir.
Hija de padres muy modestos, propietarios de un café y una tienda de ultramarinos, en la Normandía profunda, interior, Ernaux estudió lengua y literatura en Rouen y llegó a ser profesora querida por sus alumnos.
Su primer libro, ‘Los armarios vacíos’ (1974) le dio un reconocimiento temprano, que fue creciendo, año tras año, premio tras premio, para culminar, provisionalmente, con ‘Memoria de una chica’ (2016), púdico e impúdico relato autobiográfico, sobre la adolescente que ella fue.
Aquella iniciación al mundo tenía de púdico la luminosa escritura de una mujer madura recordando momentos esenciales, contando con relativo impudor su descubrimiento de las intimidades más profundas.
Profesora de literatura, muy pedagógica, Annie Ernaux decidió construir una obra realista. Su veintena de libros son una suerte de sismógrafo de las metamorfosis de la Francia del último medio siglo. Que tienen mucho de sociología crítica. La antigua hija de una familia modesta contempla sin sensiblerías la evolución de los seres humanos, la sociedad, la marcha de los negocios públicos. Con el rigor de su estilo, limpio y acerado: tras la sobriedad no es difícil distinguir una espada jupiterina decapitando a los grandes hombres de la vida pública.
Annie Ernaux no ha ocultado nunca una sensibilidad política radical, de extrema izquierda, por momentos. Sin caer en la tentación del militantismo. Pero arremetiendo sin piedad contra los presidentes Nicolas Sarkozy, François Hollande y Emmanuel Macron, insensibles, a su modo de ver, a los desastres sociales que se han sucedido en la Francia de los últimos treinta años.
Tras ese pesimismo crudo y duro sobre la política francesa, la nueva premio Nobel tiene una visión muy humana y esperanzada de la nueva sociedad francesa, multicultural: «Deambulando por un híper, contemplando las idas y venidas de las madres, acompañadas de sus niños, mirando, descubriendo juguetes, regalos, guirnaldas, decoraciones con lucecitas de colores, cuando llega la Navidad … me dije que, bueno, la luz, las luces, también iluminan nuestro amor, nuestros deseos, nuestras ilusiones. Y, desde esa óptica, efectivamente, mirar la luz, maravillarse ante el espectáculo de la luz, tocándolo todo con su resplandor, es una manera de compartir la ilusión, la esperanza, el amor».