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Antonio Caño: El futuro es de los fuertes

«La caída de Asad en Siria es el último ejemplo de un mundo en pleno reordenamiento sin pautas ni valores de referencia»

 

El futuro es de los fuertes
Pedro Sánchez, Viktor Orban, Vladímir Putin, Donald Trump y Recep Tayyip Erdoğan. | Ilustración: Alejandra Svriz

 

La caída del Gobierno de Assad en Siria es uno de esos acontecimientos deseables pero que uno pensaba que no vería jamás, de tan inseparable que parecía esa dictadura familiar del estratégico país árabe. Quién sabe si las ondas de ese terremoto no llegan hasta el mismo Irán de los ayatolás y no se descarte tampoco que el propio Putin haya entrado en pánico al comprobar la facilidad con la que puede desvanecerse en diez días un régimen impuesto a sangre y fuego durante más de medio siglo. Unos días antes, la crisis de Corea del Sur nos recordó que también las democracias más sólidas son vulnerables de desaparecer de la noche a la mañana sin que existan hoy poderes superiores que puedan evitarlo.}

Sin un liderazgo al que respetar y un modelo a imitar, cualquiera está hoy en riesgo en un mundo en recomposición hacia una nueva realidad que ignoramos. Los valores liberales y democráticos que prevalecieron desde la Segunda Guerra Mundial se ven asediados por nuevos criterios dominados por la audacia y la fuerza. Se impone una nueva filosofía del éxito y los hechos consumados, en detrimento de la prudencia y el entendimiento que enaltecíamos hasta ahora. Nos guste o no, Donald Trump y Javier Milei son los triunfadores de nuestros días: sus éxitos políticos y económicos los respaldan.

Nadie espera ahora ni parece posible que el despotismo de Assad sea sustituido por un sistema democrático, como se llegó a pretender en los días felices de la Primavera Árabe. Hoy se da por descontado que será un régimen fuerte y autoritario quien lo suplantará. Nadie aboga ya por la extensión del orden liberal en Oriente Medio ni en ningún otro lado. Hasta el democrático Israel sucumbe a los métodos despiadados de su primer ministro. ¡Y qué decir de los contrarios! ¡Millones de jóvenes en todo el mundo gritando a favor de los crueles combatientes enrolados en las filas de Hamás y Hezbollah!

«El mundo se abre franco para un modelo de dirigentes que no pierda el tiempo en el cumplimiento de los complejos procedimientos y formalidades de los sistemas democráticos, y ataque sin titubeos el objetivo final, la detentación del poder»

No existe siquiera el recato de guardar las formas democráticas. Grandes naciones del mundo, como India, Brasil o Sudáfrica, se suman a la tesis de China de que ningún sistema político es superior a otro, admitiendo de hecho que tanto vale la democracia pluralista como el modelo totalitario de partido único. A quién podría extrañar que cualquiera de esos países siguiera mañana los pasos de su nuevo gran patrón.

Sólo Europa resiste el empuje de este reordenamiento universal, aunque cada vez en condiciones más precarias. Tres países europeos se encuentran hoy bajo el ataque de Rusia; uno de ellos (Ucrania) por medios militares tradicionales, otros dos (Rumanía y Georgia), a través de la guerra híbrida. Los dos pilares tradicionales de la Unión Europa están cuestionados en sus méritos más apreciados: Francia como referente de legitimidad política y social, y Alemania como ejemplo de estabilidad y crecimiento económico. También en Europa, nos guste o no, los gobernantes de más éxito son Giorgia Meloni y Pedro Sánchez.

Todos responden al mismo patrón de inescrupulosidad y claridad de propósitos. El mundo se abre franco para un modelo de dirigentes que no pierda el tiempo en el cumplimiento de los complejos procedimientos y formalidades de los sistemas democráticos, que no se desgaste en la tediosa labor de convencimiento y ataque sin titubeos el objetivo final, que no es otro que la detentación del poder. Se dibuja un mundo sin normas ni ideologías que le pertenece a los fuertes.

 

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