Antonio Caño: Llegar vivos al verano
«La ridícula celebración de la continuidad del Gobierno refleja una visión patrimonialista del poder ajena a los principios democráticos»

Ilustración de Alejandra Svriz.
Con un suspiro de alivio y una alegría impostada, los aduladores del Gobierno y los propios ministros celebran estos días la gesta de llegar vivos al verano. También en la derecha muchos se hacen cruces por esa proeza, atribuyéndole a quien la encabeza una suerte de poderes mágicos para resistir cualquier revés de la fortuna. Ni magia ni gesta ni proeza: el Gobierno llega al verano porque está protegido por leyes a las que puede acogerse para continuar y porque carece de los principios democráticos elementales para sentirse en la obligación de consultar a los ciudadanos.
La legitimidad de un Gobierno en una democracia parlamentaria se obtiene en una sesión de investidura en el Congreso y se refrenda cada año en una votación sobre los presupuestos generales del Estado. Sin ese refrendo, un Gobierno realmente democrático está obligado a regresar a las urnas. Es así de sencillo. No hay más. Todo lo que se quiera decir de más sobre la continuidad de este Gobierno es propaganda, pura distracción. El Gobierno fue, por supuesto, legítimamente constituido, pero en este momento carece de legitimidad para continuar.
En esas condiciones, esta ridícula celebración de que el Gobierno llega vivo al verano carece de toda importancia. Ni siquiera es tan relevante ya saber cuánto puede durar. Si no fuera porque cada día que pasa nuestro sistema político pierde credibilidad y la sociedad se desliza hacia un cinismo inquietante, la prolongación o no de este Gobierno sería un asunto insignificante. ¿Seis meses, un año, dos? Da igual. El sanchismo está ya sentenciado como una de las mayores pesadillas que nos ha tocado vivir en la política española y algún día la propia izquierda lamentará más que nadie haber entregado su bandera a un personaje tan mediocre y abyecto.
La fiesta por haber llegado vivos al verano no es más que un reflejo de esa mediocridad y vileza. Es la prueba de que ellos mismos daban por hecho de que las fechorías que se han conocido en los últimos meses gracias a las investigaciones de los jueces los condenaba inexorablemente a perder el poder. Su sorpresa ha sido mayúscula al comprobar que, pese a las fantasías golpistas que ellos mismos propagan, sus rivales y las demás instituciones del país respetan los tiempos y no están tan desesperados por echarlos como ellos por quedarse.
La fiesta por haber llegado vivos al verano es la demostración de lo que realmente quieren: estar. Llegar vivos al verano significa que el presidente del Gobierno podrá pasar un año más unos días de descanso en una residencia del Estado a la que viajará en un falcon de la Fuerza Aérea Española. Significa que los ministros se trasladarán a sus lugares de vacaciones en coches oficiales, rodeados de escoltas y del séquito correspondiente. Significa que todos los demás en torno suyo cobrarán varios meses más de las empresas públicas y los menos honrados tendrán tiempo de acabar de ordeñar la vaca de sus negocios corruptos.
Estas son las razones por las que se celebra haber llegado vivos al verano. Así ha entendido siempre el sanchismo el uso del poder. No pueden celebrar éxitos parlamentarios -la última sesión del Congreso fue la última prueba del fracaso en este sentido- porque carecen de mayoría parlamentaria. No pueden celebrar reformas significativas para mejorar la vida de los ciudadanos porque no existe una mayoría homogénea con un criterio compartido sobre lo que se debe hacer con España. Algunos de los integrantes de esa mayoría lo que quieren de hecho es que España deje de existir como tal. Antes celebraban de vez en cuando una subida del salario mínimo. Ahora ya ni eso intentan. Les basta con estar en el Gobierno, a pelo, sin nada que gestionar.
Mientras tanto, da la sensación de que el país les deja estar. Somos gente apacible y sencilla. Al fin y al cabo, todos tenemos cosas más interesantes de las que ocuparnos que echar al Gobierno. Aunque es cierto que en esta materia se agradecería algo más de diligencia de parte de la oposición. Pero todos estamos ahora más pendientes de celebrar que nosotros mismos hayamos sido capaces de llegar al verano que de lamentar que lo hayan conseguido otros. Ya volveremos todos en septiembre y nos veremos las caras de nuevo. Disfrútenlo porque ellos a buen seguro lo harán.