Antonio Vélez: Agüeros
Los agüeros forman una parte no despreciable de la cultura humana. Y uno de los capítulos más vergonzosos es el relacionado con el número 13, mal llamado fobia (triscadecafobia), sin que nadie hasta el momento haya podido confirmar las supuestas asociaciones negativas. Sin embargo, son tantos los infectados por la estúpida superstición, que en ciertos sectores de Londres el turista no encuentra la calle 13, pues los propietarios de inmuebles saben que, de poseer propiedades situadas en una calle con tal numeración encontrarían serias dificultades para arrendarlas o venderlas. Y no son pocas las ciudades del mundo civilizado en que los hoteles y edificios saltan directamente del piso 12 al 14. Pero si el 13 es portador de malos augurios, combinado con “viernes” potencia sus efectos malignos, según los supersticiosos de la cultura anglosajona. Sin embargo, por pura coincidencia y para mayor sufrimiento de los tontos, la combinación más frecuente de fecha y día de la semana es justo la de viernes 13.
La irracionalidad no perdona a nadie, ni a los personajes célebres. Cuentan que James Joyce, el original escritor dublinés, nunca viajaba ni tomaba decisiones importantes en los días trece de cada mes. Pero el malvado destino se desquitó: su madre murió un 13 de agosto y él un 13 de enero. Si bien para numerosas personas este hecho parece cargado de significados enigmáticos, la probabilidad de morir un día trece es de uno en treinta, aproximadamente, y de que tanto la madre como el hijo mueran ese mismo día es de uno en novecientos, lo que significa que en promedio, una de cada novecientas personas repite la coincidencia de Joyce y, en consecuencia, a más de seiscientos millones de los que ahora nos acompañan en este mundo les ocurrirá el inocente doble trece.
Richard Wagner fue perseguido por el número 13, pero nunca le dio importancia, señal de civilización. Nació en 1813 (el año termina en 13 y los dígitos suman 13), su nombre y apellido tienen en total 13 letras, compuso 13 óperas, sufrió 13 años de destierro, y falleció el 13 de febrero de 1883, justo al conmemorar el aniversario número 13 de la unificación nacional alemana. En cambio, un colega suyo, el francés Jules Massenet, nunca escribía su nombre completo, pues tenía 13 letras, y en sus partituras, la hoja 13 era 12bis. El destino se mostró implacable con su debilidad: el músico, que tanto se cuidó del fatal número, murió el 13 de agosto de 1912. Algunos numerólogos observan, con regocijo no disimulado, que los dígitos de 1912 suman 13. Garry Kasparov, tal vez el más grande ajedrecista de la historia, cree, antes bien, estar bendecido por el 13, pues nació un día 13, y es el decimotercer campeón en la historia del juego ciencia.
James Joyce.
Muchos místicos gastaron tiempo y energía descifrando los misterios del número 666, tripleta asociada con el anticristo, y que arrastra también una inmerecida fama negra y apocalíptica entre agoreros de dudosa inteligencia. Ronald Wilson Reagan (predestinado pues sus tres nombres son de 6 letras) padecía de una credulidad crónica incurable. Por eso su astrólogo de cabecera, John Quigley, fijaba las fechas de las reuniones importantes, en tanto que Barbara Honegger, parasicóloga, se desempeñaba como consejera permanente de la Casa Blanca. Motivado por su credulidad a toda prueba, hizo cambiar el número de la puerta de su casa del 666 al 668. Después de tan “prudente” decisión ya nada volvió a importarle porque el Alzheimer arrasó con lo que le quedaba de cerebro.
Anótese de paso que los numerólogos rebuscan en la aritmética elemental profundidades insondables del 666, mientras que los matemáticos aficionados, solo para divertirse, encuentran insulsas relaciones numéricas. Así, 666 = 13 + 23 + 33 + 43 + 53 + 63 + 53 + 43 + 33 + 23 + 13 = 123 + 456 + 78 + 9 = 6 + 6 + 6 + 63 + 63 + 63 .Y ¿esas misteriosas relaciones qué significado profundo tienen? Ninguno.
El cerebro está diseñado para sobrevivir, no para descubrir la verdad.
Antonio Vélez: Con la autorización de Legis