Antonio Vélez: Caballo grande
Dicen que lo bueno, si breve, dos veces bueno, o que lo perfumes finos vienen en envases pequeños, pero otros replican que caballo grande, ande o no ande. Y este segundo principio puede reportarnos grandes economías en el momento de hacer nuestras compras en los supermercados. Las tediosas matemáticas elementales nos ayudan a sacarle un mejor partido al presupuesto familiar o, si se piensa en grande, sirven también para minimizar los costos de funcionamiento de hoteles y restaurantes. Pues bien, con el fin de reducir en forma apreciable el desperdicio representado por las cortezas de las frutas y otros productos de consumo diario, basta, al mercar, tener en cuenta ciertas propiedades geométricas de los cuerpos tridimensionales, que, por fortuna para el lego en matemáticas, se traducen en reglas de elección muy sencillas.
La geometría elemental nos enseña que en los cuerpos tridimensionales la superficie exterior crece proporcionalmente con el cuadrado de las dimensiones, en tanto que el volumen lo hace con el cubo de las mismas. En términos vegetales, entre dos frutos de la misma especie y, por tanto, de forma semejante, si el de mayor tamaño duplica en dimensiones al otro, entonces su corteza o superficie exterior será, en extensión, cuatro veces mayor, mientras que su volumen superará por un factor de ocho al del pequeño.
En esas condiciones, ocho frutos pequeños pesan, y en consecuencia cuestan, aproximadamente lo mismo que uno grande; sin embargo, la corteza o parte no aprovechable es mayor si se compran los ocho pequeños, pues deberemos tirar a la basura el equivalente a ocho veces su superficie, mientras que con el grande apenas perderemos una superficie que, en extensión, será equivalente a cuatro veces la del pequeño. En definitiva, la elección del fruto grande representa, en este caso particular, una economía igual a cuatro veces el peso de la corteza del fruto pequeño.
En la figura siguiente puede verificarse visualmente la forma como crecen las superficies exteriores y los volúmenes al duplicar las dimensiones.
Este análisis elemental nos autoriza a formular un sencillo principio de economía o principio del caballo grande: al mercar, debemos elegir siempre las piezas de mayor tamaño, en perfecto acuerdo con nuestra naturaleza acaparadora y avara. Puede añadirse también que a la ventaja económica del menor desperdicio se suma otra de carácter práctico: es más fácil, cómodo y rápido lavar y exprimir una naranja grande que ocho pequeñas, y algo similar puede decirse si se trata de lavar y pelar una papa grande u ocho pequeñas. Debe destacarse que la economía en tiempo puede llegar a ser especialmente significativa en restaurantes y hoteles, sitios en los que se preparan cantidades masivas de productos vegetales.
En síntesis, la compra óptima la proporcionan siempre las piezas de mayor tamaño, y la ventaja económica crece a medida que crece la desproporción entre los tamaños máximo y mínimo disponibles e, igualmente, a medida que crecen el espesor y el peso de la corteza.