Antonio Vélez: Refranes en contravía
Los refranes populares se consideran la quintaesencia de la sabiduría: fórmulas sabias concentradas en frases breves, esto es, gotas concentradas de sabiduría. Pero la verdad es que más de uno dice sólo la mitad de la verdad, esto es, son verdades a medias: unos refranes destacan ciertas facetas de las cosas; otros, las facetas opuestas. Bueno, pero malo, dicen los jocosos. Se enuncia una verdad que no siempre lo es. Hay maldiciones que son una bendición, y viceversa. Bertrand Russell nos previene: A veces una parte de la verdad puede ser una mentira completa. Joan Fuster, escritor español, concuerda con Russell: Muy a menudo, callar es mentir. Lo cierto es que son más de uno los refranes que dicen una verdad aparentemente muy clara, al tiempo que esconden una faceta que la contradice.
Dice la sabiduría popular que No hay mal que por bien no venga (los pesimistas dicen que No hay mal que por “ay” no venga), y podría completarse el anterior con su otra media naranja: No hay bien que por mal no venga; porque hay oportunidades en que las desventajas se tornan ventajosas. Un sordo, por ejemplo, está diseñado a prueba de ruidos; por eso duerme en paz y sosiego a pesar de los mariachis del vecino trasnochador, y pasa por alto “… los ladridos de los perros a la luna. A la luna pálida” como cantaba Silva, amén de la fortuna de permanecer a salvo de los discursos inaugurales.
Dicen los presurosos que Al que madruga dios le ayuda, o que No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy, pero no falta quien se oponga a tanto afán: Vístete despacio que estás deprisa, dice uno, o De la carrera no queda sino el cansancio, agrega otro. Son innegables las bondades del trabajo en equipo, por eso La unión hace la fuerza, dicen con razón, pero cada vez que formamos un grupo de humanos empeñados en alguna tarea común no tardan en aparecen los conflictos: Muchos cocineros juntos estropean el caldo, dicen, también con razón. Y acusan al camello de animal feo, y lo explican diciendo que parece un caballo diseñado por un comité.
La repetición produce habituación, y ésta, fatiga, de allí que nos inviten a cambiar, pues En la variación está el placer, y lo refuerzan diciendo que Nadie se emborracha con el vino de la casa; sin embargo, otros aseguran que El que es caballero repite. Los poco exigentes aceptan que Caballo grande, ande o no ande; para los refinados, en cambio, Las esencias finas vienen en empaques pequeños. Los mesurados y de aspiraciones modestas se justifican: La ambición rompe el saco, o nos amenazan con que El que ama el peligro en él perece. Pero los ambiciosos nos previenen: El que no arriesga un huevo no obtiene un pollo. Y los atrevidos replican:Hombre flojo no goza mujer bonita.
Los temerarios predican: El que no espera vencer ya está vencido. Un temeroso le contesta, ¡cuidado!, el que busca encuentra, y otro agrega: Es mejor prevenir que tener que lamentar. Los chistosos apoyan al temeroso: Huyendo también se gana. Aquellos de espíritu elegante y trepador predican: El que nació para ruana no sube a saco; y así les replican: No es caballero el que nace, sino el que lo sabe ser.
Groucho Marx se caracterizó por sus frases ingeniosas y humorísticas: Es mejor permanecer callado y parecer tonto, que hablar y despejar las dudas definitivamente, porque El que calla otorga.
Un bromista sigue a Groucho, y estimula así el silencio: No hay nada más parecido a un sabio que un bobo callado. Son varios los refranes que están de acuerdo con Groucho, esto es, que es prudente hablar poco, y lo estimulan de múltiples maneras: El silencio es más elocuente que la palabra, o En boca cerrada no entra mosca.
Por todo lo anterior, el médico y dramaturgo austriaco Arthur Schnitzler tenía mal concepto de los refranes: “Cuando uno sacude un refrán, se desprende una mentira y en la mano queda una perogrullada”.
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