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Aprendiendo del caso ecuatoriano

Ecuador no es Chile, sin embargo, la violencia en el país ha aumentado rápido, las bandas criminales se han consolidado en pocos años y el crimen transnacional busca opciones nuevas.

 

 

La violencia en Ecuador llegó a un punto de no retorno donde gobierno y oposición han dejado sus diferencias ideológicas de lado para combatir una “guerra” contra las bandas del crimen organizado. El Presidente Noboa ha anunciado amnistía e indulto para militares y policías mientras intenta, a como dé lugar, recuperar el control de las ciudades.

Los signos de deterioro de la seguridad de ese país se acumulan hace años. El 2021 fue el período de mayor aumento de la violencia, seguido del incremento de control criminal en un contexto de distribución de drogas y un Estado más bien inactivo. La confianza de los ciudadanos en las policías caía mientras los vacíos de poder eran llenados, desde las cárceles, por los grupos criminales organizados que comenzaron a atomizarse en 2022.

Muchas son las lecciones aprendidas que debe sacar Chile del caso ecuatoriano. La primera, y la más importante: el momento para reaccionar es clave. Esperar a que llegue el caos no es opción. Ante el primer signo, el Estado debe responder.

Y, para ello, no es posible olvidar la segunda lección: es fundamental contar con un acuerdo político transversal en materia de seguridad. Pero, uno donde los líderes de oposición y oficialismo, con altura de miras, dejen de lado las diferencias ideológicas. Asunto que es especialmente relevante en el caso nacional, pues ese mismo acuerdo debe darse dentro de la coalición de gobierno. Los indultos a los presos por manifestaciones en el marco del estallido social son un ejemplo de ello, pues, echaron por tierra todos los esfuerzos que la ministra Tohá había realizado para concretar el inicio de la mesa de seguridad.

En tercer lugar, resulta de especial relevancia comprender el entorno criminal en el que se ubica Chile y cuáles podrían ser los atractivos que mire el crimen. Nuestro país cuenta con una ubicación privilegiada en el Pacífico, mira a los mercados donde el kilo de coca alcanza su mayor valor (150.000 dólares en Oceanía y 80.000 en Asia) y cuenta con una infraestructura portuaria y una reputación que les podría permitir distribuir con una baja probabilidad de fiscalización los contenedores contaminados.

Una cuarta lección sin duda tiene que ver con la fortaleza y consolidación del Estado ecuatoriano. A mayor fortaleza y consolidación, más difícil es la penetración del crimen. Y esto no sólo tiene que ver con la salud institucional, sino que también con la estabilidad política.

Ecuador no es Chile, pero tampoco significa que eso debería dejarnos tranquilos. La soberbia detrás del argumento podría jugar una mala pasada. La violencia en el país ha aumentado rápido, las bandas criminales se han consolidado en pocos años y el crimen transnacional busca opciones nuevas.

Llegó la hora de asumir con humildad que la realidad latinoamericana es una posibilidad para Chile, de mirar a Ecuador con la intención de sacar lecciones aprendidas y hacerse cargo de todas aquellas banderas rojas que se levantaron y que podrían levantarse.

 

Investigadora Athenalab. Experta en seguridad, narcotráfico y defensa

 

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