Apuntes sobre la mujer del César
Hubiera tenido más sentido si Begoña Gómez, queriendo estar legítimamente al margen, se hubiera mantenido verdaderamente al margen
Se habla mucho de la mujer del César, siendo el César Pedro Sánchez, como es natural. Se empezó a hablar de Begoña Gómez en los informes de las kolderías y en el intento de no sé qué equivalencias, ahora se habla de las parejas de los que mandan: del novio de Ayuso y de la señora de Alberto Núñez-Feijóo. Mi Españita antes era una piel de toro y ahora es una cama con congas, chalanas, ministros de Transportes, rescates y no sé cuántos vuelos al Caribe en el Falcon.
Está todo el mundo en República Dominicana, menos yo y también es casualidad. Como soy de natural pudoroso, me pareció bien cuando hace años, Sánchez se encargó de una manera velada, discreta y amable de que los que escribimos supiéramos que no le gustaba que apareciera su esposa en los papeles. Es cierto que se estrenó hablando de su colchón, pero me parecía una petición que había que concederle. A ella la conocí un día que entró en una sala y pareció amable y educada. Sonreía tanto que temí que nos absorbiera a todos por efecto de la despresurización. Después la borré de las notas de mi cuaderno por voluntad del presidente, pues una persona tiene el deber de proteger a su familia y la bofetada que Will Smith le pegó a Chris Rock estaba bien dada. Encontré algo de honorable en Sánchez poniendo un límite, aunque solo fuera ese de proteger a su mujer. El hombre que no defiende a los suyos no es capaz de defender nada y reconozco que si dicen de mi Elenita lo que dicen de Begoña, alguno se va a caliente a la cama. Sánchez también borró del escenario a sus hijas, de las que hay que celebrar que no aparezcan por ninguna parte y que disfruten de un conveniente anonimato sin que vengan a ponerles motes y a reírse de ellas los primates que abundan en este país.
Se aparece en los sitios más inverosímiles, reuniones, negocios que pudiendo ser casuales, en ningún caso resultan estéticos
La cosa es que algo cambió y ahora Begoña Gómez se aparece en el imaginario en los sitios más inverosímiles, reuniones, negocios que pudiendo ser casuales, en ningún caso resultan estéticos por las sospechas que despiertan sobre ella y sobre el dirigirse del Gobierno. Gómez se aparece en el Falcon y en la ‘startup’ y en las reuniones coincidentes con el rescate de una aerolínea. Sus patrocinadores florecieron empresarialmente; será casualidad. Esta semana, Núñez-Feijoo anunció a Sánchez una investigación sobre «lo que pasa en su casa», y resultó una perífrasis tan elíptica que prende en la figura misteriosa de Begoña que sonríe como Chesire, que es nuestra Kate y uno no sabe si es una o trina, si vive, si en realidad es ella o su rastro se pierde en la nebulosa de un pasado que no existe, aunque nadie sabe por qué. En ese silencio ha sido objeto de leyendas más o menos conspiranoicas que le adscriben atributos -perdón por señalar-, así de delirantes. Sí que parece que se reunió con los de Globalia cuando iba a ser rescatada por el Gobierno que preside su marido. Hubiera tenido más sentido si Begoña Gómez, queriendo estar legítimamente al margen, se hubiera mantenido verdaderamente al margen.