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Argentina: los ciclos de la campaña electoral

Pasaron 45 días desde que Alberto Fernández fue oficializado como precandidato a presidente junto a Cristina Fernández de Kirchner. El impacto inicial y su onda expansiva generaron una serie de movimientos políticos que afectaron a oficialismo y oposición.

Poco sucedió después de ese hecho y las campañas comenzaron, formalmente, el 12 de julio. La oposición precisa redoblar sus capacidades para hacer frente a un oficialismo que juega con la cancha inclinada. ¿Cuál ha sido el camino, hasta el día de hoy, de las campañas de la oposición? ¿Cuánta presencia han mantenido las campañas en el ciclo noticioso?

Como han descrito John Sides y Lynn Vavreck en un excelente libro sobre la elección estadounidense de 2012, toda campaña presidencial pasar por tres fases: descubrimiento, escrutinio y declive. La fase de descubrimiento ocurre luego del lanzamiento de la candidatura, un hecho de impacto o un golpe de efecto que atrae la atención pública. Esta potencia inicial supone un aumento en la cobertura de noticias, una curiosidad creciente del interés público por el candidato y una efervescencia de sus seguidores. La primavera de una campaña electoral. Pero, como todo en la vida, no dura mucho.

Tras el descubrimiento llega el escrutinio, una fase en la que se genera un encuadre de la candidatura más intenso por parte de los medios de comunicación, los analistas y los opositores. El éxito temprano tiene sus costos. La novedad de ayer se pone en duda hoy. La etapa de escrutinio tiende a revelar cierta debilidad del candidato, ya sea una acción pasada o un rasgo de personalidad indeseable o algún atributo previamente desconocido. Incluso los otros candidatos, enfocados en impedir que el candidato emergente solidifique su liderazgo, cuestionan sus pasos y tabican sus avances. Finalmente comienza una caída general del entusiasmo, lo que conduce a una disminución de la atención pública y una normalización de su espacio en el ciclo noticioso. Lo que el pueblo da, el pueblo lo quita.

Por último, llega el declive, que solo algunas campañas consiguen evitar o, al menos, estabilizar. Después de dedicar tiempo a un candidato en particular, los medios de comunicación siguen el incentivo natural a seguir adelante y se lanzan a buscar otra historia nueva y emocionante. A menos que el candidato emprendiera otra acción digna del interés periodístico, su cobertura de noticias comenzará a declinar, lo que a su vez reducirá su presencia pública, en un círculo que puede concluir con la extinción de la candidatura. Todos hemos sido, alguna vez, presa de ese ambiente que se crea cuando permanecemos sentados alrededor de un fuego que se está apagando.

Pero esta generalidad no es inevitable. Donald Trump, a fuerza de su impronta disruptiva, supo evitar la curva declinante a lo largo de su campaña y ganó la amplia mayoría de los ciclos noticiosos durante el 2015. Hasta el momento, la campaña presidencial argentina de 2019 nos ha dado al menos un ejemplo prototípico, de manual, de estas tres fases.

El ex ministro de Economía Roberto Lavagna comenzó a atraer la atención mediática a principios de este año, cuando su postulación a la presidencia era todo menos oficial. Durante unas semanas, el ciclo noticioso se configuró en torno a él. El momento emblemático de una salida a la puerta de su casa en sandalias con medias tuvo lugar el 15 de enero. El candidato a presidente encarnó, fugazmente, las esperanzas de parte del establishment local. Tras su lanzamiento implícito, tanto el oficialismo como el kirchnerismo plantearon posturas críticas al ex ministro de Economía, buscando contener la intención de voto. La imagen de Lavagna quedó condensada como la del primer tercer candidato, hasta que la ausencia de acciones con impacto mediático y ciertos embates externos (los anuncios de ambas fórmulas) desarmaron a la tercera opción y la llevaron al declive y a una oficialización deslucida.

En esta perspectiva, ¿qué puede decirse sobre el ciclo noticioso todavía vigente de Alberto Fernández? Como se ha dicho, la fase de descubrimiento comienza cuando un candidato, que antes había recibido escasa atención de la prensa, súbitamente gana importancia. En consecuencia, la cobertura mediática se incrementa exponencialmente. El caso del candidato del Frente de Todos ilustra este primer punto a la perfección. Según los datos relevados por Global News, que tienen en cuenta las menciones en TV, radio y portales de internet, Alberto Fernández contaba con muy poca presencia mediática una semana antes de su candidatura.

Inmediatamente después del anuncio, la cantidad de menciones alcanzada por Fernández fue superlativa aunque fugaz y terminó declinando al cabo de esa misma semana. El 15% de sus apariciones mensuales se produjeron en las 72 horas alrededor de su nominación, luego cayó a niveles precandidatura y retomó presencia solo a raíz de su internación en el sanatorio Otamendi. Por último, y esto es lo más paradójico, obtuvo más de la mitad de sus referencias en torno al 11 de junio, atadas a la nominación de Miguel Ángel Pichetto como vicepresidente de Mauricio Macri. La autonomía de la fórmula Fernández-Fernández para marcar la agenda pública tuvo limites. El balance actual es un ciclo noticioso circunscripto al anuncio de la fórmula que realizó Cristina Fernández de Kirchner a mediado de mayo.

Ganar el ciclo noticioso no implica ganar una elección pero el análisis de las menciones habla de la dinámica que se le ha impreso a cada precampaña. El ascendente noticioso de la oposición ha sido limitado. Cristina Fernández de Kirchner mantiene gran centralidad mediática, aun desde el silencio, y el ciclo noticioso de Alberto Fernández sigue patrones más habituales de un vicepresidente que de un presidente. Su ascendente noticioso no tiene por qué reflejar la intención de voto de la boleta del Frente de Todxs pero puede aventurarse como medida del impacto que tiene el candidato sobre esa intención de voto.

Todo oficialismo cuenta con una posición mediática preponderante, un mayor poder de agenda y acceso a recursos económicos que brindan una posición favorable a la hora de hacer campaña. Las campañas opositoras requieren hacer un esfuerzo arduo y sistemático para nivelar el terreno. El impacto temprano cumplió pero la campaña recién comenzó. Sus seguidores se preguntarán: ¿por qué no dejar el sol para la noche, cuando más lo necesitamos?

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