Ariel Hidalgo: Los dos bloqueos y el despertar del pueblo
Las posibilidades de que Biden regrese a la política de acercamiento con Cuba en lo inmediato parecen nulas
Funcionarios gubernamentales cubanos se lamentan de que el actual presidente de Estados Unidos, Joe Biden, no quiera regresar a la política aperturista hacia Cuba del expresidente Obama, de quien por entonces Biden fuera vicepresidente. Se olvidan de que fueron ellos los que cerraron ese proceso de acercamiento entre ambos países después de que el entonces retirado Comandante en Jefe publicara su crítica reflexión El Hermano Obama y de que, en general, los «duros» del Partido detuvieran ese proceso y echaran atrás muchos de los cambios de los últimos años.
Ahora estos gimoteos me recuerdan los lamentos del último sultán de España ante la pérdida de Granada que mereciera de su madre este reproche: «¡Haces bien en llorar como mujer lo que no supiste defender como hombre!»
La pregunta que habría que hacerse entonces es por qué se atemorizaron cuando, según muchos de los que criticaron esa política de Obama, éste hizo concesiones sin tener la misma reciprocidad por parte del Gobierno cubano. ¿O será que el Comandante y los duros del Partido fueron más perspicaces que los duros de la orilla opuesta al percatarse de que esa política de acercamiento era más peligrosa para ellos que una política de tensiones?
Un cambio de política sólo podría ser tras las próximas elecciones presidenciales. Es evidente que la situación cubana no está para esperar cuatro años más
El quid de la cuestión probablemente no era si el régimen cubano hacía o no las concesiones, sino el impacto que podía tener para la población ese acercamiento. El hecho de que Obama pudiera hablar sin cortapisas para todo el pueblo cubano y los vítores y otras eufóricas reacciones de la población hacia él, posiblemente fue una campanada de alarma para ellos. Tal parece que ahora, con la soga al cuello, están reconsiderando el asunto.
Pero las posibilidades de que Biden regrese a esa política de acercamiento en lo inmediato parecen nulas, no sólo por sus declaraciones de que Cuba no es tema de interés inmediato para su política exterior, sino porque es muy probable que desee recuperar a los electores de Florida que le negaron su voto en las pasadas elecciones si quiere ganar un segundo período. Sabe que el peso decisivo en esa derrota fue el de los cubanos y, aunque logró ganar la Casa Blanca, Florida sigue teniendo una importancia vital. Un cambio de política sólo podría ser tras las próximas elecciones presidenciales. Es evidente que la situación cubana no está para esperar cuatro años más.
Los opositores de línea dura, por tanto, baten palmas, porque ellos, sobre todo los del destierro, apostaron siempre por la política de la olla de presión: apretar y apretar el embargo y reducir lo más posible viajes y remesas, hasta que la gente, por desesperación, se lance a las calles.
Es poco decoroso, por cierto, alentar desde lejos las calamidades para que sean otros los que se lancen a la candela. Quien escribe nunca abogó por esa política, no sólo para que nadie, desde dentro, le dijera: «Ven y pasa hambre tú, sufre las calamidades tú, y luego lánzate a las calles tú«, sino porque me parecía una estrategia poco inteligente. Las razones son muchas y en otra época las enumeré. Pero por si las han olvidado, repito ahora las más importantes:
1. Porque el régimen justifica los desastrosos efectos de su política económica interna culpando al enemigo externo. Todavía muchos de los fanáticos y oportunistas que siguen apoyando al régimen, continúan usando esa retórica sobre el «imperialismo«. Si no existiese el embargo impuesto por Estados Unidos, el régimen quedaría completamente desenmascarado ante todo el pueblo y ante el mundo.
2. Porque logra la solidaridad de la opinión pública internacional al desviar la atención de las contradicciones internas con el mito de la isla heroica resistiendo el asedio de un imperio voraz. Año tras año, en Naciones Unidas, Estados Unidos es condenado casi unánimemente, con muy pocas excepciones, por mantener el embargo contra Cuba.
Porque justifica la represión interna de críticos y disidentes acusándolos de agentes del enemigo poderoso externo y, por tanto, traidores a la patria
3. Porque justifica la represión interna de críticos y disidentes acusándolos de agentes del enemigo poderoso externo y, por tanto, traidores a la patria. Cuando en 1996 se veía claramente que el proyecto de Ley Helms-Burton, que fortalecería el embargo, iba a ser derrotado en el Congreso de Estados Unidos, el Gobierno cubano decidió asesinar a cuatro opositores pacíficos del destierro derribando dos avionetas civiles, por lo cual la ley fue aprobada. De ahí que muchos la llamaron, irónicamente, «Ley Helms-Burton-Castro», porque permitía, con esa excusa, amordazar abiertamente af todas las disensiones internas, disolviendo una institución legal con proyectos reformistas como fue el Centro de Estudios de América (CEA) y encarcelando a 75 líderes de la disidencia,
4. Porque aquellas personas del pueblo acuciadas a resolver problemas económicos inmediatos, como por ejemplo, una madre que no tiene nada que poner en los platos de sus hijos, no tiene tiempo ni mente para pensar en hacer manifestaciones en las calles, sino sólo para zapatear y resolver los alimentos.
5. Porque se requiere una política que, por el contrario, fortalezca a las víctimas independizándolas económicamente del Estado, y evitar que éste pueda ejercer la coacción económica sobre ellas, por lo cual es preferible facilitar viajes y remesas. Cuando preguntaron a Manuel Moreno Fraginals, autor de El Ingenio , ya exiliado, por qué el pueblo cubano, que antes había sido tan heroico, no se rebelaba contra la dictadura, contestó: «Porque la clase media, principal protagonista de esas luchas, fue totalmente suprimida».
Sin embargo, la profunda crisis que afronta el país no ha dependido, en realidad, de lo que haya dictado el Gobierno de ningún otro país por muy poderoso que sea. La insubordinación de la población en las calles no se debe a un bloqueo externo sino a la propia política interna de la dirigencia cubana mantenida tozudamente a pesar de tantos descalabros, y sobre todo, a un despertar de la conciencia colectiva. Hoy se lamentan de que el poderoso vecino del Norte no avance hacia un proceso que ponga fin al bloqueo externo, pero ellos mismos se empecinan en continuar manteniendo un bloqueo interno contra su propio pueblo.
Ellos podrían sacar al país de esa crisis permitiendo que los campesinos vendan libremente a quienes deseen a precio de mercado, rebajando el costo de las licencias del trabajo independiente, así como de los abusivos impuestos, permitiendo las inversiones de cubanos del exterior así como las ayudas a sus familiares en Cuba para que puedan impulsar libremente nuevas pequeñas empresas, entre otras medidas económicas, y permitir que los artistas e intelectuales del país puedan expresarse libremente para que aporten sus ideas en la búsqueda de una solución que sólo podrá venir del consenso de toda la nación en toda su diversidad.
El Gobierno cubano se empecina en continuar manteniendo un bloqueo interno contra su propio pueblo
Pero no lo hacen, simplemente porque su actual política les permite mantener el poder absoluto y continuar una vida de privilegios, de espaldas a las crecientes precariedades de la población, con una ceguera sólo comparable a la de la reina Maria Antonieta de Francia poco antes del estallido de la Revolución Francesa, quien respondió cuando le dijeron que el pueblo pasaba hambre: «Que les den cake«.
Pero ese poder absoluto ha comenzado a resquebrajarse, y es preciso que tomen conciencia de que también absolutamente lo pueden perder si no se percatan a tiempo de que el verdadero proceso revolucionario no es el que ellos porfiadamente dicen estar encabezando, una revolución que ya acabó hace ya más de medio siglo, sino el que ya está comenzando en las calles y barrios de muchas ciudades.
El pueblo ya ha despertado, ha dejado de creer las mentiras con las que lo han embaucado por más de seis décadas y ha tomado conciencia de sus derechos, y como nadie gobierna sin el consentimiento de los gobernados, si éstos no obedecen, el gobernante deja de gobernar.