Aristizábal: Una vivienda para no habitarla jamás
El mundo está lleno de hechos insólitos, de negocios incomprensibles, de ambigüedades, de despropósitos y de codicia. Hace unos días leí algo sobre los edificios de millonarios en Manhattan, rascacielos que miden más de 400 metros y que valen millones de dólares donde no vive nadie. Según el medio especializado The Bim, un 44% de los pisos de estos edificios no se han ocupado nunca, no hay quién prenda una luz, ¿por qué? Pues porque así los edificios sean muy bonitos y lujosos no se entienden como lugares para vivir; solo son un mecanismo especulativo.
La mitad de la gente que ha comprado uno de estos apartamentos nunca lo ha ocupado y, a lo mejor, ni siquiera fue a visitar el proyecto, ni alcanzó a ilusionarse con vivir allí, porque lo que hacen estos multimillonarios es adquirir para revenderlo, posiblemente a otro multimillonario, que tampoco irá nunca, y así sucesivamente. Es como tener una obra de arte preciosa que no verá nadie.
Y es esta rueda perpetua de compraventas sin uso (cómo duele escuchar ese verbo), lo que realmente permite que los rascacielos “súperdelgados”, sean rentables. Y ojo a este dato final, codicioso, si se quiere, que me hizo pensar en lo ridículo del ser humano, estas personas, con muchísimo dinero, prefieren seguir amasando más dinero antes que vivir en un lugar tan especial como Manhattan.
Y claro, después de leer esto, me quedo dándole vueltas al asunto de qué pasará por la mente de estos multimillonarios, qué los hará parar, cuándo dirán: ya, es suficiente, no necesito más. Y de otro lado pienso en quienes no tienen ni dónde morirse. Pienso en todos los espacios vacíos que podrían albergar a quienes no tienen techo, así se esfuercen, y siento que el mundo es desigual, injusto, incomprensible. No estoy diciendo que una casa vacía o un lote sin uso, que le pertenecen a alguien, se le asignen a otro que no tiene techo, no, solo hablo de la desproporción, de la tenencia infinita de lugares y de cosas que no ayudan a construir un mundo mejor, equitativo.
Este tipo de negocios, además de beneficiar a muy pocos, indisponen, son una bofetada al resto de la humanidad. Incluso vecinos y organizaciones no gubernamentales en Nueva York se han opuesto a estos mega edificios por su impacto medioambiental, por proyectar sombras en el Central Park o incluso por su apariencia. Mientras mi cabeza no para de pensar en esto tan absurdo, en esta idiotez del ser humano, tener, no para disfrutar sino para tener mucho más, pienso en qué momento se nos olvidó cuánta tierra necesita un hombre. Mejor dicho, cuanta falta hace que esos multimillonarios, y todos, leamos a Tolstoi.