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Aristóbulo: De sonrisa a mueca

 

“Hay puñales en las sonrisas de los hombres; cuanto más cercanos son más sangrientos”.

Macbeth – William Shakespeare.

 

Uno de los rasgos más particulares del joven docente Aristóbulo istúriz era una sonrisa omnipresente.  Conocí al recientemente fallecido Ministro de Educación de la tiranía venezolana cuando él era un profesor de Historia Contemporánea de Venezuela en el Colegio La Consolación, donde fuimos colegas a mediados de los años setenta.

En esa Venezuela con  la responsabilidad de controlar y gerenciar la riqueza petrolera bajo el gobierno primero de Carlos Andrés Pérez, el profesor nativo de Curiepe era una persona de talante locuaz y simpático, siempre listo a ofrecer su sonrisa. Una persona cercana, cordial. No ocultaba sus posturas de izquierda, pero al igual que la mayoría de sus compañeros de ideología, participaba sin rollos en el debate democrático. El deseo de ir contracorriente se afirmaba de manera manifiesta como un profundo desafío, sin duda, pero dentro de los cauces democráticos.

Sus inicios en la política los hizo en Acción Democrática y su poderoso movimiento magisterial. Allí destacará en la vida gremial y sindical. Fue presidente fundador del Sindicato Unitario del Magisterio (SUMA) del Distrito Federal y miembro fundador de Fetramagisterio. Durante muchos años, fue un activo dirigente de la Federación Venezolana de Maestros (FVM) y del Colegio de Profesores de Venezuela (CPV).

Dejaría Acción Democrática por el Movimiento Electoral del Pueblo (MEP) primero, para luego mudarse a Causa Radical,  con cuyas siglas es electo Alcalde de Caracas a fines de 1992 (luego de una pasantía como diputado al Congreso Nacional), derrotando a Claudio Fermín, aspirante a la reelección. ¿Sospechaban en ese entonces ambos que coincidirían -cada uno a su peculiar manera- en su oposición a los valores de la democracia y la libertad, para dar su apoyo al radicalismo representado por el socialismo del siglo XXI? Aquí hay que reconocerle a Istúriz que él lo hizo sin máscaras ni fingimientos de ningún tipo.

El golpe del 4 de febrero de 1992 lo encuentra en una curul parlamentaria, y su discurso no será olvidado por Chávez, quien en 2007 afirmará lo siguiente: “…Pero sobre todo Artistóbulo y nosotros nos sellamos el 4 de febrero de 1992, porque fue uno de los pocos líderes políticos, casi el único que salió prácticamente a defender la rebelión militar con coraje, con valentía desde las tribunas del entonces Congreso Nacional…”.

¿Ya sabía Aristóbulo en ese momento que el golpista fracasado era un cuadro comunista infiltrado en la Academia militar?

En 1997 funda junto a otros dirigentes disidentes de La Causa Radical el partido Patria Para Todos, siempre en órbita de izquierda. Durante la elección presidencial de 1998  apoyaron la candidatura de Hugo Chávez. Sus quehaceres cambian, y vaya de qué manera.

Su vida, a partir de entonces, fue un velorio. El Aristóbulo que Venezuela había conocido en tiempos democráticos murió hace más de veinte años. Porque, como afirmara Albert Camus, toda vida orientada fundamentalmente hacia el dinero es una muerte.

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Mucho se ha dicho, mucho se le ha dicho, en la despedida mediática a quien es, sin duda, el ministro de educación más acaudalado de la historia (en un gremio donde la labor de una vida no da para amasar ni grandes ni pequeñas fortunas). De educador a ave de rapiña, su biografía cubre las mismas felonías éticas que también asumieron tantos otros que se consideraban luchadores sociales progresistas, y que hacían todo tipo de acrobacias dialécticas para atacar a la sociedad abierta, pluralista y pacífica que era la Venezuela de la república civil, antes de la llegada de los juegos de tronos del socialismo del siglo XXI. Istúriz  se convirtió en defensor irreductible del régimen chavista, para por esa vía alcanzar beneficios económicos y privilegios variados. El otrora dirigente sindical tomó la decisión de no defender con entereza y lucidez la democracia, asumiendo por el contrario, sin ambages, la tentación totalitaria representada por Hugo Chávez, dejar de soñar para asumir la pesadilla tiránica, gustosamente envolviéndose en sus invisibles redes de robusta y maniquea mendacidad. Náufrago de sus acciones de juventud, cambió definitivamente la docencia por la indecencia.

Se convirtió en un ejemplo perfecto de que -como afirma el filósofo español José Antonio Marina- el estudio del poder es una travesía de la biología a la ética, con la historia mostrándonos que son muchos los que se pierden, los que se extravían en el camino. Terminan cantando una tonada pero viviendo otra distinta.

El grado de su traición -no otro sustantivo debe usarse- a la venezolanidad,  a la moral republicana, podría explicarse de muchas maneras; consideramos suficiente mostrar su abultado currículo de responsabilidades bajo las administraciones de Chávez y de Maduro:

Fue elegido en 1999 a la Asamblea Nacional Constituyente que Chávez se sacó cual conejo de sombrero de mago y donde nuestro educador ocupó la segunda Vicepresidencia; fue el candidato del gobierno nacional a la Confederación de Trabajadores de Venezuela contra Carlos Ortega, de Acción Democrática. Una anécdota: su candidatura le tumbó las aspiraciones de ser el candidato de Chávez a otro dirigente gremial de la izquierda, Pablo Medina.

Además fue Ministro de Educación por vez primera en el gobierno de Hugo Chávez entre 2001 y 2007, así como coordinador del Gabinete Social y Presidente de la Comisión Presidencial de la llamada Misión Robinson.

En 2007 deja su partido, Patria Para Todos, para incorporarse  al nuevo Partido Socialista Unido de Venezuela. Su chavismo no tiene vuelta atrás. En 2008 se presenta como candidato a la Alcaldía Metropolitana de Caracas para las elecciones del 23 de noviembre de ese año por el PSUV, pero es derrotado por el candidato opositor Antonio Ledezma.

Regresa a la vida parlamentaria al ser electo diputado en 2010. Luego Nicolás Maduro, a comienzos de 2016,  lo designa como su nuevo vicepresidente, sustituyendo a Jorge Arreaza. Un año después, el 4 de enero de 2017, es electo para dirigir el Ministerio para las Comunas.

El 30 de julio de 2017 resulta elegido a la nueva -e ilegal- Asamblea Nacional Constituyente. Posteriormente regresa al Ministerio de Comunas y luego al Ministerio de Educación, puesto en el que fallece.

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Lo cierto es que la sonrisa de sus años mozos se fue transformando a medida que descendía a los infiernos socialistas  en una mueca insensible, cínica e inhumana, con la que llevó a cabo, sin descanso,  la nauseabunda labor con la que pasará a la posteridad: la destrucción de la educación venezolana. Al momento de su fallecimiento, el sueldo de un maestro o de un profesor de secundaria es irrisorio, el más bajo de América Latina y entre los más escasos del mundo, los planes de estudio fueron transformados para promocionar la tiranía, y toda una serie de beneficios sociales que venían de la época democrática -como los seguros de salud- también desaparecieron durante la gestión de Istúriz. Incluso la sede física ministerial tuvo que soportar un horroroso incendio obviamente jamás explicado.

Nada de esto lo perturbó o preocupó. Siempre se mostró impermeable a cualquier evidencia sobre su desastrosa gestión ministerial, su impostura, o su inopia ética. Como si hubiera nacido otro Aristóbulo, un demoníaco Mr. Hyde obviamente opuesto a su versión joven de Dr. Jekyll, nunca intentó ocultar su recién adquirida fortuna. De progresista del ala sindical a izquierdista del ala caviar, con el salto dialéctico de la cervecita en un botiquín petareño a un fino champagne galo.

El orgulloso dirigente, que asimismo pasará a la historia por su frase: “el control de cambio en Venezuela no existe por motivos económicos sino políticos’, se compró durante estos años de robolución todo tipo de lujos, como un espacioso yate, en el cual él y su familia hacían vida social allá por las costas caribeñas anzoatiguenses.

Ese Aristóbulo que falleció habiendo olvidado en qué consistía el oficio de ser hombre, murió sin entonar un mea culpa, intentar justificar sus infamias o pedir una absolución al menos leve. Tal y como murió Hugo Chávez.

 

 

 

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