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Armando Durán /Laberintos:   ¿Adiós, Señor Sánchez?

   Los diputados del Partido Popular recibieron el pasado martes el ingreso de Alberto Núñez Feijóo al hemiciclo del Congreso con una gran ovación. No era para menos. En las elecciones autonómicas de Galicia, realizadas este 18 de febrero, si bien el PP perdió 2 escaños, conservó la mayoría absoluta del parlamento gallego, mientras el PSOE, de los14 escaños que obtuvo en las elecciones de hace cuatro años, pasó a solo 9 ahora, una auténtica debacle política para el socialismo español, sobre todo para Pedro Sánchez. Votos de uno y otro que fueron a parar al Bloque Nacionalista Galego, que subió, de 19 escaños, a 25. Realidad política que coloca al PSOE institucionalmente y a Pedro Sánchez personalmente, después de haber logrado la proeza de derrotar a Núñez Feijóo en su sesión de investidura a pesar de ser el candidato más votado en las elecciones generales del pasado mes de julio, en una situación de indefensión casi absoluta.

   La culpa de esta catástrofe al parecer insuperable es de tres graves errores cometidos por el propio Sánchez. El primero, la impertinencia de una arrogancia que lo llevó a distanciarse de Felipe González y del “felipismo” desde su primera pasantía por la Secretaría General del partido, que se vio obligado a abandonarla tras su derrota en las elecciones generales de 2016. En esa intrincada encrucijada, que incluyó su renuncia a su acta de diputado, Sánchez demostró tener una extraordinaria capacidad de resistencia, pues pudo rehacerse rápidamente del golpe y recuperar la jefatura del partido al vencer en elección primaria a dos contrincantes de mucho peso, Susana Díaz y Patxi López. El segundo, haber convertido a José Luis Rodríguez Zapatero y al ala izquierda de la socialdemocracia española en los sostenes de su liderazgo, controversial alianza que lo llevó a adoptar la radical agenda social, primero de Podemos y después de Sumar, decisión que sin la menor duda socavó aún más la unidad interna del PSOE y la fortaleza de su liderazgo. EL tercer y paradójico traspié ha sido su obsesión por conservar el poder a toda costa, postura que desdibujó la posición mayoritaria del partido y del país en general, al ofrecer la aprobación de una ley de amnistía para los independistas catalanes que, comandados por Carles Puigdemont, entonces presidente de la Generalitat, en octubre de 2017 proclamaron unilateralmente la independencia de Cataluña, a cambio de los votos de Junts y Esquerra Republicana, necesarios para armar una mayoría parlamentaria que le impidiera a Feijóo sumar los votos parlamentarios necesarios para poder asumir la Presidencia del Gobierno.

   Resultado de estos pasos en falso de Sánchez ha sido que el PP gallego, sólida base política y social de Núñez Feijóo, aun a pesar de la muy débil posición en que quedó el PP y el propio Npuñez Feijóo después del mal manejo de la campaña electoral y de las negociaciones parlamentarias imprescindibles para triunfar en el debate de investidura, conserva el gobierno de Galicia, que sumado al gobierno de otras 10 autonomías y de Madrid, representan el 70 por ciento de la población española, un poder electoral que, añadido a tener mayoría determinante en el Senado pone en manos de Núñez Feijóo el poder de vetar las leyes que apruebe el Congreso de los Diputados.

   Estas circunstancias, sin la menor duda, acercan a Nuñez Feijóo a su declarada pretensión de borrar a Pedro Sánchez y al “sanchismo” del mapa político español y reducen dramáticamente las opciones al alcance de Sánchez para rechazar los ataques que se le vienen encima. ¿Significa esto que nuestro flagelado personaje esté a punto de correr la misma suerte que sacó definitivamente del juego a Mariano Rajoy en junio de 2018? Es posible, pero no seguro.

   Llave para despejarle a corto plazo el camino a los populares habrá que buscarla, primero, dentro de ocho semanas, cuando el próximo 21 de abril se celebren elecciones autonómicas anticipadas en el País Vasco, y después, el 9 de junio, cuando España, al igual que las demás naciones miembros de la Unión Europeo, elegirán a los 720 diputados del Parlamento Europeo. Las elecciones vascas las convocó esta misma semana Iñigo Urkullo, del conservador Partido Nacionalista Vasco y lendakari desde hace 12 años, que esta vez no se presentará como candidato de su partido. Según las encuestas, la supremacía del PNV se encuentra bajo seria amenaza por el ascenso del izquierdista Bildu, cuyo crecimiento lo registran todas las encuestas al coincidir en señalar un virtual empate técnico entre ambas organizaciones políticas. Por otra parte, vale la pena tener presente que en las últimas elecciones europeas los candidatos del PSOE superaron cómodamente a los del PP.

   De acuerdo con este calendario electoral podemos afirmar que si el PNV revalida su dominio político en las elecciones autonómicas de abril y el PP derrota al PSOE en las europeas de junio, habría que quitarle los signos de interrogación al título de esta columna. Si no, tendríamos que darle la razón a Sánchez, quien esta semana, desde Marruecos, en visita oficial a Rabat, declaró, sonriente, que la oposición, es decir, el PP, se precipita al darle a los resultados electorales de Galicia una interpretación que no tiene. No obstante, el presidente del gobierno español también reconoció, ¿resignado a pagar la factura?, que él tenía “toda la responsabilidad” de lo ocurrido.

   Mientras tanto, desde Madrid, El País, periódico de indiscutible tendencia socialdemócrata, ha comenzado a plantear, incluso en su editorial del pasado martes, la necesidad de que Sánchez reconozca la necesidad de rectificar, un propósito de enmienda que no parece estar en los planes del presidente del gobierno, sino todo lo contrario. Según él mismo ha sostenido, su gobierno no cambiará nada para ajustar sus objetivos a esta nueva realidad. Genio y figura de Pedro el obstinado, personaje que ciertamente se encuentra a un paso de caer en un abismo en esta oportunidad irreversible.

 

 

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