Armando Durán / Laberintos: ¿Cede la oposición venezolana?
“La alianza opositora Mesa de la Unidad Democrática (MUD) le anunció al país y a la comunidad internacional, el pasado viernes 21 de octubre, que el régimen chavista, por intermedio de su segundo presidente, Nicolás Maduro, había dado un golpe de Estado. En virtud de ello, amparados en los artículos 330 y 350 de la Constitución Nacional, convocaban al pueblo a declararse en rebelión popular, tomar las calles de toda Venezuela desde el miércoles 26 de octubre y seguir haciéndolo hasta que se restablezca en el país el hilo constitucional. Entraba de este modo la crisis venezolana en una etapa que puede llegar a ser terminal.”
Con este párrafo comenzaba mi columna del miércoles pasado, pero la realidad nunca se aproximó al tremendismo verbal de la oposición. Cierto que desde aquella tarde, y hasta el domingo 30 de octubre, ese tono de ruptura que le advertía al país y a la comunidad internacional que la oposición se apartaba de su pasado conciliador y asumía la responsabilidad de llamar dictadura al régimen, abría un espacio ilimitado a la imaginación ciudadana. Cierto también que desde ese momento el proceso político venezolano adquirió una velocidad de vértigo. María Corina Machado y Lilian Tintori, esposa de Leopoldo López, preso político desde febrero de 2014, auto-bautizadas como las Resteadas, llenaron de mujeres indignadas la autopista Francisco Fajardo de Caracas. La Asamblea Nacional anunciaba para el primero de noviembre el inicio de un juicio político a Nicolás Maduro. La MUD convocaba al pueblo opositor a manifestarse contra el régimen en las calles de toda Venezuela el miércoles 26 de octubre, actividad que le dio a la oposición un imponente triunfo político que los dirigentes de la MUD aprovecharon para llamar a los venezolanos a una gran marcha hacia el palacio de Miraflores con la finalidad de entregarle a Maduro su carta de despido. Para completar este cuadro alentador, desde la Asamblea Nacional, en medio de un clima de crispación extrema, Julio Borges, jefe de la fracción de la MUD, se pronunciaba contundentemente en favor de la rebelión.
Mientras tanto, sin embargo, una duda comenzó a ensombrecer el horizonte nacional. José Luis Rodríguez Zapatero había regresado a Caracas por sorpresa y de pronto circularon rumores sobre una eventual reanudación del diálogo interrumpido, primero en República Dominicana en mayo y después, en septiembre, en Caracas, entre representantes del gobierno y de la oposición. Con un agravante: a instancias de la oposición y del gobierno, el Vaticano aceptaba ahora enviar un enviado personal del papa Francisco para mediar entre las partes. Por su parte, John Kerry, secretario de Estado norteamericano, se reunía en Cartagena con Maduro. Se informó entonces a la prensa que el subsecretario Thomas Shannon también se incorporaría a los mediadores de UNASUR y del Vaticano. Estas noticias no eran inocentes en absoluto.
Algunos dirigentes de la oposición insinuaron esos días que quizá se produciría un encuentro gobierno-oposición, otros, en cambio, negaban esa posibilidad. Después se supo que un grupo de ellos se había reunido con el enviado papal, pero la MUD aclaró que en ese encuentro no había participado ningún representante del gobierno, pero no tardaron mucho las redes sociales en publicar una foto de Jesús Torrealba, secretario ejecutivo de la MUD, con el cardenal suizo Emil Paul Tschrrig, enviado del papa misteriosamente sustituido muy pocos días más tarde, pero a esa misma mesa estaban sentados los habituales representantes del gobierno. La duda cobró fuerza y una vez más surgió la desconfianza como ingrediente perturbador de la conciencia civil del país. Y así, durante los días siguientes, a medida que la incoherencia y las contradicciones del discurso opositor fue transformando la duda en inquietud creciente, un comunicado del cardenal expresaba su satisfacción por la buena disposición del gobierno y la oposición en llegar a acuerdos de las partes en conflicto y anunciaba una primera reunión formal de sus representantes para el domingo 30 de octubre en la isla de Margarita.
En este punto, escribí en mi columna del miércoles pasado, ardió Troya. La MUD negó que sus representantes fueran a reunirse con el gobierno en Margarita, pero no descartaron que se produjera en Caracas. Luego también se negó esta alternativa. En la agenda de la oposición, sostenían voceros calificados de la alianza, no se incluía diálogo alguno con representantes del gobierno, sino juicio político a Maduro y marcha hasta el palacio de Miraflores. Finalmente llegó el domingo 30, y en horas del mediodía se supo que a pesar de idas y venidas de los días anteriores, dos de los principales partidos de oposición, Primero Justicia y Un Nuevo Tiempo, habían accedido a reunirse con el gobierno. Voluntad Popular, el partido de López, informó en cambio que ellos no acudirían a la cita, porque sencillamente no existían condiciones favorables a un auténtico diálogo con el gobierno. Por su parte, Henry Ramos Allup, presidente de la Asamblea Nacional, hizo saber que su partido, Acción Democrática, sólo participaría en el encuentro si Voluntad Popular también accedía a hacerlo. Ya en la tarde, sin embargo, se supo que aunque Voluntad Popular ratificaba su decisión de no asistir a esa primera reunión y reiteraba la convocatoria a marchar el jueves 3 hacia Miraflores, Ramos Alluop cambió bruscamente de parecer: Acción Democrática sí asistiría al encuentro con el gobierno, según sostuvo, porque “si el Vaticano lo pide, no podemos negarnos.”
Este fue la polémica introducción al encuentro que se inició a las 7:30 de la noche. A esa hora comenzaron a llegar los representantes del gobierno y la oposición al museo Alejandro Otero, el lugar seleccionado. Por último llegó, visita que no se había previsto, el propio Nicolás Maduro, una jugada maestra frente a los múltiples errores comunicacionales de la oposición, tal como demostró la televisión oficial, único medio al que se le permitió el ingreso al museo, que transmitió señales perfectamente organizadas por los asesores del régimen para destacar la aparición presidencial y el clima de sorprendente cordialidad que reinó en ese instante en el ambiente del encuentro, con un Maduro cordial, casi amoroso, que saludó a todos los presentes, de manera muy especial a Torrealba, sobre cuyo hombro derecho depositó una mano en ostensible gesto de camaradería y complicidad, que indignó a la inmensa mayoría de los televidentes que seguían asombrados el desarrollo del espectáculo.
Por supuesto, Maduro presidió la mesa, una escena que justificaba su esfuerzo, y durante algunos minutos pronunció un monólogo sobre su disposición al entendimiento y al amor que debe unir a los hombres de buena voluntad. Inmediatamente después se marchó, ya había cumplido su misión, y hasta ahí llegó la transmisión del acto, que se prolongó hasta las dos y media de la madrugada. Las cámaras volvieron a encenderse y registraron la despedida de unos y otros, las risas, los abrazos, las palmitas en la espalda. El mensaje quedó claro. Sin novedad en el frente, por los menos, hasta el 11 de noviembre, fecha del siguiente encuentro del gobierno la oposición.
Las redes sociales estallaron de indignación la noche de ese domingo y la madrugada del lunes, día en que la dirigencia de la MUD se sintió en la obligación de advertirle al país que la celebración de este primer contacto no modificaba en absoluto la agenda acordada la semana anterior, es decir, el inició el martes por la tarde del juicio político a Maduro, quien debía presentarse a la sede de la Asamblea Nacional para responder a las acusaciones que se le hacían de ser el responsable político de la pavorosa crisis que sufre Venezuela, y que la marcha del jueves 3 hasta el palacio de Miraflores seguía en pie.
Falso, absolutamente falso anuncio, que durante algunas horas, si bien no borraron del paladar venezolano el mal sabor causado por el encuentro que no iba a ser pero que sí fue, sin duda lo suavizó. Sin embargo, a primeras horas de la tarde, con la Asamblea Nacional rodeada de efectivos antimotines de la Guardia Nacional para impedir que los centenares de chavistas vociferantes acampados a las puertas del Palacio Legislativo invadieran el recinto parlamentario, Ramos Allup, en su condición de presidente de la Asamblea, y Borges, como jefe de la bancada opositora, le explicaron a sus diputados que lo mejor era cancelar la sesión y el juicio político a Maduro, y suspender la marcha del jueves, pues el encuentro del domingo permitía presumir que pronto se verían los primeros frutos del diálogo: la gradual liberación de los 114 presos políticos que hoy sufren prisión por pensar diferente; la ayuda humanitaria en materia de alimentos y medicinas; la posibilidad de repetir antes de diciembre la elección para los cuatro escaños parlamentarios del estado Amazonas, a cuyos titulares el Tribunal Supremo de Justicia les ha negado el día de hoy derecho a incorporarse a la Asamblea; la elección, también antes de diciembre, de un nuevo y equilibrado directorio del Consejo Nacional Electoral; el reconocimiento por parte del Ejecutivo y demás poderes públicos de la autoridad y funciones de la Asamblea Nacional; y la celebración anticipada de elecciones generales anticipadas, incluyendo la elección de un nuevo presidente de la República, no en diciembre de 2018, como está previsto en el cronograma electoral, sino en el segundo semestre de 2017. Auténticas joyas de la corona, que de cumplirse, justificarían plenamente esta substancial modificación de la agenda opositora.
Luego, durante la sesión plenaria, Borges fundamentó el cambio en la esperanza de que al régimen, acosado por el carácter insostenible de la crisis y la presión tanto del Vaticano como del gobierno de los Estados Unidos y la Unión Europea, no le quedará más remedio que ceder en estos puntos que la oposición considera esenciales para poder evitarle al país una explosión social y seguir dialogando con el gobierno. Luego añadió, aunque sin mucha convicción, que “si no se consiguen estas peticiones, daremos la pelea.” Por su parte, Ramos Allup argumentó que “todo proceso de diálogo requiere de ciertos sacrificios. Asumimos el costo político si se reducen los problemas del país.”
Desde la otra acera de la oposición, el diputado Freddy Guevara, coordinador de Voluntad Popular mientras Leopoldo López permanezca en prisión, advirtió “que si para el 12 de noviembre Maduro no ha vuelto al carril de la Constitución y nuestro pueblo sigue sin una nueva elección para cambiar de presidente, debemos declarar el abandono del cargo de Maduro y movilizarnos a Miraflores.” Declaración a la que Maduro respondió, después de haber inaugurado un programa de salsa en la emisora de radio oficial Miraflores, acusando a Guevara de criminal que debe estar preso y a Voluntad Popular de ser “un partido terrorista.” Por último, Antonio Ledezma, encarcelado alcalde metropolitano de Caracas, quien se decía en ese momento que sería puesto en libertad en los próximos días, publicó al final de la tarde el siguiente y categórico tuit: “Realizar el referéndum revocatorio, rescatar el derecho de protestar en Venezuela y enjuiciar a políticos responsables de esta crisis valen más que mi libertad.”
Mientras tanto, nada sorprendente o novedoso está previsto que ocurra hasta esa fecha señalada para saber si en verdad un régimen acorralado comenzará a abrir los diques que hasta el día de hoy asfixian a la sociedad venezolana o si esta es, como la experiencia permite suponer, una nueva burla del régimen. En esta oportunidad, con la complicidad de una capitulación total de los dirigentes de la MUD. Un punto de inflexión en el proceso político venezolano, pues a partir del próximo 11 de noviembre sabremos, ya sin la menor duda, de que están hechos el gobierno y la oposición en esta Venezuela de la crisis y la miseria.