Armando Durán – Laberintos: El escenario electoral venezolano
Escribo estas líneas el martes 26 de marzo por la mañana. Debieron haberse escrito y publicado el pasado viernes, pero el complejo y elástico escenario electoral venezolano se hundía entonces, minuto a minuto, en espesas arenas movedizas. Se imponía hacer una pausa en el camino hasta que ayer lunes, a las 12 en punto de la noche, concluyó el plazo de 5 días de que disponían los partidos políticos reconocidos como tales por el Consejo Nacional Electoral para inscribir a sus candidatos para le elección presidencial del próximo 28 de julio. Entretanto, los rumores, las adivinanzas, las afirmaciones, los deseos, creaban un magma gaseoso, espeso, preñados de malos y recónditos presentimientos. ¿Autorizarían las autoridades electorales la inscripción de Corina Yoris, la académica seleccionada por María Corina Machado para representarla como candidata presidencial de los partidos políticos de la llamada Plataforma Unitaria de la Oposición en esa controvertida contienda electoral? ¿Se atrevería Nicolás Maduro a extender a Corina Yoris y a cualquier eventual candidato de la oposición verdadera el derecho a la candidatura de María Corina Machado? ¿Repetirá Maduro al pie de la letra el libreto de su abiertamente fraudulenta reelección en los comicios de mayo de 2018, es decir, una votación sin contrincante válido?
Ante estas y otras muchas y escabrosas incertidumbres solo quedaba hacer un alto en el camino y esperar mientras el CNE, al ritmo que le marcan desde el Palacio de Miraflores, fuera anunciando la postulación de sucesivos candidatos títeres del régimen, cuyo único papel en esta comedia de enredos iniciada en 1999 es aparentar ser, aunque nadie se lo crea, supuestos retadores del poder hegemónico que ejerce Maduro desde abril de 2013. Hasta que cuando faltaba un instante para llegar a la fatal medianoche del 26 de marzo, saltó por fin la liebre que faltaba, con la postulación del actual gobernador Manuel Rosales.
Durante los últimos meses se sabía que en algún momento Maduro se sacaría de la manga algo que le permitiera darle un barniz de competitividad a una elección presidencial de cuyo resultado, la reelección de Maduro, nadie tenía la menor duda. También se sabía, incluso antes de que representantes de Maduro se comprometieran en Barbados el 17 de octubre del año pasado a organizar en el segundo trimestre de 2024 una elección presidencial libre y competitiva que devolviera al régimen la legitimidad perdida en la farsa electoral de mayo de 2018, origen de las sanciones políticas y diplomáticas acordadas por las democracias de las dos Américas y la Unión Europea, aceptaría en esta ocasión la participación de candidato “opositor” potable, es decir, que tuviera cierta fuerza política propia y representara una oposición cómoda, cooperante, como era Manuel Rosales, excandidato presidencial contra Hugo Chhávez en la elección presidencial de 2006, varias veces alcalde de Maracaibo y otras tantas gobernador del estado Zulia, siempre dispuesto a entenderse con Chávez primero y con Maduro después. Por último, después de la contundente victoria de María Corina Machado en la elección primaria de la oposición el pasado 22 de octubre, también se supo que a la beligerante lideresa del partido Vente, bajo ningún concepto se le podía permitir participar en esa futura electoral.
Estas certezas definieron la estrategia electoral de Maduro a partir de aquella imprevista y desagradable sorpresa que le dio Machado la noche del 22 de octubre. Resultado tormentoso que llevó a Maduro a tomar decisiones precipitadas, hasta que finalmente sus estrategas lograron encauzar sus últimas reacciones al intransigente desafío que presentaba Machado. Habría elección presidencial en el segundo semestre del año, como se había acordado en Barbados, pero no en diciembre, sino cuanto antes. De ahí surgió la fecha del 28 de julio, aniversario, por cierto, del nacimiento de Hugo Chávez. Por otra parte, para darle un viso de legalidad a la inconstitucional inhabilitación administrativa de Machado, se recurrió al dócil Tribunal Supremo de Justicia para ratificar su inhabilitación. Por último, Machado tomó la iniciativa de designar a Corina Yoris, académica de historial impecable para representarla como candidata unitaria de la oposición, a lo que el régimen reaccionó no permitiéndole a la “sustituta” inscribir su candidatura en el registro del Consejo Nacional Electoral. Ni por internet, ni presencialmente. A todas estas, Manuel Rosales, su partido Un Nuevo Tiempo (UNT) y Omar Barboza, su brazo derecho desde los años ochenta y coordinador de la Plataforma, hacían estruendosas manifestaciones de lealtad, de falsa lealtad, a la legítima aspiración de Machado.
Una historia de amable y al parecer inquebrantable respaldo que duró, exactamente, hasta que faltaba apenas un minuto para que concluyera el plazo de postulaciones abierto por el CNE. Fue entonces, tras el llamado público que hizo el también excandidato presidencial Henrique Capriles de que había llegado la hora de tomar “decisiones injustas pero inevitables”, que con el falso pero teatral argumento de sacrificarse por la patria para no arrebatarle al pueblo el derecho a votar por no tener un candidato verdaderamente de oposición al régimen, Manuel Rosales tomó la “injusta pero inevitable” decisión de sacrificarse por la patria, aceptando ser, en ese último y desesperado momento, el candidato presidencial de la oposición. Una decisión desde todo punto de vista tramposa, acordada, con el visto bueno de Maduro, cuyas reales consecuencias comenzarán a producirse en cadena a partir de este mismo y vergonzoso instante.