Armando Durán / Laberintos: ¿Elecciones en Venezuela? ¡Por favor!
“En este mundo”, decía Calderón de la Barca, “todo es verdad y todo es mentira.”
La agudeza del autor de La vida es sueño la recordé hace algunos días, al escuchar decir a Nicolás Maduro que el próximo año habrá elección presidencial en Venezuela.
La noticia no tomó a nadie por sorpresa. Poco antes, los dirigentes de la atomizada y más bien insignificante oposición a Maduro ya habían anunciado que el próximo 22 de octubre la llamada Plataforma Democrática celebrará elecciones primarias para unificar al país en torno a un candidato único como contrincante del candidato oficialista en esas urnas, todavía eventuales, del 2024. Y “colorín colorao”, caballeros, porque esta vez sí vamos a ganar (o sea, que hasta ahora siempre hemos perdido) y al fin superaremos, política, electoralmente y en santa y dichosa paz, la insondable y devastadora crisis venezolana. Tal como lo mandan Dios, el sentido común y la comunidad internacional.
Se trata, por supuesto, de una soberana y podrida mentira. De la misma, grosera y manoseada mentira de Hugo Chávez el 14 de abril de 2002, cuando tras 47 horas de cautiverio y sobresalto, crucifijo de buen cristiano en las manos y voz afectada por la gravedad de aquel momento histórico, pidió públicas disculpas a los posibles agraviados por sus errores y convocó a los venezolanos a negociar, todos juntos, un gran acuerdo de reconciliación nacional.
Mentira más que grosera, pero que le sirvió a él y, desde marzo de 2013, a Maduro, su sucesor, para no arrebatarle del todo a los venezolanos la ilusión de recuperar la normalidad política, económica y social, a punta de votos. Como si la maniobra chavista no tuviera el muy contrario objetivo de desmovilizar a los ciudadanos, y como si ese paso atrás de negociar y hacer elecciones no fuera lo que en verdad era, una simple trampa caza bobos para recuperar el aliento perdido en alguna encrucijada difícil del camino y dar después, ¡gracias, Vladimir Ilich, por tu sabiduría estratégica!, dos pasos adelante.
El primer fruto de aquel engaño destinado a crear en el ánimo de los venezolanos la esperanza de un cambio de conducta pública democráticamente negociado entre todas las partes y resuelto en las urnas, fue la falsa Mesa de Negociación y Acuerdos que sirvieron al gusto de Chávez dos excelsos maestros de ceremonia: César Gaviria, expresidente de Colombia que entonces era secretario general de la OEA, y Jimmy Carter, expresidente de Estados Unidos y fundador del llamado Carter Center, fundado en 1982 con el propósito de mediar en conflictos internacionales y propiciar el desarrollo democrático en todo el mundo.
Perverso producto de aquel empeño, que en todo momento contó con la complicidad y el colaboracionismo de la entonces llamada Coordinadora Democrática, después Mesa de la Unidad Democrática y por último Plataforma Democrática, fue el acuerdo firmado el 29 de mayo de 2003 por los representantes de ambas partes, que, según el informe preparado por Francisco Diez, representante del Centro Carter en la Mesa, logró “evitar la explosión de violenta abierta” en Venezuela y “abrió la puerta del referendo revocatorio presidencial de Hugo Chávez.”
En esa Mesa y en esos acuerdos para solucionar la crisis del país por la buenas y garantizar el restablecimiento en Venezuela del mecanismo democrático del voto como herramienta útil y confiable para dirimir las diferencias ciudadanas, se produjo el inicio real de esta experiencia que sus promotores llamaban “revolución bolivariana.” A lo largo de los 20 años transcurridos, se ha reproducido la maniobra varias veces, en diferentes escenarios y múltiples versiones, pero en cada ocasión siguiendo con fidelidad los hilos de la trama original para obtener idénticos resultados y satisfacer los mismos intereses y los beneficios compartidos entre el régimen y el sector dominante de lo que podríamos llamar (no hay otro modo de llamarla) oposición venezolana al régimen.
En el fondo, la historia de este engaño ha constituido la esencia de la historia política de esta compleja etapa de la historia nacional, cuyo primer episodio fue la decisiva victoria del régimen en el referendo revocatorio del mandato presidencial de Chávez, cuyo realización y desenlace fueron legitimados por Gaviria y Carter. Un triunfo que a su vez le permitió al régimen vender como verdad la mentirosa institucionalización del entendimiento entre contrarios, porque a fin de cuentas no eran tan opuestos como decían ser, y recurrir a la periódica celebración de consultas electorales como válvulas de escape de la olla de presión en que se convertía Venezuela cada vez que la revolución del “socialismo o muerte” parecía estar a punto de hacerla estallar en pedazos. Gracias a ello, el régimen, desde todo punto de vista imagen perfecta del fracaso conseguido por esfuerzo propio de sus promotores y jefes, puede jactarse de hacerle posible a sus socios la imposible proeza de conservar el poder hasta el fin de los siglos.
La receta de este plato, suculento para unos pocos privilegiados, sin embargo, se ha hecho muy poco digerible para la inmensa mayoría de los consumidores venezolanos. Hasta que, al cabo de la misma mesa de supuestos diálogos, negociaciones y acuerdos, y después de otras tantas y siempre frustradas jornadas electorales, la vergonzosa complicidad con el régimen de la “oposición” le quitó el apetito a los electores venezolanos.
Respuesta directa del organismo social a esta sostenida y muy penosa indigestión ha sido la absoluta indiferencia del país, que sí es opositor pero tanto del gobierno como de sus falsos dirigentes opositores, y la difusión de una Carta Abierta en Respaldo a la designada Comisión Nacional de Primaria de la oposición y al voto como recurso milagroso para curar todos los males nacionales, suscrita por una larga lista de abajo firmantes, al frente de la cual, nada casualmente sino en estricto y revelador orden protocolar, aparecen: Luis Ugalde, Ramón Guillermo Aveledo, Ramón José Medina, Vicente Díaz, Vladimir Villegas, Jorge Roig, Elías Pino Iturrieta, Francisco Suniaga, Jorge Botti, Mike Penfold, Gustavo Villasmil, Valentina Quintero, César Miguel Rondón, Imelda Cisneros, Juan Rafalli, Colette Capriles, Elsa Cardozo, Luis Beltrán Petrosini… y pare usted de contar.
Como nos advierte el dicho popular, dime con quién andas y te diré quién eres.