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Armando Durán /Laberintos: ¿Guerra de Trump contra Canadá y México?

Donald Trump

El pasado lunes, en mensaje divulgado por las redes sociales, Donald Trump advirtió a Canadá y México (también a China, pero esa es otra historia), que desde el primer día de su mandato Estados Unidos aplicará un arancel adicional de 25 por ciento a los productos importados de esos países, a no ser que sus gobiernos detengan el tráfico de droga y el flujo de migrantes ilegales.

   En un primer momento, la amenaza de Trump disparó todas las alarmas en ambos países, privilegiados socios comerciales de Estados Unidos desde la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte en 1992. El mensaje es, por supuesto, una extorsión: si no me das lo que yo exijo, tendrás que atenerte a las consecuencias. En el caso de México, con consecuencias fatales, pues gracias a la radical reducción de las barreras comerciales de acuerdo con el TLCAN, las exportaciones de México a su vecino del norte alcanzan ahora, a entre 40 y 50 mil millones de dólares mensuales. Una magnitud que ha impulsado muy significativamente la economía y el empleo en México, y abaratado, también muy significativamente, el precio de productos estadounidenses o no, manufacturados más allá del río Grande, porque los salarios y costos de producción en México permiten reducir sus precios de ventas. Algo similar, aunque en menor escala, ocurre con el comercio entre Estados Unidos y Canadá.

   Como es natural, esta amenaza de Trump, suerte de extorsión imprevista y terminante, igual que ocurrió con Francia durante el primer mandato presidencial de Trump, cuando Emmanuel Macron, su homólogo francés, anunció que su gobierno aumentaría los aranceles a los vehículos automotores importados de Estados Unidos, Trump no perdió entonces ni un minuto para reaccionar. Llamó por teléfono a Macron y le advirtió que tan pronto Francia aplicara estos nuevos impuestos, Estados Unidos le fijaría un arancel de 100 por ciento a los vinos y champañas franceses. Santo y rápido remedio de lo que terminó siendo solo un fugaz malentendido.

   En función de aquel episodio, esta categórica advertencia del presidente electo de Estados Unidos plantea una incógnita que causa grandes temores a los cuatro vientos. ¿Contempla Trump desconocer los acuerdos comerciales negociados por Estados Unidos, Canadá y México al comienzo de los años 90 del siglo pasado, acuerdos actualizados por los tres países miembros en el año 2018, y desatar una suicida guerra comercial de Estados Unidos con el resto del mundo? ¿Guerra que afectaría a todos por igual, o como ocurrió con el incidente francés, solo nos hallamos a una táctica de Trump con la finalidad de arrinconar a los otros y obligarlos a aceptar sus exigencias, por costosas y complejas que sean, aunque solo sea para evitar males mayores?

   Por ahora, todo permite suponer que esta amenaza solo persigue el objetivo de “convencer” a sus vecinos, por una parte, a respaldar su decisión de frenar lo más radicalmente posible, el tráfico de drogas por sus fronteras terrestres con Estados Unidos, sin tener en cuenta que mientras no se reduzca la demanda de estupefacientes en Estados Unidos será prácticamente imposible frenar el creciente negocio del tráfico de drogas. En materia migratoria, reducir el ingreso de migrantes ilegales por las fronteras con México y Canadá es un objetivo perfectamente factible. Tanto, que Trudeau y Sheinbaum han reaccionado de inmediato.

   El mismo lunes, muy poco después de publicarse el mensaje de Trump en la plataforma digital X, Trudeau lo llamó por teléfono y ambos personajes sostuvieron una conversación de casi dos horas. Ninguno de los dos se refirió después a lo conversado, pero este viernes Trudueau visitó a Trump en Mar-a-Lago, un encuentro que culminó con un almuerzo al parecer muy cordial. No hubo información de lo discutido y acordado, pero resulta lógico pensar que ambos limaron todas las posibles discrepancias, y aquí, caballeros, no ha pasado nada. En un primer momento, la situación con México pareció que iba por otro camino. Según declaró en tono desafiante la presidenta Sheinbaum a la prensa, había enviado a Trump una correspondencia en la que le señalaba que “no es con amenazas ni con aranceles que se va a atender el fenómeno migratorio ni el consumo de drogas en Estados Unidos.” En otras palabras, si Trump cumplía su amenaza, México haría lo mismo con las importaciones de productos estadounidenses. Dos días después, sin embargo, algunas versiones hablan de una recomendación de Andrés Manuel López Obrador, mucho más conciliatoria, Sheinbaum declaró que había conversado telefónicamente con Trump y ambos habían acordado continuar analizando directamente el problema fronterizo. Aprovechó la ocasión para afirmar que “no hay posibilidad de guerra arancelaria entre México y Estados Unidos.”

   Esta primera escaramuza de Trump con México parece, pues, estar en vías de solución. Sin embargo, el abrupto estilo de negociar de Trump, ha provocado serios temores en todo el planeta, porque el episodio presenta a un Trump más resuelto que nunca, aun sin haberse instalado todavía en la Casa Blanca, empleando la amenaza como mecanismo inicial de presión para imponer su voluntad, aunque sea a costa de romper las reglas del juego, con tal de salirse con la suya sin pérdida de tiempo. La amenaza sin atenuantes de aplicarle nuevos y paralizantes aranceles a México y Canadá, a pesar de que el Tratado de Libre Comercio entre los tres países señala precisamente que los acuerdos alcanzados responden a la necesidad de reducir o eliminar por completo las barreras arancelarias que dificultan la competitividad y la liberalización de la economía, apenas constituye un botón de muestras, pero basta para ilustrar lo que puede ocurrir dentro de apenas un par de meses, cuando Trump asuma la Presidencia de su país el próximo 20 de enero.

 

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