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Armando Durán / Laberintos: Guerra y paz en Ucrania

Ukraine's President Volodymyr Zelensky speaks to US Vice President JD Vance as they meet with President Donald Trump in the Oval Office of the White House in Washington, DC, February 28, 2025.(AFP)

   “Una discusión tan pública y tan violenta carece de precedentes en la historia de la diplomacia contemporánea”, nos advierte el diario español El País en la primera página de su edición de este sábado al informar sobre la fallida reunión de Donald Trump y Volodímir Zelenski en la Casa Blanca la tarde del jueves: “Brutal constatación del abrupto viraje de EEUU, en la sustancia y en la forma, con respecto de lo que ha sido en los últimos 80 años.”

   El miércoles 19 de febrero, Trump había acusado a Zelenski, presidente de Ucrania electo el 20 de mayo de 2019 por el 74 por ciento de los votos emitidos, de ser un dictador que se niega a celebrar elecciones, y de haber desatado una guerra con Rusia que “no debió haberla comenzado.” Luego, como si no se sintiera satisfecho del todo con la desmesura de sus dos “noticias falsas”, le lanzó a Zelenski una amenaza categórica: “Más le vale que actúe rápido o su país desaparecerá.”

   Dos días antes, el presidente francés Enmanuel Macron se había reunido en París con los jefes de gobierno de la Unión Europea o sus ministros de Relaciones Exteriores, con el propósito de diseñar una estrategia regional común sobre la paz en Ucrania y cómo reaccionar ante el peligro de que Trump desatara una guerra comercial contra Europa. Ese mismo lunes, en Riad, representantes de Trump y de Vladimir Putin se reunieron en Riad, precisamente para negociar bilateralmente, sin participación europea ni de la propia Ucrania, términos de una paz que incluyera la cesión a Estados Unidos del derecho a explotar la riqueza mineral de las llamadas “tierras raras” de Ucrania para recuperar los supuestos 500 mil millones de dólares entregados por el gobierno de Joe Biden al de Xelenski, una cantidad varias veces superior al monto real de la asistencia militar de EEUU a Kiev.

   Sin embargo, este jueves, apenas ocho días después de propagar aquellos bulos, a la pregunta de un periodista que cubría la firma de sus ya habituales “ordenes ejecutivas” sobre la razón que lo había impulsado a denunciar falsamente a Zlenski, Trump se volvió hacia su curioso interlocutor, lo miró con sobreactuada expresión de sorpresa y le respondió con otra y muy descolocada pregunta: “¿Dije yo eso? No lo recuerdo.”

   Este lamentable episodio ha tenido lugar en el marco de un cadena de idas y contramarchas continuas y desconcertantes en un mundo de equilibrios cada día más inestables, no solo porque cada día se hace más evidente la identidad de intereses que alimentan la gestión de Trump y de Putin, circunstancia que deja aislados y sin rumbo definido el futuro de Ucrania y la seguridad de Europa, cuyos gobiernos y pueblos temen verse atrapados en un callejón totalmente imprevisto, sin el piso de su alianza con Washington desde la Segunda Guerra Mundial. Un piso que, a raíz de la reunión de Macron con Trump en la Casa Blanca, el presidente estadounidense se permitió el lujo de dar un paso atrás en su juicio sobre Zelenski y no cancelar su invitación a Zelenski a reunirse con él en la Casa Blanca y firmar ese acuerdo comercial, aunque sin las garantías que exigía el ucraniano para firmar un acuerdo de paz con Putin. Sin duda, un soplo de aire fresco, muy leve, pero en todo caso suficiente para pensar en un desenlace mediadamente aceptable.

   Se pensó entonces que ese tira y afloja simplemente es la manera de negociar de Trump. Provocar con sus denuncias y amenazas para negociar desde una posición de fuerza que obligue al otro a ponerse a la defensiva. Como ocurrió al inicio del primer mes de su segunda Presidencia con las amenazas arancelarias a México, Canadá y China. Y como a fin de cuentas no ha dejado de hacer ante el desafío que le presenta al mundo la guerra de Ucrania, cuya máxima expresión ha sido la combinación de sus denuncias personales contra Zelenski y la amenaza de un acuerdo bilateral Trump-Putin sobre el destino de Ucrania, al tiempo que en la reunión de Riad el jefe de la diplomacia estadounidense, Marco Rubio, admitía la posibilidad de incluir más adelante en las negociaciones con Moscú a representantes de Ucrania. La misma rendija que simultáneamente abrían Michael Waltz, asesor de Seguridad Nacional de Estados Unidos, y Keith Kellogg, enviado especial de Trump para Europa y Ucrania, al coincidir ambos con Rubio en cuanto a la posibilidad de incluir a Zelenski en las futuras negociaciones ruso-estadunidense de paz en Ucrania.

   “Viene usted muy elegante hoy”, le dijo Trump a Zelenski mientras le estrechaba la mano y lo miraba de pies a cabeza, sin dar el menor indicio de que la frase era un comentario banal para aliviar las tensiones de ese primer encuentro de los mandatarios, o en realidad criticaba a su invitado no ir de traje y corbata, sino con su ropa de corte militar.

   Muy pronto ardió Troya. En primer lugar, porque el encuentro no era lo que esperaba Zelenski, sino lo que había decidido Trump, en efecto, firmar con Zelenski el acuerdo sobre la explotación de las “tierras raras” en Ucrania, pero en presencia de su vicepresidente J. D, Vance y de la prensa destacada en la Casa Blanca. Y porque en realidad Zelenski no se metía ingenuamente en la cueva del lobo con mentalidad de cordero complaciente sino todo lo contrario, y tal como el mundo entero supo al ver las imágenes y escuchar las palabras de los muy pocos minutos que duró el encuentro, el ucraniano había previsto aprovechar la oportunidad para explicarle a Trump su versión de lo que en verdad había ocurrido y ocurría en Ucrania desde los tiempos de Barack Obama y la ocupación rusa de Crimea.

   Trump trató de interrumpir la narración de Zelenski porque se apartaba de su guion, pero a su vez el ucranano interrumpió a Trump para seguir echando su cuento. Intervino entonces Vance y le reclamó a Zelenski por haber irrespetado a Trump y a los estadounidenses. Lo que siguió fue una bronca de padre y señor mío desde el despacho presidencial, en vivo y en directo. Sin la firma del acuerdo, por supuesto, y sin rueda de prensa ni despedida formal. A las malas, sin atenuantes. Furiosos ambos contrincantes y todos a la espera de hasta dónde llegará la alineación de Trump con los intereses de Putin y en qué terminará su enfrentamiento con la Unión Europea. Por ahora,  el primer ministro británico, Keir Starmer, quien el pasado jueves , después de reunirse con Trump  en la Casa Blanca, convocó para el próximo lunes 3 de marzo en Londres a una cumbre europea, en lo que él calificó como reapertura de relaciones del Reino Unido y la Unión Europea, adquiere ahora un protagonismo que nadie le atribuía, pues a partir de este desencuentro Trump-Zelenski los tres puntos de la agenda, el apoyo a Ucrania y al presidente Zelenski, las migraciones y la desinformación, adquieren una dimensión urgente y desconocida Casi nada.

 

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