Armando Durán – Laberintos: Hugo Chávez, 10 años después
Según la versión oficial de la historia, Hugo Chávez, víctima de un cáncer irreductible, murió en Caracas hace 10 años, el 5 de marzo de 2013. Para recordar esa fecha, el régimen que preside Nicolás Maduro, su sucesor, designado a dedo por el propio Chávez, convocó lo que sus organizadores calificaron pomposamente de Encuentro mundial: vigencia del pensamiento del comandante Hugo Chávez en el siglo XXI.
El acto, sin embargo, no tuvo nada de mundial. Y nadie sabe qué aportes políticos o filosóficos se hicieron durante el evento, muy modesto y privadísimo, casi clandestino, celebrado a puerta cerrada, al que solo asistieron unos pocos e intrascendentes jefes de Estado y de Gobierno: el dictador de Nicaragua, Daniel Ortega, el presidente de Bolivia, Luis Arce, y los primeros ministros de Dominica y San Vincent, Roosevelt Skerrit y Ralph Gonsalves.
Sí hubo, sin embargo, una la notable excepción, la participación de Raúl Castro, que llegó a Caracas el sábado por la tarde, acompañado de un grupo de funcionarios de altísimo nivel político: el comandante de la Revolución y viceprimer ministro del gobierno, Ramiro Valdés, el primer ministro Manuel Marrero Cruz (en ese orden poco protocolar es que los mencionó el diario Granma, órgano del todopoderoso Partido Comunista de Cuba en su información del viaje), el ministro de Relaciones Exteriores, Bruno Rodríguez Padilla, y los ministros de Salud y Energía, cuyos nombres no incluye la nota del periódico.
Lo primero que llama la atención de este “encuentro”, inexplicablemente realizado en las penumbras y el disimulo, para que nadie se enterara, fue la magnitud de la delegación cubana que concurrió a esta suerte congreso presuntamente mundial, caracterizado precisamente por la escasa intervención internacional y la ausencia de muchos importantes dirigentes latinoamericanos que fueron coprotagonistas del proyecto de expansión revolucionaria, socialista y antiimperialista impulsado por Fidel Castro y Hugo Chávez durante los primeros años del siglo. Granma, única y escueta fuente de esta cita nostálgica con el pasado, solo asistieron Rafael Correa, Evo Morales y Manuel Zelaya. Brillaron por su ausencia Luiz Inácio Lula da Silva, cofundador con Fidel, Chávez y Evo de aquella olvidada Alianza de los Pueblos de América Latina (ALBA) que desafió al presidente George W. Bush en Argentina cuando la cuarta Cumbre de las Américas, Mar de Plata, noviembre de 2005. Tampoco asistieron Cristina Kirchner, los ex presidentes del Frente Amplio uruguayo, ni Fernando Lugo. Mucho menos representantes de los gobiernos de izquierda que actualmente gobiernan en Chile, Colombia, Argentina y México.
Estas ausencias de gobiernos y dirigentes políticos supuestamente identificados antes o ahora con el pensamiento de Chávez, cuya vigencia parece que deseaban resaltar los organizadores de esta nostálgica manifestación de fidelidad ideológica con la memoria del promotor y máximo líder de la llamada revolución bolivariana de Venezuela, constituyen la primera gran sorpresa del homenaje. ¿Por qué el respaldo internacional resultó tan escaso y por qué ni los jerarcas del régimen ni del Partido Socialista Unificado de Venezuela (PSUV), promovieron la convocatoria del acto ni divulgaron los detalles de su celebración? ¿Sería que este silencio forma parte de la más rigurosa desinformación, esencia de la política comunicacional del régimen de la que no están al tanto quienes no estén estrechamente familiarizados con el funcionamiento de los mecanismos autocráticos del sistema político venezolano? ¿O acaso este querer hacer invisible las feas arrugas de la realidad, más que facilitarle al régimen el ejercicio de un control social absoluto, simplemente era manera discreta de pasar por alto un obligado aunque solo retórico reconocimiento al padre fundador del régimen, porque a fin y a cabo, en estos últimos 10 años de historia política venezolana, el proyecto chavista sencillamente ha dejado de existir?
Cierto que hace mucho que la consigna de “Socialismo o muerte” con que Chávez hundió a Venezuela en una crisis sin precedente ha dejado de escucharse tanto en el país como en el resto de la vasta pradera latinoamericana, pero entonces, ¿por qué y para qué organizar un evento que a todas luces contradice las ideas de Chávez y pretender sofocar su recuerdo echándole tierrita a sus ideas e incluso a su mirada? ¿Solo para satisfacer formalmente algún reclamo de la familia Chávez, silenciosamente apartada del poder político?
Por otra parte, ¿a qué se debe la importancia que al parecer ha querido darle a este “encuentro mundial” lo poco que queda de revolución cubana? En otras palabras, ¿por qué Raúl Castro, sumamente bien acompañado y nadie sabe por cuánto tiempo, viajó a Caracas? ¿Por qué lo primero que hizo al desembarcar en Venezuela fue trasladarse con toda su comitiva al cuartel de la Montaña, comandancia de Chávez durante su fallida intentona de golpe militar contra la democracia venezolana el 4 de febrero de 1992 y lugar donde reposan sus restos, y por qué, en su intervención en el melancólico encuentro del domingo 5 de marzo por la tarde, sostuvo que en el pensamiento de Chávez estaba “la idea de Fidel de que la victoria existe mientras se luche”? ¿Y por qué, en fin, resaltar que a lo largo de aquellos años de aguerrida resistencia antiimperialista Fidel y Chávez no dejaron nunca de “planificar cómo convertir sus sueños en realidad y enlazaron sus ideas con la capacidad descomunal (que tenían) de pensar en grande”? ¿Acaso porque Maduro carece de sueños y piensa en pequeño?
Para nadie es un secreto que la Venezuela de Maduro, la de estos 10 años de Venezuela sin Chávez, nada tiene que ver con los 14 años de la Venezuela conducida por Chávez, pero tampoco es un secreto el hecho de que esta diferencia no se ha limitado a ser a un discreto proceso de desideologización, sino que se trata, por todos los medios posibles, de despejar el camino del régimen del lastre que representa el indiscutible fundamento chavista de su existencia presente. Y hacer como si Chávez no hubiera existido y como si el origen de la historia estuviera en el hoy por hoy. ¿Sería para frenar esta frenética y obsesiva carrera hacia el olvido definitivo de lo que pudo haber sido y no fue a lo que realmente vino Raúl Castro a Venezuela, precisamente en compañía de Ramiro Valdés, el hombre que desde los tiempos de la estrecha alianza Fidel-Chávez se ocupa de vigilar de muy cerca el desarrollo del proceso político venezolano, clave de la supervivencia del régimen cubano?