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Armando Durán / Laberintos: Jueves negro de Núñez Feijóo

   Estaba previsto que Francina Armengol, candidata de la alianza del PSOE y Sumar, sería electa nueva presidenta del Congreso de los Diputados, pero no fue hasta media hora antes de iniciarse la sesión de juramentación de los 350 nuevos diputados, tras semanas de incertidumbre y alta tensión política, que los partidos nacionalistas catalanes, el izquierdista Esquerra Republicana Catalana y el derechista Junts, convertidos por la atomización del voto en las elecciones generales del 23 de julio en el factor decisivo de esta elección del jueves 17 de agosto, cuando finalmente anunciaron que sus diputados votarían por Armengol.

   Aunque Gabriel Rufián, líder de ERC, partido que desde hace años apoya al gobierno de Pedro Sánchez adelantó que su partido no se conformaba y esperaba que se “desjudiciara”, es decir, que se le encontrara una solución política, ¿al margen de la ley?, al problema que representan los imputados, procesados y condenados por la celebración el primero de octubre de 2017 del ilegal referendo sobre la independencia de Cataluña. Por su parte, los diputados de Puigdemont, quien desde su refugio en la ciudad belga de Waterloo, se había referido al valor que tienen sus 7 diputados y a que esos votos estaban “en subasta”, o sea, a disposición del mejor postor, anunciaron su apoyo a Armengol a cambio de un precio mucho menor, la autorización a usar el catalán, el vasco y el gallego en el Congreso, lenguas que por otra parte son reconocidas por la Constitución española como lenguas oficiales de la nación. Un logro desde todo punto de vista muy modesto, para quienes no han dejado nunca de reclamar una ley de amnistía para esos imputados, procesados y condenados por el referendo del primero de octubre.  Como veremos enseguida, más allá de los alcances aparentes de estos respaldos, existen otras exigencias mucho más ambiciosas, como ocurrió en octubre de1962 con el acuerdo negociado por Kennedy y Jruschov para retirar los cohetes soviéticos con cargas nucleares de Cuba a cambio de retirar de Italia y Turquía los misiles estadounidense con cargas nucleares, pero meses más tarde.

   En todo caso, en la votación de este jueves 17 de agosto, mientras los votos de ERC y Junts le permitieron a Armengol ser electa con 178 votos, mayoría absoluta, Cuca Gamarra, su contrincante, solo logró 139 votos, porque VOX le negó el voto de sus 33 diputados, porque Núñez Feijóo no le cedió una de las dos vicepresidencias del Congreso que le correspondían al PP en la directiva del organismo. Una ruptura que se veía venir desde que Núñez Feijóo se negó a participar en el debate televiso con Sánchez, Yolanda Díaz y Santiago Abascal, para no verse obligado a presentarse ante los telespectadores del brazo de Abascal y tratar de hacerle ver a los electores que el PP y VOX no eran lo mismo. Corrección sin duda necesaria, pero a estas alturas insuficiente y demasiado tardía, que además obliga a Feijóo a pensar sobre su futuro político, incierto desde que sus expectativas de triunfo absoluto en las elecciones generales del 23 de julio se vieron frustradas, en gran medida por su culpa.

   De acuerdo con la Constitución, el sistema político de España es el parlamentario. Régimen en el que los ciudadanos no eligen “directamente” al presidente del Gobierno, máxima autoridad del Poder Ejecutivo, sino a los diputados que conforman el Congreso de los Diputados, institución que, llegado el momento, es la responsable de elegirlo en una votación de segundo grado. En esta ocasión, y según el procedimiento fijado en el artículo 99 del texto constitucional, el rey, en su condición de jefe de Estado, se reúne este viernes con la nueva presidenta del Congreso y la semana que viene con los jefes de los partidos que cuentan con representación parlamentaria, encuentros cuya finalidad es explorar la fuerza real de cada candidato en el Congreso y en función de ello pedirle a uno de ellos formar gobierno. Si el seleccionado acepta la solicitud real, el rey se lo propone al Congreso, que a su vez realiza una sesión extraordinaria, llamada “de investidura”, para determinar si en efecto ese candidato cuenta con la confianza suficiente del Parlamento para permitirle formar un gobierno estable. Si no lo logra, y si el rey no propone otro candidato, a los dos meses se disuelve el Congreso y se convoca a nuevas elecciones generales.

   A la luz de estas realidades, Sánchez y el PSOE tratarán de aprovechar la contundencia accidental del triunfo de Armengol para precipitar los acontecimientos. En términos concretos, acelerar al máximo la sesión de una eventual investidura suya. Por ahora, ya se sabe que el rey se reunirá con los partidos el lunes y martes de la semana que viene. Los cuatro partidos nacionalistas con representación parlamentaria, los catalanes ERC y Junts, el vasco Bildu y el gallego BNG, que no reconocen la autoridad del rey, no participarán en esa ronda de conversaciones. Para añadir leña al fuego, la diputada de ERC Teresa Jordá declaró este viernes por la mañana que, tal como Rufián había adelantado el jueves por la mañana, su partido exigirá que Sánchez proponga una ley de amnistía en beneficio de los procesados y condenados por el referendo catalán del primero de octubre y que ello es “una línea roja” en las negociaciones con el PSOE. Por su parte, Pere Aragonés, presidente de la Generalidad de Cataluña y coordinador nacional de ERS, ha querido destacar en declaraciones a la prensa formuladas este mismo viernes, que una cosa fue el pacto alcanzado con el PSOE para elegir a Armengol y otra muy distinta la negociación para respaldar a Sánchez en una posible sesión de investidura, negociación que “será larga y compleja”, señaló.  Si esto fuera poco, desde Waterloo, Puigdemont, en mensaje publicado en X, antiguo twitter, ha advertido que “Junts no ha vuelto al redil”, como muchos pueden pensar, y que en las negociaciones con el PSOE para darle los 7 votos de su partido a Sánchez en esa eventual sesión de investidura, no van a “rebajar” el sentido de sus demandas. O sea, la aprobación de una ley de amnistía para todos los procesados por el referendo del primero de octubre.

   En la acera de enfrente, Núñez Feijóo no renuncia a presentar su candidatura y así se lo hará saber al rey. Sobre todo, porque para VOX, su desencuentro con el PP no tiene por qué afectar la votación de sus diputados en una sesión de investidura de Núñez Feijóo, un mal mucho menor que la permanencia de Sánchez en la Moncloa. Sin duda, ambos partidos le harán saber esta posición al rey en sus reuniones de la próxima semana. Una novedad que, sumada a las notificaciones de ERC y Junts sobre sus exigencias a Sánchez, enredan aun más la espesa madeja de estos calurosos días políticos en España. A pesar del negro jueves de Feijóo, ciertamente herido de muerte, pero todavía con un hálito de vida. Y a pesar también de que Isabel Díaz Ayuso, desde su despacho en la Puerta del Sol, sonriente pero implacable, sigue calladamente el curso de los acontecimientos, con la certeza de que muerto, agonizante y hasta vivo a pesar de todo, el futuro del PP no es Feijóo sino ella.

 

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