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Armando Durán / Laberintos: La constituyente, última artimaña de Maduro

 

   

   La sesión ordinaria de la Asamblea Nacional venezolana del pasado martes terminó siendo, en el mejor de los casos, una auténtica y explosiva ceremonia de la confusión. Tras dos horas de demora para escuchar a Nicolás Maduro informar sobre su ilegal convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente al margen de lo establecido en la Constitución vigente, el presidente del poder Legislativo, Julio Borges, y su vicepresidente, Freddy Guevara, anunciaran que la Asamblea convocaría al pueblo a un referéndum consultivo de acuerdo con el artículo 71 de la Carta Magna para determinar si estaban de acuerdo o no con la convocatoria. 

   ¿Cómo digerir este indiscutible reconocimiento al proyecto presidencial de constituyente comunal a pesar de que ellos mismos y todo el país han venido denunciando de manera muy ostensible esta artimaña presidencial cuyos dos propósitos son rehuir la realidad de un país harto de los disparates del régimen y terminar de hundir a Venezuela en el abismo de una dictadura totalitaria, a la cubana? ¿Cómo diablos era posible que sin consultar a nadie, después de más de 50 días de impresionantes movilizaciones ciudadanas en toda Venezuela, con casi 60 asesinados por la acción brutal de las fuerzas represivas del régimen, con centenares de heridos y miles de detenidos, estos dos jefes políticos de la oposición hacían un anuncio que los contradecía radicalmente porque en definitiva equivalía a reconocer y legitimar un procedimiento que incluso en ese instante controversial ellos insistían en denunciar como fraudulento? 

   La alocución de Maduro se produjo en el marco de la concentración forzosa de empleados públicos a las puertas del palacio de Miraflores en supuesto respaldo a su propuesta de sustituir lo que en su día fue “la mejor Constitución del mundo” por una nueva y totalitaria constitución convocada fuera de la ley. Según la crónica del acto publicada por el diario cubano Granma en su edición del miércoles 24 de mayo bajo el título canalla de “Venezolanos se movilizan por la paz y contra el fascismo”, ilustrada además con una fotografía que nada tenía que ver con esta concentración y ni siquiera con Venezuela, el órgano del Partido Comunista de Cuba “informa” que en su discurso Maduro le presentó a los venezolanos la verdadera alternativa del momento actual venezolano: “El dilema está claro, constituyente o guarimba, votos o balas.” Y para que no hubiera la menor duda sobre la verdadera intención del régimen chavista, esa misma tarde Tibisay Lucena, presidenta del espurio Consejo Nacional Electoral, informó que ese organismo había acordado convocar la elección de los diputados a esa Asamblea Nacional Constituyente para el próximo mes de julio y las elecciones regionales y municipales, que debían de haberse celebrado durante último trimestre del año pasado, para este diciembre. A pesar de saber que el nuevo texto constitucional aboliría gobernaciones y alcaldías de elección popular para ser sustituidas por el poder sectorial de las comunas.  

   Se trata, por ahora, de la última y muy desesperada artimaña diseñada por los estrategas cubanos y venezolanos de Maduro para tratar in extremis de neutralizar los efectos devastadores de las inmensas demostraciones de fuerza popular que estremecen hasta el subsuelo de toda la geografía nacional desde el 2 de abril. Sin importarle ya para nada a Maduro y compañía adulterar descaradamente el texto constitucional, que sólo faculta al presidente de la República a proponer, en ningún caso a convocar la elección de los diputados a esa ANC, competencia que por cierto tampoco tiene el CNE sin antes haber consultado al pueblo en las urnas de un referéndum consultivo vinculante. Para edulcorar este nuevo desafuero presidencial, Lucena le añadió a su anuncio de esa tarde la guinda de unas eventuales elecciones regionales y municipales, habitual caramelo envenenado que el régimen lleva años sacándose de la manga para enredar todavía más la espesa madeja de intereses subalternos que oscurecen sistemáticamente el entendimiento de muchos dirigentes opositores, y de nuevo quebrar así la formidable unidad opositora.

   Esta es la razón final de la jugarreta del régimen. Recordemos que ante el fracaso de sus fuerzas represivas para neutralizar a ese 80 por ciento de pueblo indignado que clama por la salida anticipada de Maduro, éste había anunciado hace algunas semanas su decisión de convocar una Asamblea Nacional Constituyente para redactar una nueva Constitución, compleja mezcla de amenaza (borrar del escenario político las formalidades de un ordenamiento jurídico de carácter democrático presentes en la Constitución de 1999 y crear una república de comunas, es decir de “soviets”) y la esperanza tramposa de unas elecciones que todos sabemos que no se celebrarán mientras Maduro sea presidente, para hacer sonar una vez más esa campanita pavloviana que pone a salivar a tantos adversarios, a ver si unos cuantos de ellos no pueden resistir la tentación y caen mansamente en la trampa de abandonar las calles para participar en un juego electoral imposible con la intención de hacer vacilar y a lo mejor quebrar la voluntad de lucha de parte de esos millones de ciudadanos que han puesto en marcha esta experiencia única en la historia de Venezuela de mantener viva y en ascenso continuo una sublevación popular no violenta, cuyo irreductible objetivo es provocar un definitivo y hondo cambio político.

   En su editorial de ese miércoles, el diario El Nacional plantea la situación con absoluta transparencia: “Venezuela ha sido gobernada de miles y viles formas y maneras, pero nunca con la falta de virtud y deshonestidad que estamos sufriendo en estos últimos tiempos. Puede hablarse de cruentas dictaduras, de golpes de Estado, cárceles y torturas, de poderes judiciales sumisos y de policías sádicos, pero jamás se había llegado a la etapa superior de la ignorancia, la torpeza y la ineptitud que padecemos hoy.” Concluye el editorialista sosteniendo que esta suma inaudita de disparates es la causa de que la rebelión ciudadana se extienda, indetenible, hasta los más remotos rincones de la geografía nacional. ¿Cómo podía pretender entonces el gobierno y aceptar la oposición parlamentaria detener la marea humana que inunda las calles y avenidas de Venezuela con la celebración de ese postizo referéndum consultivo del que hablaron Borges y Guevara? ¿Era posible creer que a estas alturas del proceso que arrancó el 2 de abril, con una constituyente repudiada por más de tres cuartas partes del país podría desviarse la rabia de un pueblo que ya sólo vive para salir de Maduro y de todo lo que él representa tan pronto como sea posible?

   Lo mejor de esta triste incidencia es que Maduro y sus asesores ya no pueden tocar teclas con que hasta hace poco alteraban con cierta facilidad la toma de decisiones en el campo opositor. Este miércoles se vio cómo tan pronto los diputados Borges y Guevara hicieron su absurda proposición, las redes sociales estallaron con tan inusitada irritación que ambos tuvieron que recoger velas de inmediato y no volver a repetir esa pésima ocurrencia, de modo que tras un breve paréntesis de incertidumbre y confusión, la oposición regresó a las calles ese mismo miércoles, y sin tener en cuenta que se enfrentaban a la más brutal de las represiones que han marcado al país desde el 2 de abril la sangre, el dolor y las lágrimas tantos ciudadanos, el pueblo volvió a ocupar sus puestos de lucha democrática en unas calles que ya nadie está dispuesto a abandonar hasta que Maduro finalmente salga de Miraflores y Venezuela pueda restaurar, a pesar de todas las artimañas del régimen y de todos los pesares, el orden democrático y el estado de Derecho.    

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