Armando Durán / Laberintos: La falsa elección presidencial venezolana
“El juego no se termina hasta que se acaba.” Esta es una de las más famosas frases de Yogi Berra, espectacular receptor de los Yankees de Nueva York, muy popular también por las frases con que solía relacionar sus experiencias en el campo de juego y algunas verdades irrefutables de la vida cotidiana. Ni más ni menos lo que pretende demostrar ahora Nicolás Maduro al ordenarle a la inconstitucional Asamblea Nacional Constituyente adelantar la elección presidencial de diciembre para el primer cuatrimestre del año, probablemente para el 13 de abril, fecha emblemática del calendario chavista porque ese es el día del retorno de Hugo Chávez al poder tras su fugaz derrocamiento el 11 de abril de 2002. Vaya, que acosado por la indignación ciudadana y la comunidad internacional, en lugar de reconocer el desenlace inevitable de la “revolución” chavista, ha recurrido a la famosa frase de Berra. No se hagan ilusiones, señores de la contrarrevolución parece decirle a sus adversarios con el asesinato de Pérez y su grupo y adelanto electoral para descolocar a los dóciles jefes de la MUD, el juego no se acaba porque aún no ha terminado.
Esta nueva maniobra la anunció Diosdado Cabello el lunes 23 de enero, aniversario del derrocamiento del dictador Marcos Pérez Jiménez. Y mintió groseramente al atribuirle a las sanciones de la Unión Europea contra Venezuela la causa de esta decisión, a sabiendas, primero, de que esas sanciones no afectan al país sino a él y a otros 6 jerarcas rojos-rojitos, y a sabiendas también de que las verdaderas razones de este nuevo atropello son otras. Por una parte, silenciar el escándalo provocado por el asesinato de Oscar Pérez y 6 seguidores después de haberse rendido, un crimen que conmovió al país y a la comunidad internacional. Por otra parte, aprovechar el progresivo desmantelamiento de la alianza opositora de la Unidad Democrática después de haber desactivado los cuatro exitosos meses de masivas protestas populares contra el régimen para acudir a toda carrera al llamado habitual del régimen al diálogo y las urnas electorales trucadas, útil recurso para enfrentar tiempos de dificultades políticas. Un traspié mortal para la MUD, que había crecido muchísimo en prestigio y reconocimiento al derrotar aparatosamente a los candidatos del chavismo en las elecciones parlamentarias de diciembre 2015 y mucho más después, cuando al desconocer el régimen esa derrota, asumió la responsabilidad de convocar a los venezolanos a la rebelión civil y a tomar las calles de Venezuela, teñidas a lo largo de los meses con la sangre de más de 130 manifestantes asesinados a mansalva y de miles de heridos. Una MUD que de la noche a la mañana quedó deshecha al desactivar la calle, condición del régimen para celebrar unas elecciones regionales bajo la autoridad de la ilegal Asamblea Nacional Constituyente. Mucho más desecha cuando después de este desastre y de la gran confusión ciudadana, sus representantes acudieron al llamado de José Luis Rodríguez Zapatero, el principal agente internacional del régimen, para reanudar, esta vez en Santo Domingo, un diálogo cuya finalidad, según los voceros del régimen, era restaurar en Venezuela el clima de normalidad cívica, convivencia y paz, roto por las protestas organizadas por la MUD.
Por supuesto, el rotundo desenlace de estos encuentros no tomó a nadie por sorpresa, excepto a los dirigentes de esa oposición claudicante que tanto ha hecho desde hace 15 años para garantizar por los sinuosos caminos de las peores complicidades la permanencia de Chávez y Maduro en el poder. De ahí que más allá de admitir que no se había logrado el objetivo de acordar una salida pacífica y electoral a la abrumadora crisis política y económica del país (según el FMI la depauperada economía venezolana decrecerá este año 15 por ciento y la inflación superará la frontera del 10 mil por ciento), esa oposición también le echó mano a Berra. O sea, que a pesar de todos los descalabros y el rechazo de la inmensa mayoría de los venezolanos, persistió y persiste en continuar dialogando, como si en Venezuela se viviera en democracia y como si en verdad lo único que importa es mantener vivo un diálogo que al cabo de los años nunca ha dejado de ser un diálogo de sordos cuyo único objetivo ha sido darle tiempo al régimen para recuperar el aliento y perpetuarse en el poder.
Sin novedad en el frente
En medio de este penoso escenario nacional, construido por la acumulación de fracasos tanto del régimen como de sus adversarios, este anuncio sobre el adelanto de la elección presidencial permite sacar algunas conclusiones preliminares. La primera y más evidente ha sido que los ecos de este anuncio han apagado las ensordecedoras expresiones de indignación y protesta dentro y fuera de Venezuela por la llamada masacre del Junquito. El tema ahora es esta otra masacre, política y electoral pero igualmente criminal, de modo que el escándalo del adelanto electoral hecho por Cabello, sustituyó al escándalo de la masacre del Junquito en el imaginario colectivo. Y así, tras un instante de silencio y estupor, estalló la lógica denuncia de la comunidad internacional. Los 14 países miembros del Grupo de Lima condenaron la impertinencia de la decisión oficial y pocas horas después Estados Unidos y Canadá se sumaron a la posición adoptada por sus vecinos del sur. Esa misma protesta se produjo en la Unión Europea. Nunca antes el régimen venezolano había estado ni se ha sentido tan aislado del mundo exterior.
La única nota discordante en este concierto universal de unánime y estruendoso rechazo al adelanto electoral ha sido el desconcierto de la oposición. Como si este anuncio los hubiera tomado por sorpresa, aunque la perversa hoja de ruta del régimen se conocía desde mediados del año pasado, cuando Maduro, al margen de la Constitución, convocó por su cuenta la elección monocolor de una llamada Asamblea Nacional Constituyente cuya única razón de ser era suplantar la legítima Asamblea Nacional. En este sentido me parece oportuno recordar mi columna Elección presidencial, publicada a finales del pasado mes de octubre en el diario El Nacional, no porque yo tuviera el privilegio de ver lo que otros no ven, sino porque esa era la evidente realidad política del país en ese momento crucial de Venezuela.
En esa oportunidad escribí lo siguiente:
“La desmoralizante participación de la MUD en las elecciones regionales del 15 de octubre y la aceptación de sus inadmisibles resultados le abrieron al régimen el camino para alcanzar su principal objetivo estratégico, quebrar la unidad del frente opositor. La juramentación ante la ANC de los cuatro candidatos adecos “electos” adelantó aún más la tarea. El trancazo final lo propinó el rotundo rechazo popular a sus supuestos dirigentes, quienes de pronto se vieron obligados a repudiar, para mayor gloria de sus incoherencias, su participación en las elecciones municipales. A partir de ese instante crucial del proceso político venezolano, tal como lo sostuvo este domingo Felix Seijas, director de la encuestadora Delphos en declaraciones a El Nacional, de la MUD “solo queda su nombre.”
“Otros dos factores han terminado de armar esta penosa realidad. El primero es la rebelión de las bases de los partidos que participaron en las regionales pero denuncian las municipales. Con toda la razón del mundo argumentan los amotinados que si sus dirigentes, amparados en la tesis de no ceder espacios justifican haber ido a las regionales pero descartan las municipales aunque ya hablan de hacer unas elecciones primarias para seleccionar un candidato único para la presidencial, ellos tienen idéntico derecho a buscar sus propios espacios en el ámbito municipal. Sobre todo después que Henrique Capriles, Henry Ramos Allup y Henri Falcón han puesto en evidencia las fuerzas motrices que de veras mueven los hilos de esa “unidad” al protagonizar en los medios de comunicación una descompuesta y vergonzosa trifulca barriobajera de tres borrachitos peleándose por una botella vacía. La postulación de Enrique Mendoza a la alcaldía del municipio Sucre, hecha por diversas agrupaciones vecinales vinculadas a partidos ahora abstencionistas, apenas constituye la demostración más palpable de la irremediable desintegración de estos partidos que, perdidos en la intrincada madeja de sus propias y mezquinas contradicciones, no han sabido o querido estar a la altura de las exigentes circunstancias de estos duros años de revolución roja-rojita.
“El segundo factor, el que sin duda le pone punto final a las esperanzas del pueblo opositor en los partidos dialogantes de la MUD, lo constituyen tres sorpresivas decisiones del régimen. Una, anular la inhabilitación política de Manuel Rosales; la otra, dejar en libertad incondicional a dos dirigentes de Voluntad Popular, Yon Goicochea y Delson Guárate, ambos emblemáticos presos políticos del régimen. Estas justas excarcelaciones, por supuesto, no fueron graciosos gestos de tolerancia miraflorina, sino resultado de tres acuerdos bochornosos. A cambio de estos beneficios “judiciales”, Rosales se postuló de inmediato a la gobernación del Zulia para ocupar el cargo que la espuria ANC le arrebató a Juan Pablo Guanipa, y Goicoechea y Guárate se postularon, el primero como candidato de Avanzada Progresista a la alcaldía del Hatillo y el segundo a la del municipio Mario Briceño de Maracay como candidato de Un Nuevo Tiempo. Auténticas puñaladas traperas propinadas al corazón de quienes todavía se hacían la vaga ilusión de encontrarle una salida electoral a la crisis general que está a punto de borrar a Venezuela del mapa de las naciones civilizadas del planeta.
“Cumplida esta primera parte del plan maestro diseñado por sus asesores nacionales y extranjeros, Maduro ya puede concentrar todas sus energías en la materialización de su gran golpe final contra la democracia y las libertades en Venezuela, organizando una elección presidencial, probablemente anticipada para no desaprovechar el impulso inercial de la derrota política y existencial de la MUD en las regionales, que lo llevará a la Presidencia de una nueva y cubanizada república, fiel reflejo de esa que Hugo Chávez creía ver allí, como un punto clavado en el horizonte nacional. A no ser que mientras tanto el colapso inevitable de la economía y la necesidad agónica de devolverle a Venezuela una aceptable normalidad política y económica, se conviertan en una fuerza popular que al fin, sin medias tintas ni pendejadas, como solía reclamarle el comandante galáctico a sus partidarios menos decididos, acorrale a los venezolanos y al fin los haga comprender que hasta aquí podemos llegar.”
Un callejón sin salida
Es evidente que las acciones del régimen y la falta de conducción política adecuada en la cúpula de la MUD condenan a los ciudadanos a la angustia de sentirse engañados y acorralados en un callejón sin salida. Por una parte, el régimen no sabe ni quiere emprender un rumbo distinto al de la menguante revolución cubana; por la otra, la alianza opositora no ha logrado superar sus inadmisibles contradicciones y han reducido sus reflejos políticos a la infructuosa búsqueda de un sendero por donde obtener unos pocos beneficios, por ordinarios que sean, pero sin correr peligro ni ser expulsados del terreno de juego.
En la encrucijada actual, la MUD se ha visto paralizada por el adelanto de la elección presidencial, como si en sus cálculos no hubiera espacios distintos a los del diálogo y de acuerdos con el régimen, al menos “medianamente” aceptables. La búsqueda desesperada de cualquier resquicio, como si en verdad su contrincante fuera una fuerza política heterodoxa, pero democrática. Y ahora, ante el desafío que representa el adelanto electoral, sólo inesperado para los arrogantes dirigentes de la MUD, y el anuncio formulado por el presidente Medina de reanudar este domingo en Santo Domingo un diálogo que todos menos la MUD daban por muerto, colocan a la MUD en la mayor de las perplejidades. ¿Qué hacer? ¿Cuál es el mejor camino a seguir? ¿Quemar finalmente las naves de las ilusiones electorales y liarse la manta de la disidencia a la cabeza, o volver a inclinar la cerviz y tratar de pasar por el aro del régimen, cada día que pasa más angosto?
Desde esta perspectiva, la MUD tendrá que decidir en las próximas horas si acude o rechaza participar en esta nueva y extravagante convocatoria a un diálogo imposible, del que sólo existe por ahora la noticia dada por Medina. Uno tiene el pálpito de que estas nuevas burlas del oficialismo, mucho más humillantes que las anteriores, tampoco serán suficientes para hacer desistir a estos próceres de la oposición venezolana de su acrisolada voluntad en favor de un diálogo que nunca ha sido ni de su disposición a colaborar con los planes continuistas del régimen a cambio de recibir unas pocas migajas del festín burocrático y alguna que otra figuración protocolar. Decisiones más difíciles de tomar hoy en día, porque la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia acaba de prohibir la participación en la próxima elección presidencial de Voluntad Popular, el partido de Leopoldo López, y de la MUD como fórmula electoral unitaria de la oposición. Sin la menor duda, una decisión, que además de no ser el último ataque del régimen contra las ansias de la inmensa mayoría de los venezolanos por vivir en democracia, aspira a debilitar aún más la fuerza electoral de la oposición como totalidad y al mismo tiempo despejarle a Henry Ramos Allup el camino a la candidatura presidencial de la oposición, que es la más oscura pretensión del régimen para contar con una oposición oficial a la medida exacta de sus necesidades. Todo ello mientras los ciudadanos, víctimas inocentes de la mengua material y política nunca vista ni vivida en la historia venezolana, pierden todas sus esperanzas. Hasta que de tanto perderlas, un día, como han hecho estos días el régimen y la MUD, iluminaciones que nunca han dejado de alumbrar el camino de los pueblos, por fin descubran que para ellos tampoco se acaba esto hasta que termine el juego.