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Armando Durán / Laberintos: La nueva realidad venezolana

 

¿Hacia dónde marcha Venezuela?

El hecho es que ayer, miércoles 23 de enero, a la 1:37 del mediodía, ante centenares de miles de ciudadanos que lo aclamaban, Juan Guaidó, presidente de la Asamblea Nacional desde hace 15 días, asumió lo que los venezolanos y medio mundo aguardaban con impaciencia.

“Hoy, 23 de enero de 2019¨, informó con voz más que firme el nuevo e indiscutido líder de la oposición venezolana, “en mi condición de presidente de la Asamblea Nacional, invocando los artículos (233, 330 y 350) de la Constitución, ante Dios todopoderoso, juro asumir formalmente las competencias del Ejecutivo Nacional como presidente encargado de la República.”

De este rotundo modo, alentado por el clamor de millones y millones de ciudadanos que en marchas y concentraciones multitudinarias en todas las ciudades importantes de Venezuela y del mundo conmemoraban el 61 aniversario del derrocamiento de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez exigiendo el fin de la dictadura chavista, daba Guaidó el primer y necesario paso para transitar las tres etapas de la hoja de ruta que él le había propuesto al país dos semanas antes en su discurso de toma de posesión como jefe del Poder Legislativo.

En primer lugar, llenar el vacío de poder generado por la fraudulenta reelección de Maduro como presidente de Venezuela en elección celebrada el 20 de mayo sin participación opositora y sin las más mínimas condiciones de equidad y transparencia. Tras marcar con su juramentación el fin de esa usurpación, el segundo paso a darse partir de ahora es la conformación de un gobierno de transición que le devuelva su legitimidad a las instituciones y poderes del Estado, comenzando por el Tribunal Supremo de Justicia, la Fiscalía General de la República, el Consejo Nacional Electoral y, por supuesto, el Alto Mando de la Fuerza Armada Nacional, medidas absolutamente imprescindibles para poder dar el tercer y último paso de este proceso, la celebración de elecciones generales libres y transparentes.

Una hora antes de la juramentación, la Sala Constitucional del TSJ dictó sentencia de desacato a la directiva de la Asamblea Nacional por violar la Constitución Nacional, al apropiarse de facultades y atributos exclusivas del Poder Ejecutivo, razón por la cual los dóciles magistrados del máximo tribunal de Venezuela exhortaban a la Fiscalía General de la República a actuar de oficio contra los diputados responsables de esta supuesta violación a las normas constitucionales.

A esa misma hora se informó que Maduro había convocado una rueda de prensa a realizarse en el Palacio de Miraflores en los próximos minutos, pero ahora, al juramentarse Guaidó, quedaban en suspenso todos los planes del régimen. Ni se reunió Maduro con la prensa, ni las autoridades judiciales actuaron contra Guaidó y demás miembros de la directiva del parlamento, ni el ministro de la Defensa, como exigían las circunstancias, rodeado del Alto Mando, se dirigió a la nación el miércoles para reafirmar su respaldo al “presidente” Maduro. Como si esto fuera poco, Diosdado Cabello, segundo hombre fuerte de chavismo, invitó al reducido grupo de partidarios del régimen que se habían concentrado en una plaza céntrica de Caracas para manifestar su lealtad a la “revolución bolivariana”, a que lo acompañaran al Palacio de Miraflores en lo que él llamo una “vigia en respaldo a Maduro”, y ni a Cabello se le vio por los pasillos del palacio presidencial ni por sus alrededores.

Esta soledad que debieron sentir Maduro y sus lugartenientes ante el abrumador rechazo de millones de ciudadanos en toda Venezuela se acentuó dramáticamente cuando en cuestión de minutos después de la juramentación de Guaidó los gobiernos democráticos del hemisferio, que desde el 10 de enero habían desconocido públicamente a Maduro como presidente de Venezuela, uno tras otro, comenzaron a reconocer a Guaidó como el legítimo presidente constitucional de Venezuela.

Los cancilleres de las naciones de la Unión Europea comenzaron a debatir la situación de inmediato, pero no llegaron a un acuerdo categórico. Josep Borrell, canciller español, resumió la indecisión europea al advertir que “el gobierno de Maduro no es legítimo, pero para evitar que la cosa vaya a peor la única salida son las elecciones”, una fórmula por supuesto imposible después de la deriva totalitaria del régimen durante estos últimos tres años y de lo que ha ocurrido esta semana en Venezuela. De ahí que en el paisaje nevado de Davos, donde asiste al Foro Económico Mundial, Pedro Sánchez, presidente del gobierno de España, le informó a los periodistas presentes en el evento que acababa de llamar y hablar por teléfono con Guaidó, a quien dijo haber felicitado por “su coraje para representar la voluntad de los venezolanos”, palabras que sin ninguna duda indican su disposición a reconocer la legitimidad de su Presidencia en las próximas horas.

Mientras tanto, en Venezuela, con las primeras luces de este jueves, la realidad objetiva se hace cada minuto más agobiante, pues en Venezuela coexisten dos presidentes, sin que ninguno de los dos, por ahora, tenga poder para gobernar. Se supone que el silencio del ministro de la Defensa y el Alto Mando Militar, todos comprometidos hasta el tuétano de sus huesos con Maduro y con el régimen, se debe a que a pesar de las muchas horas transcurridas desde la juramentación de Guaidó, no han tomado aún la decisión de reiterar su respaldo a Maduro o dárselo a Guaidó. Duda y vacilación que, mientras no fijen la posición de la institución armada, fiel de la balanza en ente instante crucial del proceso político venezolano, le transmiten al país y a la comunidad internacional una sensación muy real de inestabilidad e ingobernabilidad, que de ningún modo podrá prolongarse por mucho más tiempo. Sobre todo, porque para Maduro y para el régimen chavista, esta incertidumbre agrava la agonía insostenible del régimen y amenaza a Venezuela con un desenlace de consecuencias imprevisibles.

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