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Armando Durán / Laberintos: Los hombres y las mujeres de Donald Trump

Lo que sabemos del nuevo fiscal general de Trump, Matt Gaetz, y su versión sobre su presunta relación con una cría de 17 años

DONALD TRUMP CON MATT GAETZ

 

La renuncia de Matt Gaetz a su designación como próximo fiscal general, o sea, jefe del Departamento de Justicia de Estados Unidos, sin duda ha sido un molesto contratiempo para Donald Trump, pero no debió tomarlo por sorpresa. Para el presidente electo de Estados Unidos, la principal y única virtud que le exige a sus colaboradores no es su preparación ni su experiencia, sino la más ciega lealtad a su persona y a su visión del mundo. Sin la menor duda ni vacilación. Y ese condicionamiento, tarde o temprano, pasa costosas facturas.

El gran triunfo electoral de Trump el pasado 5 de noviembre, después de haber sido derrotado por Joe Biden en las elecciones de 2020, le hizo creer que su poder político ya no tiene límites. En el marco de esta falsa concepción de la realidad, da la impresión de haberse sentido en libertad para seleccionar a los miembros de un gabinete ejecutivo a su antojo y a la medida exacta de la fidelidad personal y política de cada quién. Al margen por completo de los equilibrios y contrapesos que impone el ejercicio del poder, como si el autoritarismo de su personalidad le hubiera hecho creer que vencer en las urnas electorales a una candidata desde todo punto de vista extremadamente débil, le daba patente de corso para gobernar como le diera la gana. Comenzando por lo que significa tener control sobre el Poder Legislativo, gracias a que su partido es ahora mayoría en ambas cámaras del Congreso. Sin tener en cuenta que el equilibrio entre los poderes ejecutivo y legislativo sostiene a buena parte del sistema democrático. En este caso, el requisito de contar con respaldo del Senado para confirmar en sus cargos a los hombres y mujeres designados por él para acompañarlo en la conducción de su futuro gobierno.

Este trámite legal obliga a los presidentes a investigar muy cuidadosamente el pasado público y privado de quienes quiera designar para los altos cargos del aparato del Estado, incluyendo a los miembros de su gabinete ejecutivo. Este detalle no lo tuvo presente Trump, a pesar de la amarga experiencia que tuvo el 13 de febrero de 2017, cuando su consejero de Seguridad Nacional, el general Michael Flynn, apenas 24 días después de haberse instalado en el cargo, se vio obligado a renunciar por el escándalo que provocó la revelación por parte de medios de comunicación tan importantes como The Washington Post, The New York Times y The Wall Street Journal sobre las conversaciones telefónicas que sostuvo Flynn con el embajador de Rusia en Estados Unidos semanas antes, en las que se comprometía a facilitar la suspensión de las sanciones aplicadas por Barak Obama al gobierno de Vladimir Putin por sus interferencias durante la campaña electoral de aquel año. Un antecedente que debía haber recordado Trump al designar ahora a Gaetz, bajo investigación del Departamento de Justicia por presuntos abusos sexuales, y también a la hora de designar secretario de Defensa a Pete Hegseth, presentador de la televisora Fox News y veterano de guerra en Irak y Afganistán, condecorado dos veces por acciones contra enemigos armados pero sin formación para ocupar el cargo, quien también había sido investigado por acusación de abuso sexual. Precisamente en tardía previsión de lo podría ocurrir, el vicepresidente electo, J. D. Vance, acudió el lunes pasado al Capitolio en compañía de Gaetz y Hegseth para reunirse con los senadores republicanos de la Comisión de Ética del Senado y explorar la posición del grupo en las interpelaciones de ambos designados.

Esta iniciativa terminó mal: aunque Trump podía contar con la solidaridad de los senadores y representantes de su partido, ese apoyo de ningún modo era absoluto, y eso le hicieron saber a Vance. Si bien pasaban por alto las sospechas sobre la conducta moral de Hegseth porque las investigaciones que se habían realizado en su momento no encontraron prueba alguna en su contra, el caso de Gaetz era distinto, y la Comisión de Ética tenía previsto, en reunión pautada para el próximo miércoles, informar a la prensa que Gaetz estaba siendo investigado por estar acusado de haber cometido un delito sexual siendo funcionario del Departamento de Justicia que ahora iba a presidir. Esa fue la causa de la precipitada renuncia de Gaetz a su designación y el rápido nombramiento de Pam Bondi, ex fiscal general del estado de Florida, y firme aliada de Trump, para sustituir al renunciado.

No parece, sin embargo, que con este episodio vayan a cesar las tribulaciones del presidente electo, pues casi todas sus designaciones, por responder exclusivamente a la lealtad de cada uno de ellos, han generado dudas, suspicacias y hasta rechazo, como el que acaba de protagonizar Gaetz y como seguramente provocarán las interpelaciones de algunos de ellos, que de manera muy ostensible carecen de los conocimientos y la experiencia necesarios para desempeñarse satisfactoriamente en sus cargos y hacer realidad el compromiso de Trump de hacer a Estados Unidos “grande otra vez.”

Veamos algunos casos:

Entre las últimas designaciones se destacan, en primer lugar, la selección de Robert Kennedy, hijo mayor de Robert y sobrino de John F., pero enemigo acérrimo de las vacunas como sistema esencial de la prevención de enfermedades mortales, para ocupar la jefatura del Departamento de Salud, y de Linda McMahon, donante de millones de dólares a las campañas electorales de Trump y cofundadora con su marido de entonces de una importante empresa promotora de espectáculos de lucha libre, sin ninguna experiencia en materia educativa, como máxima responsable del Departamento de Educación.

En materia de relaciones exteriores y de los servicios de inteligencia, tareas vitales de Estados Unidos, los designados, con la excepción del senador Marco Rubio, quien sí tiene vasta experiencia en las relaciones internacionales de Estados Unidos, el resto del equipo despierta pésimas vibraciones. Comenzando por Elice Stefanik, representante republicana que se ha destacado por defender a quienes el 6 de enero de 2021 participaron en la toma del Capitolio de Estados Unidos para impedir la sesión conjunta del Congreso que debía certificar la victoria de Biden en el Colegio Electoral, como embajadora del país ante las Naciones Unidas, organismo que ella ha descalificado como “organización antisemita”; un cargo que en Estados Unidos tiene rango ministerial. Como asesor presidencial de Seguridad Nacional, el designado ha sido el también veterano de guerra y representante republicano, Mike Waltz, y sí cuenta con gran experiencia en la materia, tanto en el Congreso como en el Pentágono y en la Casa Blanca. A Tom Homan, ex director del Servicio de Inmigración, le sobra experiencia, pero no para enfrentar el complejo problema de las migraciones ilegales, sino precisamente por la que le sobra como “fiel defensor del control fronterizo”, para convertirse, como lo calificó el propio Trump, en “zar de las fronteras de Estados Unidos.”

Para cerrar el círculo, Trump designó directora de la Oficina de Inteligencia Nacional, organismo coordinador de todos los servicios de inteligencia, incluyendo a la CIA, a Tulsi Gabbard, veterana de guerra en Irak y Kuwait (2003-2005) y exrepresentante demócrata durante cuatro legislaturas y aspirante a la candidatura de su partido en las primarias que ganó Biden, que en agosto de este año 2024 le brindó su apoyo a Trump. De ser confirmada en su cargo por el Senado, Gabbard sustituirá a John Radcliffe, designado por Trump para el cargo en 2019, rechazado entonces por el Senado que no encontró capacitado para asumirlo, objetivo que logró Trump al año siguiente. Ahora lo ha designado para dirigir la CIA.

Por último cabe señalar que la primera designación hecha por Trump fue la de Susie Wiles, veterana lobista, quien fue la directora de su victoriosa campaña electoral, como su jefe de Gabinete, el más influyente cargo del gobierno. Poco después, el 17 de noviembre, designó como secretario de Energía a Chris Wright, ingeniero petrolero graduado de MIT, pero negacionista del cambio climático y fundador en 2011 de Liberty Energy, empresa valorada en 2.800 millones de dólares, dedicada a prestar servicios de fracking, la muy cuestionada extracción hidráulica de petróleo por el daño irreversible que causa al medio ambiente.

Estos son, por ahora, los hombres y mujeres sobre cuyos hombros se apoyará Trump para marcar el rumbo de Estados Unidos, al menos durante los próximos cuatro años. Un listado que forzosamente es parcial, pero que nos remite directamente a la sabia advertencia que nos hace el refranero popular: “Dime con quién andas y te diré quién eres.”

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