Armando Durán / Laberintos: Milei, entre la espada y la pared
El pasado domingo, en las elecciones legislativas de la provincia de Buenos Aires, en la que reside 40 por ciento de la población argentina, los candidatos de La Libertad Alianza, el partido del presidente Javier Milei, sufrieron, a manos de los candidatos peronistas, una contundente derrota, 47,2 por ciento por ciento sobre 32,7. Trece puntos, más de un millón de votos de diferencia, y la mayoría de los escaños en disputa, que obligaron a Millei, quien imprudentemente le había dado a una simple jornada electoral territorial una importancia que no tenía, reconocer esa misma noche que “hoy hemos tenido una clara derrota y hay que aceptarla.” Peor aún, porque en realidad había caído, con una ingenuidad de principiante en materia política, en la trampa tendida a sus pies por Axel Kicillof, ex ministro peronista de Economía y gobernador de la provincia desde 2019, de separar esta elección de la de las que se realizarán el mes que viene para renovar la mitad del Congreso Nacional y convertirla, por una parte, en un juicio sobre la gestión presidencial de Milei, y por a otra, en un duelo personal entre Milei y él como antesala explosiva de una eventual confrontación de ambos en las urnas presidenciales del 2027.
A este error garrafal de Milei, promotor de una política de austeridad extrema que en estos casi dos años de dura reducción del gasto público ha acarreado inevitables costos sociales, le añadió la misma noche de su debacle electoral un segundo e indeseable paso en falso: en lugar de ofrecerle al país una explicación razonable de lo ocurrido con la intención de minimizar el daño, sin tener en cuenta para nada las causas del descalabro ni sus posibles y potencialmente apocalípticas consecuencias, advirtió que no iba a retroceder “ni un milímetro” en la ruta económica emprendida por su gobierno, sino todo lo contrario. “Vamos a acelerar la marcha”, sostuvo con firmeza.
Muchas son las causas de este vapuleo que ciertamente no se esperaban Milei ni sus colaboradores más cercanos. La principal, sin duda, ha sido el fuerte y creciente rechazo popular a su programa de ajustes; la segunda, su arrogancia en el ejercicio del poder político. Es decir, la olímpica y sistemática indiferencia con que ha interpretado el impacto social de su política, diseñada para frenar los efectos devastadores de un gasto fiscal galopante, pero a costa de suprimir todo lo que huela a asistencia social, decisión que al cabo de casi dos años de gestión ha provocado una contracción que, si bien consiguió moderar la espiral inflacionaria, lo ha hecho al precio de reducir el empleo y el poder adquisitivo del salario de quienes menos tienen. Un factor que, sumado a su ciega obsesión antiperonista, lo llevo a creer que, en efecto, con esta elección provincial iban “a poner el último clavo al ataúd peronista.”
Pronto comprendió Milei que había sucedido lo opuesto, y que por ese camino no podría remendar el entuerto, así que el lunes siguiente a aquella terrible jornada electoral propuso instalar una mesa de diálogo con los 24 gobernadores provinciales del país, todos, no por casualidad, opositores. Sin embargo, genio y figura hasta la sepultura, Milei no pudo dejar de ser quién es y el jueves vetó la ley recién aprobada por el Congreso Nacional sobre los aportes que debe hacer el gobierno central para financiar obras públicas en las provincias, uno de los motores esenciales del desarrollo económico y el empleo a nivel regional. Y como es lógico, este veto, en un momento tan comprometido, generó de inmediato la repulsa de los 24 gobernadores, y se añade al hecho de que su derrota del domingo fue abrumadoramente capitalizada por Kicillof, que es peronista, pero no cualquier peronista.
Nacido en Buenos Aires en 1971, de aspecto sencillo y desenfadado, Kicillof es licenciado y doctor en Economía por la universidad de su ciudad, de la cual fue profesor de grado y posgrado. Figura polémica dentro la derecha argentina por su militancia peronista y su filiación keynesiana, es autor de libros como Volver a Keynes (2007), De Smith a Keynes (2010) o Fundamentos de la teoría general de la ocupación, el interés y el dinero (2012), obras que ponen de manifiesto su sólida formación académica, pero también la naturaleza de su pensamiento en materia económica, muy distinto al que define la política de Milei. Kicillof, además, cuenta con amplia experiencia de gobierno, que incluye haber ocupado diversos cargos públicos en el sector económico, incluyendo dos años como ministro de Economía (2013-2015), cuatro años como diputado al Congreso Nacional (2015-2019), y desde ese año 2019 como gobernador de la provincia. Ahora, después de apartarse gradualmente y sin conflicto alguno de Cristina Fernández de Kirchner, ha logrado unificar en torno suyo a todas las facciones del peronismo, incluyendo al kirchnerismo, en su campaña por atraer a Milei y derrotarlo por paliza en la elección de este domingo 7 de septiembre.
Por supuesto, sería un error pensar que el resultado de esta votación en la provincia de Buenos Aires tenga que repetirse el 26 de octubre en el resto del país, pero todo indica que así será y que de esa decisiva contienda electoral, de cuyos resultados el propio Millei será ingrediente determinante, no solo se consolidará la candidatura presidencial de Kicillof, sino la muy probable catástrofe del proyecto ultraderechista que encarna Milei, quien desde ahora mismo se encuentra prisionero de sí mismo en un callejón sin salida aparente. Si por efecto de la derrota del domingo se desdice del compromiso públicamente adquirido de profundizar todavía más su programa económico, le transmitiría al país una sensación de debilidad que precipitaría la muy ostensible pérdida de popularidad registrada en los irrefutables cómputos electorales del domingo. Si en cambio hace lo prometido y pisa el acelerador de su política de reducir el gasto público hasta donde el cepillo no llegue, su posición en el corazón y la conciencia de los argentinos se vería dramática e irreversiblemente afectada. Por ahora, Milei ya ha anunciado que cancelaba su programada visita a España para participar en un acto convocado por Vox, el ultraderechista partido de Santiago Abascal. Y hace bien, aunque solo sea por aquello de que la mujer del César, además de ser honesta, también tiene que parecerlo, pero ese gesto no es de ningún modo suficiente. En realidad, no parece que Milei tenga tiempo, después de su fracaso el domingo, de recuperar, antes del próximo 26 de octubre, el favor de los electores. A no ser que colocado por sus errores y su circunstancia entre la espada y la pared, como señalaba Joaquín Morales Sola esta semana en las páginas del diario La Nación, en análisis sobre la elección bonaerense del domingo, Milei asuma la observación de Churchill de que la política es “ir de fracaso en fracaso sin perder el entusiasmo.”