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Armando Durán / Laberintos – Primarias de la oposición: Todos con María Corina (2 de 2)

   El jueves 26 de octubre, Jesús María Casal, presidente de la opositora Comisión Nacional de Primaria, proclamó a María Corina Machado ganadora de la elección primaria realizada el domingo. Esta victoria, por supuesto, estaba prevista. Lo que no lo estaba es lo que realmente ocurrió, hechos que le dieron a la contundente victoria de María Corina una trascendencia de valor muchísimo mayor que un simple triunfo electoral. En realidad, aunque en un principio esa consulta perseguía el propósito de seleccionar democráticamente al candidato de las fuerzas de oposición al régimen para enfrentar a Nicolás Maduro en una eventual elección presidencial el año que viene, lo que ocurrió convirtió la jornada en un irreversible punto de inflexión en el proceso político venezolano.

   En primer lugar, me parece necesario destacar que nadie en su sano juicio podía haber anticipado una participación tan masiva y entusiasta de electores en un evento que, además de que por su propia naturaleza, actividad interna de un sector político del país, a la fuerza limitaba los alcances de participación. En el caso de esta elección primaria, además, debemos tener en cuenta los múltiples obstáculos interpuestos por el régimen, inauditos en cualquier sociedad civilizada del planeta, pero que, en Venezuela, por el carácter hegemónico con que se ejerce el poder político, desde hace años constituyen circunstancias habituales del quehacer político. De ahí que tan pronto como se supo que las principales fuerzas de oposición habían tomado la decisión de seleccionar un candidato único para enfrentar a Nicolás Maduro en una futura elección presidencial mediante el mecanismo democrático de una elección primaria, la maquinaria absolutista del régimen, el todo o nada de la intolerancia extrema, se puso en marcha de inmediato.

   De acuerdo con esta ineludible realidad, el pasado mes de junio, cuando la Comisión Nacional de Primaria designada para organizar esta compleja actividad electoral solicitó apoyo técnico al Consejo Nacional Electoral, no lo recibió. Peor aun, porque desde ese instante, el régimen hizo todo lo que pudo con el objetivo de hacer fracasar los empeños de la Comisión para instalar y autogestionar en todos los municipios del país más de tres mil centros de votación. Fue, como todos pudimos comprobar el domingo gracias a la información y las imágenes que circularon continuamente durante más de 20 horas por las redes sociales, una proeza impactante. Sobre todo, si tenemos en cuenta que las autoridades comunicacionales del régimen “aconsejaron” a los pocos medios escritos y audiovisuales independientes que quedan en Venezuela no darle cobertura alguna a esa elección primaria por venir. Al mismo tiempo, el régimen propició que este domingo electoral se interrumpiera el transporte público en muchas ciudades y que las estaciones de suministro de gasolina se mantuvieran cerradas durante toda la jornada. Mientras tanto, los llamados “colectivos”, grupos de chavistas violentos que actúan al mejor estilo de los grupos de acción rápida que emplea la dictadura cubana para sofocar cualquier manifestación de disidencia civil, hicieron circular amenazas contra quienes participaran en la elección. Y si todo esto fuera poco, este domingo cayeron en toda Venezuela torrenciales aguaceros tropicales. A pesar de estos y otros pesares parecidos, el domingo de la votación, desde muy temprano, comenzaron a formarse largas y ordenadas colas en los parques, plazas y frente a las viviendas de familias solidarias donde la Comisión pudo instalar las mesas de votación. Al final de la jornada, aunque con bastante retraso porque el régimen bloqueó la señal del servidor encargado de enviar al centro de totalización los resultados de los centros de votación, se supo que María Corina había superado contundentemente a los otros 13 precandidatos, al obtener 93 por ciento de los casi dos millones y medio de votos emitidos. Si hasta ese momento todos, gobierno y buena parte de la oposición, abierta o solapadamente habían estado en contra de la aspiración de María Corina, a partir de ahora todos comenzaron a estar con ella.

    Estas fueron las primeras y demoledoras realidades del domingo. Primero, la participación masiva de venezolanos desesperados por expresar, no solo su respaldo a la opción electoral que representa María Corina Machado, sino su rechazo absoluto a Nicolás Maduro, al régimen y al estamento político tradicional. Es decir, la expresión más rotunda de lo que podemos definir como un sólido sentimiento nacional que no se reduce a respaldar una candidatura, sino que expresa su agónico deseo de cambio político profundo, contra el presente, pero también contra el pasado, y la decisión colectiva de sentir que solo María Corina ha demostrado tener con qué recibir el mandato de conducir al país, no como simple candidata presidencial, sino como líder de todos, por esa ruta no negociable del cambio a fondo de la república.

   En segundo lugar, debemos destacar que ese 93 por ciento de votos que obtuvo, auténtica avalancha de votos y compromiso colectivo sin precedentes en la historia electoral de Venezuela, constituye a su vez un mandato político y existencial intransferible para llevar a Venezuela hacia un futuro de libertad y prosperidad. Como la propia María Corina advirtió en su primera rueda de prensa al conocerse el martes los primeros resultados de la votación, ella no se siente ni es la candidata de la Plataforma Unitaria, ni siquiera de Vente, su partido, que por cierto no forma parte de esa Plataforma, sino la candidata del pueblo como su líder, único e indiscutible.

    Por esta poderosa razón, todos los partidos miembros de la plataforma y todos los dirigentes que compitieron con ella en las urnas del domingo, reconocieron la legitimidad de la elección, la felicitaron por su triunfo y se ofrecieron a acompañarla a lo largo de los duros meses que se les vienen encima. Por esta misma razón, el desconcierto y el silencio fueron las primeras reacciones del régimen. Después vino su negación de la realidad: la Tierra no es redonda. Es decir, que lo que vimos todos, dentro y fuera de Venezuela, no fue un triunfo decisivo de la libre voluntad de los venezolanos por un cambio, sino un fraude cometido por la Comisión Nacional de Primaria y por los vencedores de la contienda: aquí se cometió un fraude constitucional contra el pueblo, clamaron en el desierto. Por último, el régimen tomó la peregrina resolución investigar judicialmente el fraude y acusar a sus supuestos autores, los integrantes de la autoridad electoral de la Plataforma Unitaria, de formar parte de una vasta conjura golpista encabezada por María Corina Machado.

   A estas alturas, viernes al mediodía, mientras escribo estas líneas, no está claro cuáles serán los próximos pasos que tomará el régimen. Sin la menor duda, por ahora parece que Maduro y su gente no están dispuestos, lo sostienen desde hace años, a entregar el poder por las buenas ni por las malas. Es lo que aprendieron en La Habana. Por otra parte, es preciso señalar que, aunque los firmantes de este último Acuerdo han sido los representantes del régimen y de la Plataforma, quien negoció sus términos con Maduro fueron representantes del gobierno de Joe Biden, que vienen dialogando con Maduro, sin participación opositora, desde marzo de año pasado, cuando tras la invasión de Ucrania por parte de las tropas de Vladimir Putin generaron una incipientea crisis energética. De ahí que las garantías en materia electoral que se vio obligado a aceptar Maduro lo hizo a cambio de que Washington comenzara a levantar, gradualmente, las sanciones petroleras y financieras de Estados Unidos a Venezuela. Valga decir, que desconocer a los pocos días de firmarlo en Barbados, como parece resuelto a hacer Maduro ahora al criminalizar la actividad electoral de la oposición perfectamente legal y legítima según el Acuerdo de Barbados, equivale a renunciar a ese levantamiento de sanciones. Desde esta perspectiva, la respuesta de Maduro a esta suerte de plebiscito del domingo 22 de octubre, coloca al régimen en un callejón sin salida. O admite Maduro lo indiscutible y se prepara una pérdida del poder el año que viene, o persiste en negar ciegamente la redondez de la Tierra, lo que equivale a renunciar a seguir simulando lo que ciertamente no es.

 

 

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