Armando Durán – Laberintos: Rebelión Popular en Venezuela
La alianza opositora Mesa de la Unidad Democrática (MUD) le anunció al país y a la comunidad internacional, el pasado viernes 21 de octubre, que el régimen chavista, por intermedio de su segundo presidente, Nicolás Maduro, había dado un golpe de Estado. En virtud de ello, amparados en los artículos 330 y 350 de la Constitución Nacional, convocaban al pueblo a declararse en rebelión popular, tomar las calles de toda Venezuela desde el miércoles 26 de octubre y seguir haciéndolo hasta que se restablezca en el país el hilo constitucional. Entraba de este modo la crisis venezolana en una etapa que puede llegar a ser terminal.
A los diversos exabruptos contra la Constitución y los valores esenciales de la democracia y del Estado de Derecho, Maduro, arrinconado en el callejón sin salida del creciente malestar ciudadano que determinó su aplastante derrota electoral en las elecciones parlamentarias del 6 de diciembre, decidió despojar al régimen de los últimos velos que aún disimulaban su inadmisible naturaleza dictatorial y le propinó una estocada mortal a la esperanza del país, al ordenarle al Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) y al Consejo Nacional Electoral (CNE) cancelar de un solo plumazo la opción constitucional del referéndum revocatorio, en este caso, de su mandato presidencial. Una decisión, calificada por la dirigencia opositora de “decisión peligrosa”, que cerraba el derecho ciudadano a producir un cambio de gobierno anticipado de manera pacífica, democrática y electoral. Sin lugar a duda, un zarpazo que le arrebataba a los venezolanos su derecho al voto y los colocaba en la irremediable encrucijada de aceptar la instauración en Venezuela de una dictadura pura y simple, o rebelarse contra esa pretensión antidemocrática.
Para terminar de precipitar estos tristes acontecimientos del drama político nacional, en la mañana del domingo 23 de octubre, la Asamblea Nacional (AN) celebró una reunión especial en la que se aprobaron varios puntos decisivos para enfrentar la nueva realidad creada por el golpe: “Declarar la ruptura del orden constitucional, iniciar el proceso para abrirle un juicio político al presidente Maduro, exigir a la Fuerza Armada Nacional (FAN) no ejecutar ni obedecer ningún acto o decisión que menoscaben los derechos del pueblo y convocar al pueblo a la defensa activa, constante y valiente de nuestra Carta Magna, de la democracia y del Estado de Derecho.” Antes de que terminara la sesión, un grupo violento de partidarios del régimen asaltó el salón del Palacio Legislativo donde se celebraba la sesión. Su intención, impedir la aprobación del acuerdo, objetivo que por fortuna no pudieron alcanzar. Es de notar que el asalto lo encabezó Jorge Rodríguez, ex presidente del CNE, alcalde del caraqueño municipio Libertador, miembro del llamado Alto Mando Político-Militar de la Revolución, y por más señas, uno de los representantes del gobierno en el deseado diálogo con la oposición organizado por UNASUR con la colaboración de los ex presidentes José Luis Rodríguez Zapatero, Lionel Fernández y Martín Torrijos, grupo al que desde este fin de semana se ha incorporado el cardenal Emil Paul Tscherrig, nuncio apostólico del Vaticano en Argentina, como enviado especial del Papa a esta nueva fase del diálogo que esta vez tampoco ha podido despegar, ya que el pueblo opositor venezolano sencillamente no se ha dejado confundir por el carácter tramposo de una maniobra que sólo pretende apaciguar los espíritus más inquietos de esa oposición y oxigenar al agónico gobierno de la “revolución bolivariana”.
En el marco de esta acción desesperada de Maduro y compañía, mientras el país se preparaba para esas dos decisivas acciones, una en la AN y la otra en las calles y avenidas de todas las ciudades del país, una noticia conmocionó a la opinión pública nacional. Según un comunicado del cardenal Tshcherrig, los representantes del gobierno y la oposición se habían reunido con él la noche del domingo, tal como había adelantado el vicepresidente Aristóbulo Iztúriz 48 horas antes para sorpresa del país, y que en ese encuentro ambos sectores expresaron su confianza en el desarrollo de un diálogo que le evitara al país males mayores. Igualmente el comunicado destacaba que la siguiente reunión se celebraría el domingo 30 de octubre en la isla de Margarita. Diversos portales digitales y las redes sociales difundieron el sorpresivo texto y varias fotografías de dirigentes de partidos de oposición presentes en la reunión con el enviado papal, como el secretario ejecutivo de la MUD, Jesús Torrealba, y los representantes del gobierno, incluyendo a Rodríguez, autor del fallido atropello a la Asamblea Nacional, menos de 24 horas después de haberlo dirigido.
Como era de esperar, esa mañana ardió Troya. ¿Otra vez la MUD caía en la trampa del régimen? ¿Cómo era posible que después de la rueda de prensa del viernes convocando a la rebelión popular y de la sesión del domingo de la AN para acordar lo que acordaron, en vísperas nada más y nada menos de que el parlamento decidiera abrirle un juicio político a Maduro y del inicio de lo que la oposición llamó la Toma de Venezuela, esa misma oposición, sin siquiera insinuárselo al país, de nuevo en el mayor de los secretos, se reunía con la delegación del gobierno para acordar quién sabe qué? La indignación de la gente estalló en las redes sociales y al mediodía, con las declaraciones de importantes figuras de la oposición, entre ellos Henrique Capriles, María Corina Machado, Lilian Tintori, esposa del encarcelado Leopoldo López, y el secuestrado Antonio Ledezma, que informaban haberse enterado de esta gestión negociadora por la televisión y las redes sociales, lo cual agravó todavía más la situación porque inducía a pensar que en una materia de esta magnitud la tal unidad opositora no existía. A las 7 de la tarde creció la confusión, porque en su habitual programa de preguntas y respuestas con los ciudadanos, Henrique Capriles llegó a preguntarse “¿de cuál diálogo hablan?” A las 10 de la noche la dirigencia de la MUD se desentendió del presunto diálogo y, aunque no fuera así, se indujo a la opinión pública a creer, a pesar de las fotos publicadas, que sólo Torrealba había acudido al encuentro con el cardenal y que esa puede que sólo haya sido una infeliz decisión personal suya. Según se informó esa noche, el 30 de octubre no habría diálogo gobierno-oposición en Margarita, que según todo permite suponer que el comunicado del cardenal fue un error comunicacional. Mírese como se quiera, lo cierto es que como señalaba en su edición del miércoles un titular del diario español El País, el dichoso diálogo “encalló antes de empezar”.
Así las cosas, Venezuela llegó a la cita convocada por la MUD con el entusiasmo que se siente ante grandes cosas por venir. Jamás, ni siquiera en aquel histórico y sangriento 11 de abril de 2002, cuyo desenlace fue la renuncia de Hugo Chávez y su restauración en el poder 47 horas más tarde, el pueblo manifestó su deseo de cambio con tanta convicción y firmeza. De un extremo al otro de la ciudad, centenares de miles de personas desbordaron la autopista Francisco Fajardo. Y no fue Caracas el único escenario de tanta indignación ciudadana con Nicolás Maduro, su gobierno y el régimen chavista. No quedó en Venezuela ciudad alguna que no tomara sus calles pacífica pero arrolladoramente para expresar su denuncia del golpe de Estado y su decisión de hacer lo que hiciera falta para restituir en Venezuela el hilo constitucional roto por Maduro la tarde del jueves. Millones de venezolanos le dijeron a Maduro este mensaje categórico y poco después del mediodía se informó de dos acciones muy concretas para los días siguientes: el primero de noviembre la Asamblea Nacional dictará sentencia en el juicio político a Maduro y el 3 de noviembre, en marcha definitiva de pueblo, el pueblo de Caracas y del resto de Venezuela que masivamente se traslade ese día a la capital, acompañará a Henry Ramos Allup, presidente de la AN y a los otros 111 diputados de la oposición a Miraflores, para entregarle a Maduro su carta de despido por ser el causante de la devastadora catástrofe que hoy condena a los venezolanos a la mayor crisis de su historia.
¿Será verdad tanta belleza? Habrá que esperar y ver, pero una cosa sí parece haber quedado clara estos días difíciles de octubre. La paciencia del país se agotó, la dirigencia opositora ya no puede dar ni medio paso atrás sin pagar un elevado precio político y al régimen, diga Maduro las bravuconadas que quiera, no le quedará más remedio que firmar antes del 2 de noviembre una rendición negociada con la oposición, empecinarse en una defensa numantina de su ambición de poder y al final, en la soledad abrumadora de un corredor de fondo ya sin piernas para seguir corriendo, verse obligado a someterse al veredicto implacable del pueblo y de la historia.