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Armando Durán – Laberintos: Venezuela en la recta final

 

Este jueves 4 de julio se inició oficialmente la campaña electoral en Venezuela. Desde hace semanas, sin embargo, las calles de ciudades y pueblos del país han sido escenarios de las actividades que realizan los partidarios de los dos contrincantes que polarizan la visión del futuro político de Venezuela y ocupan casi en exclusiva el corazón y la conciencia de los venezolanos desde el 17 de octubre del año pasado, fecha de la firma en Barbados de acuerdos entre el gobierno y la oposición de celebrar una elección presidencial con equidad y transparencia democráticas, pero es ahorac -uando apenas faltan tres semanas para que se haga realidad esa opción- que la tensión política que se ha vivido en Venezuela adquiere una intensidad sofocante.

 

El preámbulo de este capítulo decisivo del proceso político venezolano se produjo el pasado lunes primero de julio con el anuncio formulado por un Nicolás Maduro sonriente y muerto de felicidad porque desde hacía dos meses el gobierno de Estados Unidos insistía en reanudar con el gobierno de Venezuela los acuerdos negociados en Catar hace un par de años y que ahora, después de pensarlo muy bien, había accedido al planteamiento de la Casa Blanca. Luego agregó que esta nueva ronda de conversaciones se realizaría 48 horas después y que la negociación estaría una vez más a cargo de Jorge Rodríguez, presidente de la Asamblea Nacional, jefe de su comando de campaña y jefe del equipo negociador de Venezuela desde hace muchísimos años.

 

El anuncio tomó por sorpresa a los venezolanos, incluso a los norteamericanos, y la primera y al parecer única reunión se produjo en efecto el miércoles, aunque sin información alguna sobre el contenido de un encuentro que a todas luces no tenía ninguna razón de ser. Por esa simple y desconcertante razón, la versión ofrecida por Rodríguez sobre la reunión se limitó a reconocer que se había producido vía internet y que las partes consideraban que el encuentro había sido todo un éxito, porque ambos gobiernos habían expresado su voluntad de trabajar “en forma conjunta para generar confianza y mejorar las relaciones.” En segundo lugar, que se había acordado “mantener las comunicaciones de manera respetuosa y constructiva.” Insípido mensaje en perfecto estilo diplomático para dejar constancia de que nada, absolutamente nada, había ocurrido en esa irrelevante “negociación”, sin que nadie pueda siquiera insinuar cuál pudo haber sido ser la finalidad de esa supuesta reunión virtual que tanta alegría y felicidad había producido en lo más alto del poder político venezolano.

 

Disipada de esta forma tan inexplicablemente insubstancial lo que horas antes había divulgado el propio Maduro como una noticia de trascendencia afortunada, el jueves, al iniciarse oficialmente la campaña electoral, la realidad venezolana siguió siendo la misma de las últimas semanas: un país dividido entre más de lo mismo hasta el fin de los siglos o transición por la vía electoral rumbo a una Venezuela diametralmente opuesta al fallido propósito de hacer una “revolución bonita”, de “socialismo del siglo XXI o muerte”, que en la práctica ha terminado por reducir los términos de la ecuación venezolana a la suma de los devastadores efectos de una crisis generalizada que no cesa, y al terco empeño de Maduro y compañía por aferrarse al propósito de conservar el poder a toda costa, “por las buenas o por las malas.” Sin tener en cuenta el costo económico y social que desde hace años ha encerrado al país en un callejón sin otra salida que el éxodo masivo de sus ciudadanos. Resultado inevitable de este desencuentro irreversible entre los actuales gobernantes y los gobernados fue esa suerte de reventón que se produjo en el mismo instante en que la PUD anunció la victoria aplastante de Machado sobre los demás candidatos y partidos que se definían como opositores al régimen en la elección primaria del pasado 22 de octubre. Suceso que significó la consolidación de María Corina Machado como la única y victoriosa opción electoral para la inmensa mayoría de la población.

 

Esta circunstancia se ha hecho desde entonces emblemática y las decisiones administrativas, las acciones represivas y los más inauditos obstáculos empleados por el régimen para reducir el impacto y frenar el desarrollo de su liderazgo han demostrado ser abrumadoramente contraproducentes, pues le han permitido a Machado poner de manifiesto la firmeza inconmovible de su voluntad para resistir y superar todos los escollos y las limitaciones con que pretenden restringir su actividad y amedrentar a sus partidarios.

 

Escribo estas líneas el sábado 6 de julio por la mañana y no me engaño al señalar que lo que mejor caracteriza este inicio de campaña es el abrumador rechazo popular que despierta la candidatura de Maduro y el optimismo que despierta en el ánimo de los venezolanos la suma de la candidatura de Edmundo González Urrutia y el liderazgo de Machado. Un hecho que se hizo muy palpable la tarde del jueves en Caracas y en las principales ciudades del país, donde múltiples y contrastantes demostraciones de fuerza política por parte del oficialismo y la oposición demostraron, más allá de cualquier duda, que, a 20 días de la elección presidencial, el chavismo vive su peor momento en estos 25 años de ejercicio hegemónico del poder, y que haga el régimen lo que haga para impedirlo, González Urrutia se alzará con la victoria en las urnas del 28 de julio por amplísimo margen.

 

No obstante, al entrar Venezuela en esta suerte de recta final de esta etapa de su proceso político es preciso destacar que en el aire que respiramos flotan algunas incertidumbres. La primera y más perentoria es si, llegado el momento, Maduro reconocerá o no su derrota. La segunda es su consecuencia principal. ¿Qué pasará si Maduro desconoce el resultado que registran las encuestas y la observación directa de la realidad y las autoridades electorales anuncian la victoria de Maduro?

 

Imposible predecir lo que ocurrirá el día de mañana. Ayer viernes por la tarde, sin embargo, al dar por terminado el habitual desfile militar con que los 5 de julio Venezuela conmemora la declaración de su independencia, Maduro, después de jactarse del poderío militar de su gobierno exhibido en el desfile, alzó su bastón de mando como comandante en jefe de la Fuerza Armada Bolivariana y afirmó que para defender la soberanía nacional contaba, además, con “el apoyo de países con tecnología (militar) de punta: nuestra hermana Rusia, China, Irán. Que nadie se equivoque… somos una nación de paz, pero sabemos que, si se quiere la paz, prepárate para defenderla, conquistarla y preservarla…” Luego, apretando el bastón con fuerza, advirtió que este “bastón de mando seguirá en buenas manos en los años que están por venir. Jamás caerá en manos de un títere, de un oligarca, de un traidor. Lo juro. Jamás he temblado ante ninguna amenaza imperial del norte, ni de oligarcas, ni de fascistas.”

 

¿Pura retórica? En todo caso, pienso, una advertencia a tener en cuenta.

 

 

 

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