Otros temas

Armando Durán / Laberintos: Venezuela, rumbo al 21 de noviembre (3 de 3)

 

Este jueves, Nicolas Maduro hizo un nuevo esfuerzo por imprimirle una pizca de entusiasmo a la mesa de diálogo con la “oposición”, que está a punto de instalarse en México como paso imprescindible para llegar sin excesivos contratiempos a las fraudulentas elecciones parlamentarias previstas por sus autoridades electorales para el próximo 21 de noviembre. Supuesto diálogo y espurias elecciones aparejadas por la mediación del gobierno noruego y el colaboracionismo de los pocos partidos llamados de oposición que todavía no se han integrado del todo al aparato burocrático del régimen. De ahí las vueltas y revueltas de unos y otros en torno a estos dos temas, absolutamente ficticios, porque en ningún momento el régimen se ha paseado ni se paseará por la opción de abandonar el poder, ni sus adversarios han estado ni están dispuestos a romper del todo con la ilegal legitimidad del régimen. Un equilibrio imaginado que los obliga a todos a actuar en una realidad inestable pero inconmovible. De ahí la extravagancia de que Venezuela convivan en un mismo espacio físico dos presidentes, dos Asambleas Nacionales y una serie de instituciones paralelas, hasta el extremo de que esta semana la Corte Suprema de Justicia británica dictará sentencia sobre quién, Maduro o Juan Guaidó, tiene derecho a disponer de mil millones de dólares en lingotes de oro depositados por el Banco Nacional de Venezuela en bancos londinenses.

En el marco de esta inaudita irrealidad, el proceso político venezolano no avanza en ninguna dirección. La nada absoluta. De ahí que la comunidad internacional ha terminado por sentir la necesidad de limitar sus acciones a facilitar cualquier acuerdo que al menos sirva para darle un barniz de normalidad a una situación que nada tiene de normal. De ahí también que haya surgido en el ánimo de todos los actores del drama venezolano, nacionales e internacionales, la necesidad de encontrar un modus vivendi que le permita a Venezuela sobrevivir a la crisis como sea, con la intención de impedir que se produzca una catástrofe de consecuencias imprevisibles. Aunque esa solución sea tan poca solución y tan improcedente, como recurrir al mecanismo del diálogo régimen-oposición desacreditado por completo porque desde que se inició hace 18 años, solo ha servido para que el chavismo haya conservado el poder hasta el día de hoy.

Esta dramática circunstancia ha determinado que a estas alturas ambas partes carecen de argumentos para hacer viable un diálogo real. Sobre todo ahora, que por primera, para sentarse a esa mesa, ambas partes ponen condiciones imposibles de satisfacer. Por esta simple circunstancia, Estados Unidos, Canadá y la Unión Europea, patrocinantes de esta nueva etapa de negociaciones entre Maduro y Guaidó, divulgaron un comunicado conjunto exigiéndole a Maduro que para seguir avanzando en las negociaciones que permitan la instalación de la prevista mesa de diálogo en México, primero tiene que dejar en libertad a todos los presos políticos, permitir el regreso de los exiliados, restituir la legalidad de los partidos y dirigentes deshabilitados arbitrariamente de sus derechos políticos y respetar la libertad de prensa y demás derechos humanos. Es decir, que le ponga fin a la dictadura.

Con idéntica intransigencia, Maduro le respondió a los tres firmantes del comunicado que para acudir a la cita de México, la comunidad internacional primero tiene que levantar todas las sanciones que desde el segundo gobierno de Barak Obama se le aplican al régimen venezolano, que se le restituya a su gobierno la propiedad de todos los activos que le han sido expropiados en el extranjero y que se reconozca nacional e internacionalmente la legitimidad de todos los poderes y todas las instituciones de la Venezuela bolivariana.

A esta insuperable contradicción entre las expectativas de ambos “presidentes”, las impactantes manifestaciones de indignación ciudadana que el 11 de julio le sacudieron el piso a los sucesores de Fidel y Raúl Castro en La Habana y otras ciudades y pueblos cubanos, verdadero sacudón al aliado estratégico del régimen desde que en el año 2000 Fidel Castro y Hugo Chávez firmaron una alianza entre ambos -Cuba y Venezuela hasta que la muerte nos separe-, ha obligado a Maduro a radicalizar su posición frente a sus adversarios. Por una parte, y sin tener en cuenta para nada que en ese momento estaba en Venezuela una comisión técnica del gobierno noruego para determinar si en Venezuela había condiciones para seguir adelante con el proyecto de una mesa de diálogo y negociaciones entre Maduro y sus presuntos opositores, hizo preso a Freddy Guevara, principal colaborador de Guaidó, acusándolo a él y a otros miembros de su equipo de ser los instigadores de los grupos delictivos que en el suroeste de Caracas acababan de protagonizar una batalla campal de tres días con casi tres mil efectivos. Por otra parte, Maduro, quien hasta ese momento había manifestado su deseo de reunirse con toda la oposición, ahora declaró que de ninguna manera se reuniría con Guaidó, en lugar de ceder a las múltiples presiones que se le hacían para dejar en libertad a Guevara y frenar el hostigamiento físico a Guaidó y a otros miembros del partido Voluntad Popular.

Este jueves Maduro no ha rectificado la adopción de esas medidas extremas, sino todo lo contrario. “Estamos listos para ir a México”, declaró a la prensa en un acto público, pero “para llegar a acuerdos parciales por la paz y la soberanía de Venezuela”, que en la jerga oficial del régimen significa garantizarle al chavismo su permanencia como único poder en Venezuela. A esa misma hora, nada casualmente, desde España o desde Caracas, vaya usted a saber, José Luis Rodríguez Zapatero, inefable y sin duda el más eficiente asesor internacional de Maduro, completó la declaración de su empleador al informar que el presidente de Venezuela sí está dispuesto “a negociar (pero) con condiciones.” Ya nos lo había advertido el lunes Jorge Rodríguez, presidente de la Asamblea Nacional chavista surgida de las fraudulentas elecciones parlamentarias de diciembre y jefe negociador de Nicolás Maduro con los sectores más dialogantes de la oposición: Maduro “solo dialogará con los opositores que se comprometan a abandonar para siempre cualquier forma de violencia.” Tajante declaración para profundizar la persecución de la oposición agrupada en torno a Guaidó, que modifica a fondo la inicial oferta electoralista del régimen y le indica a la comunidad internacional que se olvide de las exigencias que le hacían a Maduro. Las negociaciones en México van, pero bajo las condiciones que imponga Maduro.  Lo toman o lo dejan. De modo que si este nuevo desafío no le responden Estados Unidos, Canadá y la Unión Europea con firmeza, pronto se instalará en México una mesa de diálogo, pero ahora entre los representantes oficiales de Maduro y los oficiosos, representantes del sector de la oposición integrado abiertamente a las filas del chavismo. Y si nadie lo impide, Venezuela seguirá avanzando como si nada rumbo a las elecciones del 21 de noviembre, “por la paz y la soberanía del país.” En pocas palabras, eso es lo que hay.

 

 

 

Botón volver arriba