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Armando Durán / Laberintos: Venezuela – Rumbo a la hora cero

El pasado miércoles 12, durante dos horas, José Luis Rodríguez Zapatero, pieza clave en la maniobra apaciguadora de Nicolás Maduro para neutralizar cada amenaza de la oposición con la opción de un diálogo siempre tramposo, visitó a Leopoldo López, quien desde el fin de semana salió de la prisión militar de Ramo Verde para seguir cumpliendo su arbitraria condena en su “casa por cárcel.” ¿De qué hablaron en esta ocasión el ex presidente del gobierno español y el preso político más emblemático de Venezuela? ¿Y cuál fue el motivo de esta conversación? ¿Adelantar una negociación entre el Gobierno y la oposición, o dar la falsa pero devastadora impresión de una supuesta negociación de López con el Gobierno, incidencia que comprometería el porvenir de las masivas protestas populares que sacuden los cimientos del régimen, y la participación masiva de venezolanos en la consulta plebiscitaria del domingo?

 

   Este último tramo de la lucha de 80 por ciento de la población contra un régimen que ya no disimula su naturaleza dictatorial se inició la madrugada del domingo con la excarcelación de López. Se sabía que algo estaba ocurriendo, que durante las últimas semanas Rodríguez Zapatero había intensificado sus gestiones apaciguadoras y que ahora estaba de nuevo en Venezuela, como siempre, haciendo de las suyas. Un temor que cobró fuerza al saberse que el pasado 4 de junio el español, acompañado de los hermanos Jorge y Delcy Rodríguez, sostuvo una larga entrevista con López en la prisión militar de Ramo Verde. De inmediato, López y diversos voceros de Voluntad Popular, su partido, hicieron saber que Zapatero le había ofrecido el beneficio de “casa por cárcel” a cambio de que propiciara la desmovilización de las protestas callejeras, pero que López rechazó con firmeza la transacción. Según señaló el propio López en el video, era preciso seguir en la calle, el único camino eficiente para restaurar la democracia en Venezuela.

 

   La duda, sin embargo, estaba sembrada. La ficción democrática que había montado Hugo Chávez para disimular la auténtica naturaleza antidemocrática de su proyecto político hacía agua por todas las costuras y la “mediación” de Rodríguez Zapatero y su combo de ex presidentes latinoamericanos, carta que los asesores de Maduro se sacaron de la manga hace algún tiempo, no terminaba de arrojar los frutos esperados. Cierto que había logrado neutralizar a comienzos del año 2016 la iniciativa de Luis Almagro en la OEA y cierto también que había tenido éxito en su empeño por calmar los ánimos del sector más impaciente de la oposición al instalar una tramposa Mesa de Diálogo en octubre, pero el engaño del oficialismo resultó excesivo y tanto la oposición como el Vaticano y el Departamento de Estado norteamericano, que se habían incorporado a la tarea de encontrarle una solución negociada a la crisis, se levantaron de la Mesa. La trampa del dúo Maduro-Zapatero se vino entonces abajo estrepitosamente.

 

   Días después, el cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado del Vaticano, le escribió a Maduro una carta en la que le anunciaba que ningún representante del papa Francisco volvería a mediar en el conflicto hasta que el régimen implementara cuatro de los puntos aprobados en las conversaciones Gobierno-oposición, a saber, la libertad plena de todos los presos políticos, el reconocimiento de las competencias constitucionales de la Asamblea Nacional, la apertura de canales humanitarios internaciones y la elaboración de un cronograma electoral creíble. Este rechazo le dio ahora a la confrontación un carácter mucho más dramático y Maduro comenzó a cometer una serie de muy graves errores, el primero de los cuales, las sentencias 155 y 156 dictadas a finales de marzo por la Sala Constitucional del Tribunal Suprema de Justicia para apropiarse de las pocas atribuciones que le quedaban a la Asamblea Nacional, fue precisamente la causa eficiente de las masivas manifestaciones de protesta que vienen acorralando al régimen desde el 2 de abril.

 

   En este contexto de confrontación extrema, la prioridad del régimen pasó a ser de la noche a la mañana la necesidad urgente de normalizar a su manera la vida política del país, razón por la cual aprovechó la celebración del primero de mayo para convocar, al margen de las normas que fijan la Constitución y las leyes, la elección de una Asamblea Nacional Constituyente, cuya finalidad es ponerle fin al Estado de Derecho y de Justicia que establece la Constitución vigente y generar aquel estado Comunal que le propuso Chávez al país a mediados del año 2007 y que fue rechazado por el pueblo en referéndum realizado en diciembre. Ahora, presionado por las circunstancias, Maduro, con esta convocatoria, le añadía al viejo proyecto de Chávez un ingrediente nuevo: disponer de un argumento de mucho peso para negociar desde una posición de fuerza con la dirigencia política de oposición, parte de la cual no ha dejado de alentar la esperanza de la convivencia con el régimen mediante la fórmula, clásica en democracia, del diálogo y la negociación para superar las diferencias entre partes que no se entienden del todo.

 

   Tres señales permiten presumir que para ese entonces el segmento “dialogante” de la dirigencia opositora negociaba con el régimen un nuevo modus vivendi. La primera de ella fue un discurso pronunciado por Henry Ramos Allup, eterno secretario general de Acción Democrática y ex presidente de la Asamblea, en el cual, ejemplar de la Constitución en la mano, denunció a quienes desde las calles de Venezuela clamaban por el establecimiento de un gobierno de transición. “En esta Constitución”, señaló Ramos Allup agitando con fuerza el ejemplar de la Constitución, “no se menciona la opción de un gobierno de transición.” Lo que Venezuela desea, sostuvo, es la celebración de elecciones. Ramos Allup podía haber añadido de las elecciones pendientes para elegir gobernadores y alcaldes, porque no se habían celebrado en las fechas previstas en el cronograma oficial del Consejo Nacional Electoral, las regionales en el tercer trimestre de 2016 y las municipales en el primer trimestre de este año.

 

   La segunda y tercera señales se conocieron inmediatamente después. Desde Roma, el cardenal Parolin hizo pública una carta a algunos ex presidentes latinoamericanos preocupados por la crisis venezolana, en las que reitera la posición del papa Francisco en favor de una solución negociada de la crisis venezolana según las condiciones mencionadas meses antes en su carta a Maduro, pero suavizando substancialmente el tono de las exigencias vaticanas y poniendo todo el énfasis del reclamo papal en la elaboración de un cronograma electoral, al que ahora le reclamaba un valor nuevo, que fuera “viable”, aunque en ningún momento se ocupó de fijar los términos que pudieran hacer de ese cronograma una actividad posible. Por último, Tibisay Lucena, presidente el Consejo Nacional Electoral desde tiempos inmemoriales, en alocución televisada, anunció cuando nadie se lo esperaba, que el organismo electoral se disponía a celebrar el próximo mes de diciembre elecciones regionales.

 

   Armado de este suculento caramelito envenenado fue que Rodríguez Zapatero trató de desarmar la resistencia de Leopoldo López. El régimen estaba dispuesto a desconvocar la celebración de la controversial nueva Asamblea Nacional Constituyente y celebrar en diciembre las elecciones para gobernadores, a cambio de que la oposición abandonara las calles. La guinda de ese perverso pastel fue la promesa de una progresiva excarcelación de los “políticos presos”, palabreja compuesta con la que el régimen llama a sus presos políticos, y la también progresiva apertura de ayuda humanitaria internacional. Nada más.

 

   De acuerdo con estos tejemanejes, nada más natural que la excarcelación sorpresiva de Leopoldo López despertara dudas y suspicacias. En primer lugar, porque Lilian Tintori, esposa de López que durante los 40 meses de su prisión había asumido con entrega total la defensa de los derechos de su marido violados sistemáticamente por un proceso judicial groseramente amañado y un encierro desde todo punto de vista caracterizado por la crueldad de sus carceleros, declaró que López había llegado a su casa a las 3 de la madrugada acompañado de los impresentables hermanos Rodríguez, de quienes ella se expresó con una cordialidad inexplicable. Y sobre todo, porque pocas horas después de haberse producido la excarcelación de López, y a la espera de otras excarcelaciones, la alianza opositora, que había convocado para el lunes un Trancazo de 10 horas en todas las calles y avenidas del país, el domingo al mediodía, poco antes de darse inicio a una concentración de ciudadanos en la avenida Francisco de Miranda, informó que la tranca sería de sólo dos horas.

 

   Esta modificación de un horario que se venía divulgando desde hacía varios días y que reflejaba una escalada en la lucha contra el régimen, incrementó ominosamente el temor de que la dirigencia de la oposición, a pesar de sus reiteradas negativas, estaba negociando, a espaldas de los ciudadanos, algún acuerdo que como en otras tantas oportunidades, significaría desmovilizar las protestas a cambio de nada. La indignación se impuso en el acto de masas de esa tarde en la Francisco de Miranda y a partir de ese momento la sociedad civil sostuvo en las redes sociales que los venezolanos de a pie realizarían el trancazo en el horario inicial, o sea, de 10 de la mañana a 8 de la noche. Al anochecer de este controversial domingo, María Corina Machado y Henrique Capriles se declararon en las redes sociales a favor del Trancazo de 10 horas y afirmaron que es el pueblo quien manda en las calles. Poco después, Freddy Guevara, vicepresidente de la Asamblea Nacional y frecuente vocero de la alianza opositora MUD publicó un tuit en el que anunciaba que la dirigencia había escuchado la voz del pueblo y que el Trancazo del lunes en efecto tendría una duración de 10 horas.

 

   A pocos días de realizarse la consulta electoral convocada por la Asamblea Nacional para que el pueblo se pronuncie en favor o en contra de tres puntos, la elección de una Asamblea Nacional Constituyente, la designación por parte de la Asamblea Nacional de los magistrados de un nuevo Tribunal de Justicia y de los rectores de un nuevo Consejo Nacional Electoral, y a favor o en contra de la celebración de elecciones generales y la conformación de un Gobierno de Unidad Nacional, la visita de Rodríguez Zapatero a Leopoldo López persigue el retorcido propósito de hacer pensar a los venezolanos que hasta López negocia con el Gobierno. Una manera perversa de promover la desmoralización del electorado y la abstención de muchos en las urnas democráticas del domingo.

 

   No parece, sin embargo, que la maniobra de este dúo Maduro-Zapatero vaya a salirse con la suya. Tras 100 días de resistencia en las calles, con 100 asesinados y miles de heridos y detenidos, todo indica que el domingo 16 de julio la presencia de electores de oposición en los algo más de dos mil centros de votación será masiva, que los tres Sí de esta jornada sin la menor duda serán masivos, y que el lunes, tal como han reiterado diversos dirigentes de los 9 partidos que integran la alianza de la Unidad Democrática, la votación del domingo dará el pistoletazo de salida a lo que han llamado Hora O de la restauración de la democracia y del estado de Derecho en Venezuela. Es decir, el principio del fin de la dictadura.

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