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Armando Durán / Laberintos: Los errores y opciones de Nicolás Maduro (2 de 2)

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Armando Durán / Los errores y las opciones de Nicolás Maduro (1 de 2)

 

La respuesta inicial de Nicolás Maduro a la aplastante derrota sufrida por él y por el régimen el pasado 22 de octubre fue negar ciegamente la realidad que todos, dentro y fuera de Venezuela, habíamos visto. Condicionado por ese inaudito disparate de afirmar que la Tierra es plana, cometió su segundo y muy agravado error de cálculo, cuando él y sus lugartenientes más cercanos clamaron “Fraude”a los cuatro vientos y amenazaron que sobre las cabezas de los responsables de los múltiples delitos consumados en las urnas del domingo caería todo el peso de la “ley”. El fiscal general del régimen no tardó en “darle forma” a esta arrebatada decisión ejecutiva de refutar lo inobjetable y judicializar lo que no pasaba de ser un simple hecho político interno de la oposición al informar el siguiente viernes que los miembros de la Comisión Nacional de Primaria y sus representantes regionales habían sido citados a su despacho a declarar el lunes 30 de octubre a las 11 de la mañana, en calidad de “investigados”, figura que por cierto no se contempla en la legislación penal venezolana.

   Como era de esperar, ese fin de semana fue de tensión extrema y cuando el lunes, a la hora señalada, llegaron a la sede de la Fiscalía General el presidente de la Comisión, Jesús María Casal y Mildred Camero, su vicepresidente, se temía con razón que los jefes civiles y militares del régimen le dieran riendas sueltas a la indignación que sentían y le ordenaran al fiscal pasar por alto eso del “debido proceso” al que están constitucionalmente sometidos todos los órganos de la administración de justicia en Venezuela, y dejara encarcelados a Casal y a Camero.

   Por fortuna, por ahora la sangre no llegó al río, sin la menor duda, porque en horas del mediodía, desde Washington, llegó a Caracas un mensaje del gobierno de Estados Unidos recordándole a los gobernantes venezolanos la advertencia que le había hecho Antony Blinken de habilitar antes del 30 de noviembre a los dirigentes opositores inhabilitados, incluyendo, por supuesto a María Corina Machado, y dejar en libertad a todos los presos políticos. Si no, se restituirían todas las sanciones al régimen temporalmente levantadas con la firma el jueves 17 de octubre del llamado Acuerdo de Barbados.

    El aviso de la Casa Blanca ponía claramente de manifiesto que el compromiso adquirido por Maduro con la firma del Acuerdo no era fruto de negociaciones entre sus representantes y los de las fuerzas políticas de oposición, sino directamente con el gobierno de Joe Biden, y así, tras 8 horas de interrogatorio, Casal y Camero pudieron regresar sus hogares. Casi al mismo tiempo, sin embargo, la Sala Electoral del oficialista Tribunal Supremo de Justicia distribuyó un comunicado notificando que, en virtud de un recurso de amparo constitucional introducida por un diputado de la Asamblea Nacional en el que denunciaba a la Comisión Nacional de Primaria de haber cometido “actos ilegales” en la realización de esa consulta electoral, el máximo tribunal del país había dictado sentencia cancelando los efectos de la votación. Como si con una resolución bastase para sostener que lo que pasó sencillamente no había pasado. Es decir, que la votación de dos millones y medio de venezolanos que, a pesar de los obstáculos, la desinformación y las amenazas del régimen acudieron a votar en las mesas de los tres mil y tantos centros de votación instalados en todos los municipios del país, no existían ni habían votado. Una “inexistencia” que le permitía a Maduro no reconocer el sólido rechazo popular que provocan él y el régimen, ni ver la fortaleza abrumadora del liderazgo de María Corina Machado. Una verdad que, si bien no se refería expresamente a ello,  implicaba que ese respaldo también significaba un enérgico rechazo al colaboracionismo activo y pasivo de líderes como Henry Ramos Allup, Manuel Rosales, Teodoro Petkoff, Henrique Capriles y Julio Borges, por haber traicionado la voluntad y las esperanzas de la población al entablar con el gobierno una sociedad de beneficios compartidos desde aquella primera simulación del dialogo y el entendimiento que fue la Mesa de Negociación y Acuerdos, con que dos expresidentes, Jimmy Carter de Estados Unidos y César Gaviria de Colombia, en representación del Centro Carter y la Organización de Estados Americanos, le facilitaron a Hugo Chávez un mecanismo que les permitió a él primero y después a Maduro, su sucesor, conservar el poder desde hace ya más de 20 años.

   Por su parte, Machado le indicó a sus partidarios en varios mensajes transmitidos por medio de las redes sociales no caer en la tentación de polemizar con Maduro y su gente. El 22 de octubre, dos millones de venezolanos participaron en la jornada electoral y 93 por ciento de ellos la habían elegido a ella como candidato y líder de la oposición. Ahora les correspondía continuar esa tarea, fortaleciendo la organización de su candidatura para la elección presidencial por venir. Y también para que Maduro y compañía entiendan los términos exactos de la nueva relación que a partir del 22 de octubre regula el futuro del proceso político venezolano y de las relaciones de Caracas con Washington, tal como hace pocas horas, Juan González, subsecretario de Estado del gobierno de Joe Biden para asuntos hemisféricos, le reiteró a Maduro al plantearle no confundir el levantamiento temporal de sanciones al régimen con un cheque en blanco de Estados Unidos al régimen. A fin de cuentas, como en toda verdadera negociación, esta, entre Biden y Maduro, se fundamenta es un dando y dando. Washington ya dio el primer paso con las licencias que le ha concedido, y Caracas tiene ahora un plazo de pocos días, hasta el próximo 30 de noviembre, para cumplir su parte. O atenerse a las consecuencias.

   Hasta ese día, habrá que esperar. Sobre todo, no confundir los deseos con la realidad. Y esa realidad es que cualquier camino que emprenda Maduro, incluyendo la patética convocatoria de un referendo consultivo sin sentido sobre la reclamación venezolana del territorio del Esequibo que nadie pone en duda, y cuya finalidad no es hacer valer los indiscutibles derechos de Venezuela, sino falsear los resultados de la votación para hacerle creer a su cada día más débil base social que él sigue siendo el rey, él lleva las de perder. Si acepta las condiciones que se incluyen en el Acuerdo de Barbados, tendrá que someterse, él o un sustituto, a la voluntad popular el año próximo, a sabiendas de que, si esa elección presidencial se realiza de acuerdo a condiciones realmente democráticas, el candidato del oficialismo, a lo sumo, conseguiría 20 por ciento de los votos. Si, en cambio, se resiste a entrar por el aro que continuamente le recuerdan desde Washington y le niega a los venezolanos elegir al fin a su próximo presidente en libertad, tendrá que sufrir las consecuencias de sanciones más estrictas aún, las divisiones en el seno de su partido se harán insoportables y el repudio del pueblo, que finalmente dejará de creer en los pajaritos preñados electorales, será inclemente.

 

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