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Arturo Pérez-Reverte: «El fanático de un solo libro es el elemento más peligroso de la humanidad»

Víspera del Día del Libro XLSemanal – en colaboración con Ámbito Cultural– ha charlado con Arturo Pérez-Reverte sobre libros y bibliotecas de la mano de Fernando Goitia, periodista y escritor.

Fue poco más de una hora, pero la conversación bien pudiera haberse alargado toda una tarde. Hablar sobre libros y bibliotecas implica, al fin y al cabo, tocar una de las fibras más sensibles de Arturo Pérez-Reverte. Más allá de su extensa obra, tan precisa a la hora de trasladarnos a épocas pasadas gracias, en gran medida, a su propia biblioteca, con más de 32.000 volúmenes, su vida entera ha estado marcada por esta pasión. Rezuma por todos sus poros en la charla que, para celebrar el Día del libro, ha mantenido con Fernando Goitia, Jefe de Sección de XLSemanal y escritor en ciernes, autor de La Sacudida.

Desde el minuto inicial, el escritor y académico, que este año cumple tres décadas como columnista de nuestra revista, defendió la importancia capital de libros y bibliotecas –de la cultura–, al hablar de una práctica tan nefasta como extendida en la historia de la humanidad: quemar libros. Implica, dijo Pérez-Reverte, «destruir memoria. Cuando desaparecen le están cortando senderos a la humanidad». Por eso, la biblioteca de Sarajevo en llamas, desastre del que fue testigo en 1992, es una imagen que persiste con fuerza en su memoria. «Uno de los días más tristes de mi vida como reportero –confesó–. No solo la incendiaron, es que no querían que se apagara». Francotiradores serbios disparaban a los bomberos y a todo el que se acercara al edificio, recordó Pérez-Reverte, sintetizando lo ocurrido con una sentencia: «El libro es la memoria del enemigo». Y por eso los intenta destruir. Aunque sea, muchas veces, de forma metafórica, como ocurre con excesiva frecuencia hoy en las redes sociales. «Hay algo turbio en el ser humano que quiere destruir lo que no comprende –le dijo a Goitia Pérez-Reverte–. Un impulso que ha crecido con las redes sociales para acallar a los que no piensan como tú. Pasearte con la tea y las cerillas en la mano es algo muy actual. Las hogueras atraen mucho a la gente».

Entre recuerdos de guerra y reflexiones, el escritor evocó la impresión causada al leer, con 13 o 14 años, Fahrenheit 451, la gran advertencia literaria de Ray Bradbury sobre las consecuencias del control de las masas a través de la quema y destrucción de libros. Leyó aquel libro en la biblioteca de su abuelo, imaginándola convertida en llamas. «Que todo esto arda», se decía impresionado. Aprovechó entonces para lanzar su propia advertencia. «El libro único es lo que más daño ha hecho a la historia de la humanidad –señaló–. Sea Mein Kampf, la Biblia, el Corán, el Talmud o el que sea. El fanático de un solo libro es el elemento más peligroso de la humanidad».

Cazador de libros, como él mismo se ha definido en repetidas ocasiones, Pérez-Reverte habló con Goitia también sobre los orígenes de su pasión. «Yo tenía dos bibliotecas: la de la familia paterna, llena de clásicos, y la materna, mucho más moderna, con novelas de Agatha Christie, Raymond Chandler, Joseph Conrad… Fui un lector muy voraz». Inició así una larga evocación de memorias infantiles y juveniles, toda una cadena de recuerdos asociados a la lectura que determinaron en buena medida el hombre, el periodista y, finalmente, el escritor que estaba llamado a ser.

«Cuando trabajé de reportero y vi al ser humano haciendo lo bueno y lo malo el mismo día, el haber leído me permitió comprender ese mundo cruel y brutal», contó Pérez-Reverte. Más aún, la lectura fue en aquellos días para él una compañera de aventuras, un analgésico para diluir el horror. «Era evasión y también interpretación –reveló–. Los libros que más he llevado en la mochila fueron La Odisea y La Ilíada. Yo veía por la mañana escenas de guerra en Beirut que acababa de leer la noche anterior».

Estuviera donde estuviera, colegio –«me echaron de los Maristas porque un hermano al que le gustaba mucho la violencia se encontró con violencia»–, instituto, universidad o campos de batalla, el entonces futuro escritor siguió cazando libros. De todo tipo. «Hasta los libros malos tienen algo bueno, lo decía Cervantes –señaló–. Un lector lee un mal libro de historia, y aunque sea malo, éste invita al lector a buscar otro. Todo libro abre la puerta al lector a otros. Es una cadena maravillosa llena de azares sin reglas. No hay que despreciar. La literatura es un territorio inmenso donde el lector entra como un pirata en un barco y se lleva lo que quiere».

Orgulloso de su propia biblioteca, el escritor reveló algunas claves sobre cómo la fue construyendo, qué tesoros guarda en ella, el modo en que la organiza, el viaje que hacen los libros específicos que le acompañan con cada novela. Tres de ellas surgieron en la conversación: El pintor de batallas, «sobre la geometría del caos, las reglas de la guerra», Línea de fuego, la última, precisa como pocas en la descripción y narración de una batalla, y Territorio Comanche, la crónica de sus días en Sarajevo. Obras, las dos primeras, en cuya construcción jugó la biblioteca, la documentación obsesiva, un papel trascendente. Todo lo contrario de la tercera, su única novela en la que apenas precisó de ella. Estaba todo en su cabeza. Lo había vivido. «La escribí en quince días», admitió.

Prosiguió la charla por diversos caminos, hablando de las bibliotecas y las lecturas como una incitación a la aventura; de su admiración hacia Dumas y la importancia de Los tres mosqueteros como libro que marcó, antes que ninguno, su inclinación hacia la literatura. «Era el libro mítico de mi familia –le reveló a Goitia–. Hacíamos una especie de Trivial sobre él. Es el primer libro con el que me asomé a la amistad, a la lealtad. Yo vibré como lector, me sentí D’Artagnan. Ese libro fue el primero que me dejó una huella, como lector y como ser humano».

Contó también su singular aproximación a la escritura de novelas, por accidente. «Nunca quise ser escritor. Quería viajar por el mundo, conocer chicas guapas, meterme en peleas… Y lo hice durante 21 años. Volví de una guerra que me dejó un poco raro y decidí escribir. No tenía intención de publicarla. Y entre guerra y guerra seguí haciéndolo hasta el best-seller internacional que fue La tabla de Flandes. Fue una salida, un futuro. A partir de El club Dumas me lo planteé de una forma profesional. Yo no soy un artista. A mí la musa no me visita, yo salgo a trabajar cada día». Apenas una pequeña parte, en todo caso, de lo que dio de sí esta charla, plagada de anécdotas, reflexiones y recuerdos, que te ofrecemos de forma íntegra aquí.

Arturo Pérez-Reverte y los libros (vídeo completo de la entrevista)

Con motivo del Día del Libro Fernando Goitia, Jefe de Sección de ‘XLSemanal’ ha charlado con Arturo Pérez-Reverte sobre libros y bibliotecas.

 

 

 

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