Arturo Pérez-Reverte: ‘En España, desgraciadamente, la palabra ha dejado de ser peligrosa’
Novelista, académico, reportero de guerra, marinero díscolo… Arturo Pérez-Reverte lleva 25 años escribiendo columnas en el suplemento ‘XL Semanal’.
Cada domingo destripa el mundo a su manera: a medio camino entre la vivisección sin anestesia y una esgrima con la actualidad
EL MUNDO premia todo ello. «Hablo de la palabra como arma», dice. «Como el arma de aquel que no quiere otra arma».
Vive en un batiscafo abisal de sables y libros, luce ese escepticismo del que lo ha visto casi todo con una libreta en la mano y, de cuando en cuando, emerge de las profundidades para hacer apnea de sí mismo.
-Envejecer significa dejar de ser cosas que has sido. Cuando me viene esa sensación de que estoy dejando de ser lo que he sido, me voy a navegar.
-¿Por qué?
-Porque navegar no es estar tomando el sol en Formentera. Es mal tiempo, temporales, tratar de no perder el barco… De no perderte tú.
De Pérez-Reverte (Cartagena, 1951) nos habían dicho que es un corsario difícil, que en los duelos dispara antes de contar 10. Como en la vida, casi nada es verdad.
-¿Prefieres respuestas largas o cortas?
-Como tú quieras, Arturo.
-Bueno, procuraré hacértelo lo más fácil que pueda…
‘Hombres buenos’ es un homenaje a la razón. ¿Quedan hombres de aquellos hoy en día?
Claro que quedan. Lo que pasa es que las elites intelectuales, que son las que siempre han marcado el camino en el mundo ilustrado, cada vez están más asfixiadas por lo políticamente correcto, por la injerencia de los políticos en territorios culturales que no son los suyos ni los conocen. Digamos que la voz de los hombres buenos cada vez está más apagada y se escucha menos. De todas formas, el hombre bueno por excelencia es el maestro. Es el que ilumina a los jóvenes, el que abre el camino. De ellos depende el futuro…
Según Rafael Chirbes, los malos siempre ganan. Y, entre los malos, el peor de todos…
Chirbes era un hombre bueno. Y tenía razón: casi siempre gana el peor. El malo no tiene ningún escrúpulo a la hora de utilizar las herramientas de la maldad. Mientras que el bueno tiene líneas rojas que no pasa. Y si además unes la ignorancia, y la osadía que da la ignorancia… A veces oyes hablar a un político y te dices: «Madre, ¿cómo se atreve este tío, que no sabe hilar sujeto, verbo y predicado, que no tiene no ya un discurso intelectual normal, sino un discurso sintáctico normal? ¿Cómo se atreve a pretender orientar la vida de los demás?». Cuanto más preparado estás, más prudente eres. Porque sabes que el mundo está plagado de minas.
El Premio Columnistas del Mundo trata de honrar la memoria de José Luis López de Lacalle, asesinado por ETA, y otros compañeros. ¿Tan peligrosas son las palabras?
En España, la palabra, desgraciadamente, está dejando de ser peligrosa. Hablo de la palabra como arma. Como el arma de aquel que no quería otra arma. Es un arma que ha sido eficaz durante 3.000 años. El arma más afilada que la espada. En un tiempo como éste, la palabra ha sido tan devaluada que ha sido sustituida por la imagen. Ha perdido influencia, vigor, eficacia… La gente buena todavía acude a donde están las palabras, pero la gente estúpida, la gran masa, acude a la imagen.
Tus columnas son arcabuzazos.
Son duras. Hay gente que piensa que yo soy así. Pero es que esas columnas tienen un objetivo: que sean eficaces. Vivimos en un país en el que si no le pateas el hígado a la gente, no se da por aludida. Esa brutalidad es necesaria. Yo no soy brutal en mi vida normal, pero la columna es otra cosa. Ahí acudo a la brutalidad, al insulto, a la violencia, porque sé muy bien que si no pateas la cara de algunas personas esa columna pasaría inadvertida.
¿A dónde toca disparar ahora?
A la ignorancia, a la estupidez… No te voy a decir nada nuevo.
Bueno, yo tampoco te voy a preguntar nada nuevo…
Mira, durante mucho tiempo pensé que lo peor del mundo era la maldad, pero no. Con la edad, te haces más lúcido, adiestras la mirada: lo peor es la estupidez. Son peor los estúpidos que los malos. El estúpido siempre hace más daño que el malo. Por acción o por omisión. Por líder estúpido o por masa borreguera. Un personaje de mi novela dice: «Sin esclavos no habría tiranos; sin borregos no habría lobos». Todo aquel impulso social que no está guiado por la razón termina siendo pernicioso. Ya lo he dicho: de nada vale una urna si el que vota es analfabeto.
Decía Enrique Meneses que el periodista tiene que tratar de forma suave a los débiles y de forma fuerte a los fuertes.
Depende. Hay débiles que necesitan una conmoción. Hay gente cuya debilidad les hace cobardes, cómplices pasivos de las grandes líneas de los malos. Ellos necesitan situaciones que los conmuevan. Cuando el débil se ve arropado por la masa se comporta como la masa. El débil no está indefenso, tiene unas derivas muy peligrosas. Por eso cuando se combate el mal no sólo hay que ir contra los que gritan, sino también contra los que están callados.
¿Añoras algo del Pérez-Reverte reportero?
Añoro la juventud, el poder estar tres días sin comer, una semana sin dormir, el caminar por el desierto todo un día y por la noche dormir como un bendito. Fueron 21 años. No fue un paseo, fue lo bastante intenso como para colmarlo.
¿Estás cansado de algo del Pérez-Reverte escritor?
No. Yo ahora tengo una responsabilidad: los lectores. En 40 países. Sé que mi trabajo va a ser visto por mucha gente. Te das cuenta de que no puedes gustarle a todo el mundo. Vivir es elegir. Y elegir es tener amigos y enemigos, moverte, ir decantándote.
¿Crees que la velocidad que demanda lo digital está envileciendo el periodismo o lo está haciendo mejor?
El periodismo ha cambiado. Yo era reportero. Me iba seis meses a Eritrea y mi reportaje iba en primera página. Ahora tardo cinco minutos en transmitir, y lo que dices no vale una mierda porque lo ha dado todo el mundo. Hasta tu vecino con internet. Ahora la inmediatez es fundamental. Lo malo es que la inmediatez provoca una serie de reacciones de gente no periodista, de ruido, que sofocan al profesional. En ese sentido, el periodismo ha dejado de ser un ejercicio profesional de tíos preparados, formados para ello o con talento, en el cual las voces eran autorizadas para ser una especie de competición para ver quién da más, más fuerte, más rápido. El periodismo ha dejado de ser un polo de referencia, ahora es un foro de debate. Esto es muy distinto. El periodismo sereno, analítico, informativo, riguroso que se hacía antes ha quedado sumergido. El periodismo serio está condicionado por lo otro. Por lo que digan las redes.
La gente escribe más, pero lo hace bastante peor. Te hablo del teléfono móvil, de WhatsApp y hasta de Twitter…
Se escribe mal por muchas razones. La gente no lee. Ve analfabetos hablando por televisión. Y luego escribe antes de pensar. Todo eso redunda en un despojo: las redes son un bar de analfabetos. Vargas Llosa dice algo. Y uno suelta: «Vargas Llosa no tiene ni puta idea». En su perfil se define como ‘Libertario, tengo 18 años y me gusta el rock…’. Y el tío se atreve a criticar a Vargas Llosa, creyendo de verdad que las redes sociales lo igualan… Cuantos más hombres buenos haya, el desastre será menor. Pero el desastre es inevitable. Por eso son importantes los combates de retaguardia. Los últimos soldados que defienden la trinchera.
¿Se puede hacer un novelón con el tema catalán?
Es demasiado mediocre. Hay temas sórdidos. Y este es un de ellos.
¿Qué personaje es el presidente Rajoy?
[Largo silencio]. ¿Has venido aquí para fastidiarme?
En efecto. [Nos reímos los dos]. En un país con 2.000 imputados por corrupción y casi 200 causas abiertas, ¿cómo se explica esta paz?
Porque no se han dado cuenta. La gente no quiere mirar. No es la economía nada más. Es todo. Es el sistema de vida de los últimos 50 años. Es lo que está cayéndose… En cuanto la crisis ha dejado de apretar, la gente ha vuelto a hacer lo de antes: a entramparse con una hipoteca, a gastarse lo que no tiene por un viaje a Cancún, a hacer lo mismo. Me incluyo yo también.
Me gustaría que recomendaras un clásico rabiosamente moderno.
Recomendaría dos autores: Galdós y Valle-Inclán. Sus lecturas ayudarían a entender por qué estamos como estamos.
En las elecciones generales, ¿te gustaría que ganara uno o que perdieran todos?
[Hasta 20 segundos de silencio. Pérez-Reverte medita mucho la respuesta] No voy a contestar a esa pregunta.
¿El problema de la educación se llama sistema educativo?
El problema de la educación en España se llama políticos analfabetos. Que en vez de elevarse ellos hasta el nivel de la cultura hayan rebajado la cultura hasta su mediocre nivel. Hay un error enorme, el desprecio a las elites intelectuales. Se han empeñado en decir que todos los niños son iguales en el colegio. Y eso no es verdad. Todos han de tener las mismas oportunidades, eso sí. Pero no son iguales. Lo que están haciendo es machacar al brillante por ser brillante para igualarlo al mediocre. Es un sistema hecho para machacar el futuro. España es un país enfermo, histórica y culturalmente.
Sólo una última cosa. ¿Por qué te joden tanto las fotos?
Nunca me han gustado. Las detesto. Y, para mi desgracia, me veo obligado cada poco tiempo a tener que someterme a ellas.