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Así se jodió Ciudadanos

Las diez claves que explican el suicidio de un partido que ha acumulado graves errores estratégicos durante los últimos 18 meses

¿En qué momento se jodió Ciudadanos? Muchos se hacen estos días semejante pregunta parafraseando el arranque de ‘Conversación en la Catedral’, la célebre novela de Mario Vargas Llosa. Han pasado ya dos semanas desde la debacle de las elecciones generales del 10-N y se han escrito múltiples análisis al respecto, pero me gustaría poner aquí mi granito de arena para cuando el caso sea estudiado en las facultades de Ciencias Políticas como ejemplo de lo que no se debe hacer.

A mi modo de ver, la caída de Ciudadanos empezó justo cuando estaba en la cúspide. Ese punto habría que situarlo en la primavera del año 2018. Después de casi siete años de rajoyismo, los españoles tenían claro que hacía falta un cambio y las encuestas apuntaban en una misma dirección: Ciudadanos era la primera fuerza política en intención de voto, estaba de moda en España.

Esos sondeos, y la sensación de decadencia imperante en torno a la última etapa de Mariano Rajoy, hicieron creer a Albert Rivera y los suyos que estaban muy cerca de gobernar. Y fue en ese momento cuando, emborrachados por el teórico éxito que auguraban las encuestas, perdieron el contacto con la realidad.

Cuando uno está arriba y no se siente muy seguro, una de las obsesiones que suele tener es intentar no cometer errores para no caerse. Y algo de esto es lo que comenzó a ocurrirle a Ciudadanos durante los meses de abril y mayo de 2018: el temor a equivocarse le llevó a la parálisis. Fueron los primeros errores de una larga serie que acabaría el 10-N con la dimisión de Rivera. Estos son los diez más importantes:

1.- Cifuentes y la moción de Gabilondo

A finales de marzo de 2018 comenzaron a publicarse informaciones sobre el máster obtenido y no cursado por la entonces presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes. Desde el principio se vio claro que estábamos ante la punta de un gran iceberg, el del trapicheo y la corrupción en una de las universidades más politizadas de Madrid. En vez de poner pie en pared, Ciudadanos decidió, sorprendentemente, colocarse de perfil. No pidieron la dimisión de Cifuentes, sino sólo que diera explicaciones. Y, cuando la situación ya se hizo insostenible y el Partido Socialista, comandado por Ángel Gabilondo, decidió presentar una moción de censura para desbancarla del poder, la formación naranja la rechazó ofreciendo unas explicaciones poco convincentes. Al final, la suerte vino a ver a Ciudadanos, porque el famoso vídeo de las cremas acabó por provocar la dimisión de Cifuentes… y la moción de censura decayó.

2.- Gürtel y la moción de Sánchez

Días más tarde de esa fallida moción en Madrid, se publicó la sentencia sobre el caso Gürtel, que no sólo condenaba a decenas de años a todos los afectados sino que señalaba directamente tanto a Rajoy como al propio Partido Popular. Y es que el texto de la sentencia llegó a cuestionar la credibilidad del testimonio prestado por el presidente del Gobierno cuando compareció como testigo. Además, la Audiencia Nacional condenó al PP por lucrarse de la trama y acreditó la existencia de una contabilidad B en el partido. El impacto de la sentencia fue tremendo, pero de nuevo Ciudadanos no tuvo reflejos y se quedó fuera de juego. En vez de criticar con dureza a Rajoy y buscar una alternativa junto a PSOE y Podemos para sacarle del poder y convocar elecciones, Rivera titubeó y apostó por dejar que el presidente del Gobierno se cociera un poco más en su salsa… pero no se dio cuenta de que, mientras tanto, Pedro Sánchez estaba tejiendo alianzas con el resto de grupos parlamentarios para echar a Rajoy de La Moncloa.

En lugar de enfrentarse radicalmente a los corruptos, Rivera acabó apuntalándoles en el poder

En ambos casos, Ciudadanos falló a sus principios fundacionales, aquellos que hacían de este partido el adalid contra la corrupción y en defensa de la regeneración democrática. En lugar de enfrentarse radicalmente a los corruptos, Rivera acabó apuntalándoles en el poder: no hay que olvidar que en la moción de censura Ciudadanos votó junto al PP para salvar a Rajoy por el escándalo Gürtel. ¡Ni siquiera se abstuvieron!

3.- Querer sustituir al PP

Sánchez acabó en La Moncloa… y Rivera se quedó completamente descolocado. Su llegada al poder se complicaba con el líder del PSOE gobernando. Y así lo reflejaron las encuestas, que pronto dieron al PSOE como nuevo partido de moda y situaron al PP en sus peores niveles de la historia. Fue entonces cuando Rivera y los suyos decidieron abandonar el centro definitivamente y se marcaron como objetivo sustituir al PP como partido hegemónico de la derecha, al que daban por muerto tras la salida de Rajoy. Y a ello se pusieron durante los siguientes meses, sin darse cuenta de que, a su vez, el PP estaba inmerso en un proceso de renovación que había dado como resultado un líder muy parecido a Rivera: Pablo Casado.

4.- Colón y el veto a Sánchez

Fueron pasando los meses de Sánchez en La Moncloa y Rivera fue acumulando agravios. Cada día que pasaba sin celebrarse elecciones, más fuerte estaba el PSOE en las encuestas y más fuelle perdía Ciudadanos. La cúpula del partido naranja se fue reafirmando en su estrategia: había que comerse al PP en el campo de la derecha y convertirse en la auténtica alternativa a Sánchez. Ello les llevó a tomar dos decisiones muy arriesgadas en el mes de febrero de 2019, justo cuando se anunció por fin la convocatoria de elecciones para el 28 de abril. En primer lugar, Rivera se hizo una foto en la plaza de Colón de Madrid junto a los líderes de PP y Vox. Desde entonces se popularizó la expresión «trifachito». Fue con esa foto cuando todos los españoles pudieron ver con claridad que Ciudadanos había abandonado el centro y se había colocado voluntariamente en el campo de la derecha. Y, en segundo lugar, hay que subrayar el precipitado veto a Sánchez que Rivera anunció nada más convocarse los comicios: jamás pactaría con el PSOE tras el 28-A. Es decir, Ciudadanos decidió amputarse un brazo y cerrarse la mitad de las opciones de formar gobierno tras las elecciones.

5.- Pésima lectura del 28-A

Las cifras obtenidas por el partido naranja el 28-A fueron un éxito, pero sobre todo si se comparan con las de las elecciones generales de 2016. Sin embargo, teniendo en cuenta que un año antes las encuestas daban a Ciudadanos como primera fuerza política, el resultado de las urnas debía haber sido analizado con algo más de profundidad. En vez de preguntarse qué les había pasado durante el último año, los líderes de Cs se limitaron a ver en los resultados una confirmación de que su estrategia era la acertada. Y ello a pesar de que, por primera vez en la historia, la suma de PSOE y Cs permitía formar Gobierno sin contar con nadie más. Tenían ante sus narices una ocasión histórica para pactar con Sánchez y acometer las reformas pendientes para transformar España sin pagar peajes a los nacionalistas. Pero, como durante la campaña habían cometido el error de prometer no pactar con el PSOE, prefirieron mantenerse fieles a su palabra sin darse cuenta de que eso abocaría a una repetición electoral y de que ellos iban a quedar como los principales responsables ante los ciudadanos.

6.- Insistencia en el error

Al quedarse a sólo 200.000 votos del PP en las elecciones generales del 28-A, la tentación de luchar por heredar el espacio de centro-derecha en España se acrecentó dentro de Ciudadanos… por lo que el partido insistió desde el primer momento en su rechazo a Sánchez con la esperanza de que en los comicios europeos, autonómicos y municipales del 26 de mayo se produjera el ansiado ‘sorpasso’. No se detuvieron ni un minuto en valorar si merecía la pena explorar un pacto con Sánchez, hasta el punto de que el propio Rivera, cuando fue llamado por el presidente del Gobierno en funciones a una primera reunión tras el 28-A, se permitió el lujo de espetarle nada más verle: «Yo contigo no voy a ir ni a la esquina». Luego llegaron los resultados del 26-M y la triste realidad: la brecha con el PP, lejos de estrecharse, se había ampliado hasta los 1,8 millones de votos en las elecciones europeas, las que se dilucidaban en toda España en igualdad de condiciones, y ello pese a que ese día votó menos gente que el 28-A. Se alejaba el sueño de sobrepasar al PP.

7.- Todo para el PP

Pese al desliz del 26-M (se apostó todo a superar al PP y no se logró), Ciudadanos siguió instalado en una falsa euforia porque, ciertamente, acababa de lograr diputados autonómicos y concejales por doquier y, además, la posibilidad de decidir quién gobernaría en muchos lugares. Y ahí, de nuevo, los de Rivera se olvidaron de sus principios fundacionales y, en vez de facilitar la renovación de gobiernos muy enquistados en sus territorios, decidieron echarse en brazos del PP en la inmensa mayoría de los casos. Prefirieron perpetuar a los populares en Murcia, Madrid o Castilla y León pese a que ello exigía contar también con el apoyo de Vox. De nuevo, todo el mundo pudo ver que Cs ya sólo jugaba en una parte del campo y que había abandonado su capacidad para trenzar pactos a varias bandas en función de las circunstancias.

8.- De la revancha a la estratagema

Tras entregar al PP todo el poder territorial que pudo, Cs siguió instalado en su ‘no’ a Sánchez, incluso una vez que fracasó en julio el intento del PSOE de pactar con Podemos. Rivera no se movió ni un milímetro de su posición inicial porque pensaba que una repetición electoral le podría ofrecer una segunda oportunidad para lograr el ‘sorpasso’ al PP. Estuvo desaparecido todo el mes de agosto y, cuando regresó y vio que íbamos a elecciones de cabeza y que todos los sondeos auguraban la debacle de Cs, Rivera se descolgó con una propuesta ‘in extremis’ para evitar la repetición de los comicios. Nadie entendió ese gesto porque llegaba en el último minuto y tras meses de no haber querido saber nada de Sánchez. Y lo peor de todo fue que ni siquiera sonó convincente, sino más bien se entendió como una estratagema a la desesperada para no quedar como el principal responsable de la repetición electoral.

9.- Con Casado, sí

Una vez convocadas las elecciones del 10-N, Ciudadanos volvió a insistir en la misma estrategia a pesar de los malos augurios de las encuestas. La única matización que se introdujo respecto a la campaña de abril fue que ya no se explicitaba directamente el veto a Sánchez… aunque sí se reiteraba una y otra vez que Cs sólo formaría gobierno con Casado y el PP.

10.- España Suma, no

Pese a situarse claramente en el campo de la derecha y hablar de Casado como su único potencial aliado, Rivera cometió en octubre su último gran error: negarse a formar la coalición España Suma que le había ofrecido el PP. Ciudadanos se colocó en una situación completamente incomprensible. Quería ser de derechas y gobernar con el PP, pero no se atrevía a formar una coalición para impedir que Sánchez ganara las elecciones. Las encuestas le auguraban una debacle y España Suma era su última oportunidad para evitarlo pero, pese a ello, quisieron arriesgarse a comprobar cómo de ciertos eran los sondeos. Y se hubieran podido salvar perfectamente, pues como demostró Vozpópuli dos días después de los comicios, la suma de los votos de PP y Cs el 10-N hubiera dado a España Suma más escaños que al PSOE. Quizás hubieran tenido muy difícil gobernar, pero al menos hubieran llevado la iniciativa para formar Gobierno y Rivera no tendría que haber dimitido tras una derrota tan humillante. Los votantes habían abandonado definitivamente a Cs: unos porque vieron que sus votos no sirvieron para desbloquear el atasco de abril y otros porque, ante el mimetismo con el PP, prefirieron directamente votar a Casado o ya puestos a Santiago Abascal.

Volver al centro

Y esta ha sido la historia de los 18 meses que han dado al traste con un partido que apuntaba maneras y que ha acabado como subalterno del PP y sin perfil propio. Lo hemos dicho aquí muchas veces, pero conviene recordarlo. Todos los estudios demoscópicos que han analizado cómo piensan los españoles demuestran que una parte muy importante del electorado lo forman personas sin una ideología clara, que se colocan en torno al centro en una escala del 1 al 10 y que tienen una visión progresista de la vida, sobre todo en cuanto a temas sociales, pero están convencidos de que el liberalismo económico es lo más apropiado para desarrollar el bienestar general, siempre que se pongan, eso sí, los correspondientes límites para evitar sus excesos. Esos españoles se vuelven a encontrar hoy huérfanos, como tantas otras veces en la historia reciente, porque Ciudadanos ha decidido emprender una deriva extraña e inexplicable que le ha dejado primero sin sus fundadores, después sin muchos de sus dirigentes más brillantes y, finalmente, sin la mayoría de sus votantes.

Cs ha decidido emprender una deriva inexplicable que le ha dejado primero sin sus fundadores, después sin muchos de sus dirigentes más brillantes y, finalmente, sin la mayoría de sus votantes

En la medida en que Ciudadanos consiga volver a la centralidad, abrirse a pactos con unos y con otros, dejarse de sectarismos e intentar ser útil a la sociedad a la que sirve, tendrá un gran futuro por delante. De lo contrario, alguien pronto ocupará su puesto porque es indudable que, sobre todo si acaba fraguando un Gobierno PSOE-Podemos-independentistas, habrá muchísimo votante socialista cabreado con la deriva de Sánchez y dispuesto a votar a una opción política moderada, europeísta, progresista en lo social y liberal en lo económico.

 

 

 

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