Ataques acústicos en horario de telenovela
Después de meses de escamotearle lo más que pudo la información al pueblo, el Gobierno decidió dedicarle todo un espacio a los ataques acústicos contra personal diplomático en La Habana. Y en horario estelar, el de la telenovela.
Aunque con un empaque formal, como se supone que sean los informativos, el reportaje tuvo todos los ingredientes del culebrón político nacional.
Primero, las justificaciones. Según estas, el pueblo cubano tiene que saber que es imposible entrar en el país los equipos necesarios para cometer esta fechoría. Son prohibidos por la aduana y demasiado grandes para pasar desapercibidos. Sin embargo, ese mismo argumento sería aplicable a las motos eléctricas, y pasan ilegalmente por el aeropuerto. Aun así, las autoridades cubanas están seguras de que los equipos agresores no pasaron.
Si las investigaciones sobre esos ataques no han avanzado, no es culpa de Cuba, se dijo en el programa. La causa es que los estadounidenses no comparten información. No dejan a los investigadores cubanos examinar a las víctimas ni aportan sus declaraciones. Las víctimas nunca fueron examinadas por médicos cubanos, a pesar de que estos están plenamente capacitados.
Un punto a no perder de vista: toda la cuestión se redujo a los diplomáticos estadounidenses. De la existencia de funcionarios canadienses afectados por esos mismos ataques, no se dijo nada.
Puesto que la chancleta es un ingrediente indispensable en el culebrón nacional, no podía faltar la pincelada de chisme barato, aportada por el dato de que los diplomáticos «supuestamente afectados» estuvieron dando «viajes de esparcimiento» con sus familias por el territorio nacional. El dato chirriaba dentro del reportaje, era un detalle que no aportaba nada en realidad.
Fue cuestionado también el funcionario de seguridad de la embajada de EEUU por desconocer los ataques, cuando su trabajo era precisamente cuidar al personal diplomático. Con este dato intentaron quitarle de arriba a la Seguridad del Estado las burlas y cuestionamientos sobre su efectividad que han cundido entre la población.
Según el programa televisivo, la seguridad cubana sí funciona; de hecho, las autoridades cubanas no han dejado de investigar. Han entrevistado a los vecinos de las víctimas para ver si habían sufrido algún síntoma similar. Han peinado las locaciones de los sucesos buscando fuentes de infrasonidos sin hallar nada anormal. Incluso hicieron un estudio que les permitió probar que las cigarras y grillos pueden emitir sonidos que alcanzan los 90 y 95 decibeles respectivamente y, por consiguiente, esos insectos podrían ser los causantes de los síntomas alegados por los diplomáticos norteamericanos.
Se pierde la cuenta de las veces que el reportaje repite las palabras «presuntos», «hipotéticos» y «supuestos», para seguir con la línea inaugurada por el canciller Bruno Rodríguez en su conferencia de prensa, luego de la reducción del personal cubano en la embajada de Washington.
Y ahora no solo son «supuestos» e «hipotéticos» los ataques acústicos, sino también las víctimas y hasta los síntomas referidos por los diplomáticos y sus familiares.
Si tomamos este especial informativo como una declaración oficial del Gobierno cubano (que lo es, dado que es el dueño de la televisión que lo transmitió), entonces su postura es clara: todo esto es un invento, no hay en realidad ni ataques ni víctimas. Es un complot de la «extrema derecha anticubana» (según el especial, la única beneficiada con la situación) para «presentar a la Isla como presunta atacante». Marco Rubio se ganó el personaje de antagonista por excelencia, de villano total.
Para el último capítulo reservaron el viejo discurso que ubica implícitamente al Gobierno cubano en una posición moral superior a su par estadounidense. Sí, porque nosotros hemos sufrido toda una larga lista de atentados terroristas, perpetrados por vándalos que residen en territorio estadounidense, impunes. Pero el Gobierno cubano nunca haría esas cosas. El Gobierno cubano promueve «el respeto a la integridad física y moral de todos los seres humanos».
No aclararon que esa bonita frase no se aplica a sus opositores, sobre todo si planean presentarse como candidatos a las elecciones del Poder Popular, o protestan, o piden reformas. Pero esas aclaraciones nunca las hacen. Es que se salen de la dramaturgia del culebrón.
Al final, el esperado reportaje que informaría al pueblo resultó una sarta de contradicciones bastante intrincada de explicar. El cubano promedio sacará de ella la conclusión de que todo no es más que una nueva agresión de los estadounidenses a Cuba. La víctima somos nosotros, eso es lo único que se entiende clarito. Y que Marco Rubio es el culpable.