Aumentan las protestas y también la presencia militar en las calles de Líbano
Las multitudinarias manifestaciones en Líbano contra las autoridades seguían ganando fuerza el miércoles, pese a las medidas anunciadas por el gobierno, y el ejército aumentó su presencia en las calles.
La movilización, lejos de decaer tras las reformas que el gobierno presentó el lunes, ganaba terreno en Beirut, donde desde la madrugada se multiplicaron las barricadas de los manifestantes en las calles que conducen al centro de la ciudad.
Los soldados y las fuerzas de seguridad son también más numerosos en los alrededores de los puntos conflictivos, según periodistas de la AFP, que afirmaron que se habían desplegado vehículos blindados.
“Se tomó la decisión de abrir las principales carreteras para facilitar el movimiento de los ciudadanos”, aseguró a la AFP una fuente militar de alto rango.
Una barricada fue levantada por la fuerza para desbloquear la entrada norte de Beirut y el ejército, hasta ahora con un papel más bien discreto, empezó a desplegarse.
Este miércoles, bancos, escuelas y universidades permanecieron cerrados hasta nuevo orden.
“El miedo ha desaparecido”
Con una camisa azul y el pelo engominado, Hassan, de 27 años, y sus amigos no se dejaron impresionar por los soldados, cuando estos retiraron las barreras que habían instalado en medio de la calle. Los jóvenes se sentaron tranquilamente en el suelo, con banderas libanesas, y los militares retrocedieron. La calle siguió bloqueada.
“¡El sentimiento de miedo ha desaparecido!”, gritó Hassan.
Michel Khairallah, un joven camarero, quiere “bloquear el país hasta la victoria”. Es decir, hasta que llegue un nuevo gobierno “sin ministros corruptos”, compuesto por “gente joven y competente” capaz de sacar al país adelante. “Existen, solo están esperando su turno”, insiste.
Por séptimo día consecutivo, estaban previstas manifestaciones en el norte y sur del país.
El martes, decenas de miles de personas se congregaron en Beirut y Trípoli, en el norte.
El plan de reformas económicas que presentó el lunes el primer ministro, Saad Hariri, no cambió la situación, a pesar de que incluía medidas muy simbólicas, como la reducción a la mitad de los sueldos de ministros y diputados.
“¿Demasiado poco, demasiado tarde?”, se preguntaba el miércoles el diario L’Orient le Jour.
El impuesto de más
Por ahora, ningún líder ha surgido de la masiva movilización. El martes, apareció un “comité de coordinación de la revolución”, que hizo un discurso en la plaza de los Mártires en Beirut, pero su representatividad no acabó de convencer.
Un grupo de economistas propuso por su parte sus servicios para intentar buscar soluciones.
Las protestas estallaron tras el anuncio, el 17 de octubre, de una nueva tasa a las llamadas que se hicieran a través del servicio de mensajería Whatsapp.
Fue el impuesto de más que golpeó a la población de un país cuya vida cotidiana no ha cesado de degradarse, con incesantes cortes de agua y electricidad, 30 años después del fin de la guerra civil (1975-1990).
Sin olvidar una clase política en el poder desde hace décadas, acusada de corrupta y de ser incapaz de encontrar soluciones.
Por su parte, Hariri, que mantiene buenas relaciones con la comunidad internacional, piensa en un apoyo financiero del extranjero para ayudar a sacar adelante el país. El martes, se reunió con los embajadores de Francia y Estados Unidos, dos países amigos, para convencerles de la solvencia de su plan de urgencia.
Espera sobre todo desbloquear un fondo de 11.000 millones de dólares, prometido en abril de 2018 en una conferencia en París a cambio de reformas estructurales.