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Autorretrato, de Ana Cristina Restrepo

Autorretrato. Una alegoría del periodismo. Antología de columnas, como dice el título, es una colección de columnas, muy bien escogidas y ordenadas por temas. Escritas entre 2015 y 2021 y publicadas en varios medios. Comentaré algunas, y citaré fragmentos entre comillas. Es un privilegio tener la oportunidad de leerlas ordenadas, porque a través de las letras de Ana Cristina, de su curiosidad y talento, uno se entera de las muchas cosas que ignora, de un mundo muy cercano; mejor dicho, uno se da cuenta de que el árbol no lo ha dejado ver el bosque. Definitivamente, la lectura de este libro amplía la experiencia personal y obliga a reflexionar. Me atrevería a decir que su lectura es necesaria si uno vive en Colombia, por los datos importantes que da y por la investigación seria que hay detrás de cada tema; también recomiendo leerlo si uno quiere salir de la burbuja de comodidad y seguridad en la que está metido, y tener una perspectiva realista del País y el mundo, y si se quiere reflexionar sobre muchos aspectos de la actualidad.

La sección I, Feminismo y género, trata los problemas de las mujeres, hoy en Colombia, y claro, en un contexto mundial. Para empezar, habría que reconocer el valor del feminismo y ser conscientes de que las libertades y derechos de los que disfrutamos han sido ganados con vida, sudor y sangre por algunas mujeres muy valientes que han hecho el trabajo para todas. Despreciar el trabajo o darlo por sentado no es más que ignorancia, y Ana Cristina equipara a las que no se dan cuenta con la misma incapacidad de ver que tienen las celebridades cuando desprecian a los juglares, “cuyo pasado los erige”, y como remata, no sin ironía, que “en algún momento la vida se las va a cantar”.

Va a los asuntos del acoso sexual, tan comunes, y a la falta de conciencia de muchas mujeres que, de tan acostumbradas que están a estos ni los ven o, lo que es peor, los consideran normales. Trata el asunto de la coerción, la amenaza en la que se convierten algunos jefes cuando la mujer joven y bella es su subordinada, la amenaza implícita del poderoso cuando la mujer no accede a sus deseos y la visión machista que les hace pensar que están en todo su derecho. Ana Cristina Restrepo da cuenta de su visión sobre el machismo en Colombia. Sin duda, es necesario hacerlo evidente tanto para los hombres como para las mujeres, pues solo así se llega a controlar un poco.

En el libro, hay muchas reflexiones sobre la dura maternidad en sus miles de formas: cuando está acompañada de pobreza, de soledad o de extrema juventud y falta de experiencia; incluso, toca distintos casos de muchas inmigrantes y su infame situación. Reflexiona sobre las imposiciones sobre la maternidad que hacen quienes están por fuera del problema, analiza los sesgos de la mirada lejana. El tema del aborto, tan importante, está bien pensado y documentado, así como el de la violencia contra las mujeres. El libro pone a los soñadores de utopías en su lugar. Estos resuelven el mundo esperando lo imposible, sin llegar a soluciones, porque no están dispuestos a aceptar soluciones medianas, y en la realidad casi nunca las soluciones pueden ser perfectas; se trata de aumentar el bienestar y disminuir el dolor, no de alcanzar un ideal en un momento dado. Imposible.

En el libro se plantean muchos cuestionamientos a los que deberíamos estar respondiendo con investigaciones periodísticas profundas; por ejemplo, sería bueno saber por qué, si la tasa de suicidios de la población general en Colombia es del 4,4 por cada 100.000 habitantes, en la población indígena colombiana es de un aterrador 500 por 100.000. También surge el interés por conocer la verdad sobre la indigencia en Colombia, saber con datos y estadísticas sobre las personas que piden limosna en los semáforos. Existen muchos mitos y falsedades al respecto, que se trasmiten oralmente sin seriedad.

La sección II trata El conflicto armado y la violencia en Colombia. Sobre las matanzas de pistoleros en Estados Unidos están repletas las noticias colombianas. Conocemos hasta los más mínimos detalles. Se pregunta uno si la gente sabe sobre los asesinados en Medellín y en Colombia, si la gente sabe que en el 2014 setenta y siete menores de edad fueron asesinados en nuestro país. Sobre el reclutamiento infantil, dice Ana Cristina Restrepo: “Somos ágiles para juzgar a los menores de edad y clamar para que los ‘castiguen como adultos’, pero lentísimos para reconocer a fondo el flagelo del reclutamiento infantil… ese que le roba el sueño a personas buenas y humildes como Yolanda”. Y más adelante, en su columna Estado oenegero, concluye sabiamente diciendo: “No se puede perder de vista que en el reclutamiento infantil el primer victimario es el Estado. Los niños de la guerra, los que han caído en combates y bombardeos, los desertores y capturados por la fuerza pública, y los que acechan entre la manigua no fueron reclutados en el norte de Bogotá ni en las lomas de El Poblado de Medellín: ¡son hijos de todas las formas posibles de abandono!”.

Alguna vez leí en una autobiografía de Klaus Kinski una idea cuyas palabras exactas recuerdo con imprecisión, pero no el concepto. Kinski, el famoso actor de cine, decía que era mejor dar miedo que ser invisible; que estar alienado era la forma de humillación más dura que una sociedad infligía a los pobres, a los mendigos y a los desafortunados; que él prefería que la gente lo notara en la calle y sintiera miedo de él, a que no lo vieran. Lo traigo a cuento, porque Ana Cristina vuelve visibles a los oscuros, a los pobres, sin voz ni voto, y a los desafortunados. Leer este libro abre los ojos: esta es Colombia, estas son las cosas tan horribles que pasan aquí, y las formas de sufrimiento. Ella hace visibles a los desafortunados, a los alienados y a sus condiciones de maltrato y abandono. Situaciones que la sociedad privilegiada ignora. El sufrimiento es el verdadero pan de cada día de un gran porcentaje de la población colombiana, y es injusto, es irresponsable y es inhumano no conocerlo o ignorarlo.

Cuando las columnas se leen en conjunto revelan las características de la escritura de Ana Cristina Restrepo: sabor, ritmo y algo de juego y de ironía con las palabras y las ideas. Aquí una de sus buenas frases: “Todos somos el titular en la vida de alguien. Pero también somos una nota al pie de página, quizá, una nota al margen”.

La sección III es sobre El oficio periodístico. En esta sección hay notas fabulosas sobre el valor del humor, el papel de la burla en el periodismo y la necesidad de desacralizar los asuntos, por serios que sean estos, tal como lo hicieron los periodistas de Charlie Hebdo, en París, cuando el atentado, a lo cual respondieron con un mensaje que decía: “Urgente, se necesitan 6 dibujantes”.

En Las quejas de un Ícaro, Ana Cristina juega con las ideas, pasa del vuelo de los halcones a la realidad de la eutanasia, del suicidio y de la homosexualidad. Esa es una columna genial, no cabe otro calificativo.

En la columna Periodismo mágico, revela su escepticismo, tan necesario para hacer un periodismo veraz. Más adelante muestra otros aspectos de su capacidad de análisis y de su racionalidad. Ana Cristina no traga entero, y ese es uno de sus aspectos fuertes como periodista. Ella mantiene la distancia, la calma no sin compasión, pero siempre con criterio para analizar la información. En la columna sobre el caso de la histeria de las colegialas del Carmen de Bolívar lo demuestra.

La sección IV es sobre La política colombiana. Solo para no olvidar, la cito: “De acuerdo con el observatorio de Memoria y Conflicto del Centro Nacional de Memoria Histórica, el conflicto armado colombiano reportó 82.998 desapariciones forzadas. El crimen se concentra en 9 de los 32 departamentos. Antioquia encabeza: entre 1958 y 2016, presentó 20.279 casos. En 2021 solo en un año Antioquia registro 578 denuncias”. Al respecto, no deberíamos temer llegar a ser como Venezuela, ya que estamos mucho peor. Colombia escandaliza al mundo entero con sus asesinatos de líderes sociales, desapariciones forzadas y falsos positivos.

Su columna Sobre la estupidez es sencillamente genial: “La estupidez ha alcanzado el lugar que se merece en la sociedad: la cumbre”. En este artículo, cita las leyes de la estupidez humana, del economista Carlo Maria Cipolla, y concluye: “El poder de las estupideces es reforzado por factores como la empatía que genera el estúpido y el eco que le hacemos los medios de comunicación (expertos en enaltecer la estupidez)”. Tan importante reconocer que la prensa infla con su atención asuntos que no son importantes, pero “venden” y minimiza otros de suma importancia.

En Puño y letra, una columna muy original, hace una inusitada reflexión sobre las cartas públicas de personajes corruptos de Colombia, lo que producen, etcétera, y sobre el derecho a escribir.

En su columna La condición (in) humana dice: “La cultura es definitiva a la hora de sentar prioridades sobre lo que es importante legar a los más jóvenes. Por ejemplo, en esta época del año florece la herencia católica, la ‘caridad cristiana’, tan difundida como mal interpretada. Esa virtud que parte del precepto ‘amaos los unos a los otros’ es con frecuencia entendida como ‘dé a los demás lo que le sobre’, desligada de su profunda conexión con la cima del ser humano: la solidaridad”.

Para los que se identificaban con el excandidato Federico Gutiérrez, les aconsejo leer The Fico Show. La ignorancia es casi siempre atrevida, y estos datos hay que conocerlos antes de “identificarse”. “En el Informe de seguimiento al Plan de Desarrollo Municipal ‘Medellín cuenta con vos’ (2016-2019, corte al 30 de junio de 2019) señala”.

En la sección V, Literatura, muy interesante, me llamó la atención una columna por su originalidad: Réquiem por una lengua magna, sobre el latín. A veces Ana Cristina piensa en cosas que no están en el aire, y eso es encantador.

En la columna titulada Escribir la vida, dice que es una escéptica que no cree en los santos ni en los espíritus ni en la magia ni en los sueños y, después, con ingenio, busca la manera de contradecirse, y reflexiona sobre escribir biografías. Es un artículo muy especial e ingenioso. La cito: “Escribir la vida es un atrevimiento. Y un acto de piedad”.

En sección VI, Infancia y educación, la columna Hijos con alas da mucho placer, es rica en ideas y muy bella. La voz del hijo es también conmovedor. Cada uno de los artículos de esta sección tiene algo especial: si bien los temas no son inusitados, la perspectiva con la que los escribe sí lo es, además de ser hermosos y poéticos.

En la sección VII, Religiosidad, duelen los datos y las cifras que aparecen en la columna S.O.S. CIB. La cito: “En Colombia, mientras la razón es sometida al más riguroso cedazo presupuestal (y de otros órdenes: ‘Colombia es pasión’), el pensamiento mágico continúa en ascenso con la bendición del Estado”. Y es que en Colombia, en el 2016, había 1325 iglesias en Bogotá, 711 en el Atlántico, 559 en el Valle del Cauca y 423 en Antioquia. Como dice Ana Cristina: “Un país que se afana en abrir nuevas iglesias, mientras permite el cierre de centros de investigación (…) sobrevive de milagro”.

En la columna La de los tintos, de nuevo Ana Cristina hace visible a las mujeres invisibles, a esas que la gente considera paisaje urbano.

Después siguen secciones más cortas: la VIII, Semblanzas y personajes, y la IX, Varios. No hay un solo tema que no produzca interés. El libro es extraordinario, y me he alargado citándola y mencionando alguno de sus artículos para que el lector tenga una idea más adecuada de lo que se va a encontrar.

Cuando uno conoce personalmente a Ana Cristina Restrepo es fácil sentir simpatía por ella; cuando lee su Autobiografía, siente admiración y afecto profundo. Leyendo el prólogo uno se estremece y se emociona. Su Autorretrato es un autorretrato por completo inusual, ya que ella no habla de sí misma, solo en contadas ocasiones y solo cuando es pertinente para conducir el tema de una buena manera; sin embargo, al terminar el libro uno sabe quién es, una mujer como pocas, segura, ética, inteligente, auténtica y valiente. Su dolor, su atención y su compasión hablan por ella. Qué mujer, llena de virtudes y, además, es hermosa.

 

Autorretrato, una alegoría del periodismo • Otraparte.org

 

 

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