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Aveledo: Bitácora

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Por la ventana de mi computadora asomo al mundo infinito de Internet y leo que “la vida como el mar es impredecible, alegre, divertida, a veces triste, inesperada, llena de historias y el reto está en cómo enfrentamos cada una de las olas que en su vaivén nos envía”. Por eso será que navegar nos llama tanto la atención y nos estimula la imaginación y el pensamiento. Nacido lejos de la playa, aprendí a nadar sin perder respeto al agua. La de los ríos y lagunas, la del lago de Maracaibo que conocí a los trece años y claro, la inmensidad del mar. Cuando papá era juez en Maiquetía, en mis vacaciones lo acompañaba y pasaba largos ratos mirando y oyendo las aguas del Caribe desde el puerto donde atracaban enormes buques.

Llaman bitácora al mueble fijado en cubierta cerca del timón para instalar la brújula. La suspensión de cardán la estabiliza ante los sincronismos de balances y cabezadas y mantiene el buque adrizado. La cosa es tan delicada y crucial que se utiliza una barra Flinders para contrarrestar la desviación del campo magnético. Por cierto, al centro del barco de punta a punta, es decir de proa a popa,una línea imaginaria llamada línea de fe o línea de crujía, separa la banda de babor a la izquierda y la de estribor a la derecha. Los bandazos son peligrosos. Si el barco se escora demasiado a la derecha o a la izquierda, corre riesgos de naufragio.

La bitácora es esencial en la navegación, porque la misión de un viaje es cumplir su propósito y llegar a puerto seguro. Muchas veces se ha recurrido a alegorías navales para referirse a viajes, aventuras, empresas o proyectos. El viaje en el que los venezolanos estamos metidos, no termina el 28 de julio. La escala de ese día es importantísima, pero en modo alguno es la final.Las aguas de la política raramente son mansas. Las travesías en ellas suelen depararnos incidentes imprevistos, sorpresas para las cuales hay que estar preparados. Preparados para todo, incluso para dialogar y pactar.

En esta singular campaña electoral acabamos de cruzar la primera quebrada, vendrán otras que en época de lluvias traerán residuos, escombros y otros objetos. Después habrá que cruzar el Apure, donde abundan los caribes, el Caroní oscuro, el ancho Orinoco con enormes caimanes, para salir, nada menos, al océano hasta el horizonte, con sus posibilidades y sus propios desafíos.

Lo previsible es que el poder persista en su línea de dividir y desanimar. También que sigan presentes, de modo abierto o emboscado, las presiones para sacarnos del proceso electoral, la gran aspiración de quienes quieren mantener el status quo, sea porque mandan o porque profesan la antiquísima superstición de que “lo mejor que tiene la cosa es lo mala que se está poniendo”. Y eso, salvo ellos, sí que no lo quiere nadie.

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