Cultura

Aveledo: Heroína civil

Acuerdo de la Junta Directiva Academia Nacional de la Historia | Academia Nacional de la Historia

 

La Universidad Pedagógica Libertador ha conferido el Doctorado Honoris Causa a Virginia Betancourt Valverde. La noticia me ha alegrado mucho, no sólo por mi aprecio a la admirada amiga que a sus méritos personales suma ser hija de Rómulo, político y estadista de los más trascendentes del siglo XX venezolano y Doña Carmen, esa mujer inteligente y discreta que adornó con su decoro el papel de Primera Dama. El Doctorado de Virginia lo celebro porque la considero, por convicción intelectual y de corazón, una verdadera heroína civil de nuestro país.

Tan antigua como Babilonia, la biblioteca pasó en la historia de privilegio aristocrático a casa democrática abierta a cualquier lector. Sin la vieja Pío Tamayo de Barquisimeto, inaugurada por Pedro N. Pereira, mis estudios de bachillerato no hubieran sido lo mismo y de justicia es reconocer que con la gestión de Virginia Betancourt fue revolucionaria de verdad la transformación de la Biblioteca Nacional fundada por Páez en 1833 y, mire qué casualidad, su enorme sede del Foro Libertador abierta por Herrera Campíns en 1983, con la recién doctorada en el timón desde 1974, con sucesivos presidentes de la República.

Virginia y su equipo desarrollaron el Instituto Autónomo Biblioteca Nacional y el sistema nacional de bibliotecas que pobló de oportunidades de lectura la geografía venezolana. Me consta la emoción que ella sentía cada vez que abría una nueva. El sistema de bibliotecas e información humanística, de información científica y tecnológica, de archivos y de estadística e informática. La red de bibliotecas públicas alcanzó todos los estados, para 1993 eran doscientas treinta y ocho, más seiscientos setenta y cuatro servicios bibliotecarios, trescientos seis salones de lectura, sesenta y ocho puntos de préstamo, treinta y siete servicios móviles con dotación de tres millones y medio de volúmenes para atender once millones de consultas al año. En 1986 los venezolanos teníamos mil seiscientos setenta y dos bibliotecas escolares.

Leer, como amar, es un verbo transitivo. Se ama a alguien o a algo, se lee algo o gracias a alguien. Si los venezolanos llegamos a ocupar en 2003, el puesto dieciocho mundial en gasto en libros, muchos contribuyeron en el aula, la imprenta, el Banco del Libro o en la prensa como Venegas Filardo, pero no dudo que en medida nada despreciable, mucho tuvo que ver la gerencia tenaz de Virginia Betancourt Valverde, por ello acreedora de nuestra gratitud.

 

Botón volver arriba