Aveledo: Mi ciudad, mi región, mi país
Antonio Machado, el más joven poeta del noventa y ocho español, escribió en sus versos una verdad inolvidable, “Caminante no hay camino, se hace camino al andar”. No echemos al camino la culpa de los malos baquianos, hagamos camino andando. Si nos quedamos parados, nada ocurrirá.
¿Le importan el municipio donde vive, su región, su país? A mí sí y no tengo razones para pensar que le sean indiferentes y si a ver vamos, tampoco tendría derecho sin suficiente elementos de juicio. Me sigue pareciendo muy lógico el aserto de Benito Juárez “El respeto al derecho ajeno es la paz”.
Insisto en lo afirmado hace ya más años de los que quisiera, “En Lara aprendí a ser venezolano”. El regionalismo abierto de mi región y lo que llamaba Macías Mujica la “hospitalidad creadora” de Barquisimeto, mi ciudad, influyeron en mi modo de querer a nuestra patria, tanto como la familia y sus valores, la aulas escolares, la militancia política temprana y limpiamente asumida y las experiencias de una vida intensamente vivida. Cultura cívica, valoración del trabajo, solidaridad humana en particular con aquellos en desventaja, han sido huellas de lo recibido.
Después me ha tocado, como a tantos venezolanos venidos de las regiones, vivir en esta ciudad de Caracas, donde también confluyen hombres y mujeres de otras tierras que encontraron aquí una oportunidad para con esfuerzo hacer realidad sus sueños. Este valle donde resido y trabajo, donde nacieron mi esposa y mis hijos, me ha influido tanto como la querencia larense. La política, la curiosidad y las amistades me han llevado por casi todos los rincones de nuestra geografía, he ido aprendiendo a tener conciencia de lo que somos, de lo que no somos y sobre todo de lo que podemos ser. No me engaño ni me acomplejo.
Lo dicho no es afán autobiográfico, sino fundamento emocional, intelectual y ético de lo que voy a decir.
No perderé la oportunidad de votar. No la pierda usted. La democracia que tanto costó a varias generaciones venezolanas y que no han podido exterminar los mandarriazos autoritarios, nos da una ventana para expresarnos, podemos convertirla en puerta e incluso abrirla de par en par. El voto es secreto, personalísimo. Con él podemos enviar un mensaje a los líderes y a quienes aspiran serlo. Un mensaje con impacto. Votaré por quien tenga mejor oportunidad de hacer lo que hace falta.
No perderé mi voto. No lo pierda usted. Si tengo un voto no voy a regalarlo ni a negarme a ejercerlo como quieren los que han trabajado maliciosamente para desprestigiarlo y así desconfiemos hasta de ese pedacito de poder que sí está en nuestras manos. Tampoco es buena idea guardarlo para no gastarlo. La verdad, así no se aprecia. Al revés, valdrá más la próxima vez si empezamos a revalorizarlo ahora.
No votaré a la ligera. No lo haga usted. Votemos a conciencia, pensando en lo que nos conviene a nosotros y a nuestras familias, en nuestro derecho a vivir y progresar en paz y en libertad. Vote con su conocimiento de la realidad local y regional y con su legítima aspiración porque en nuestro país las cosas tomen otro rumbo, para bien de todos.