Nuevas promociones asoman al escenario político local, regional y nacional. De esos hombres y mujeres jóvenes, algunos han sido catapultados rápidamente al protagonismo en su nivel. Sin excepción, asoman a responsabilidades que son exigentes y crecientes en tiempos muy polarizados, con déficit de referentes comunes, asunto nada desdeñable pues puede convertir el debate en diálogo de sordos cuando no en batalla a muerte, o acaso en palabras y hechos circunscritos a una parcela, restringidos a un pedazo del país. No puede atreverse uno a decir que los tres supuestos prometen un futuro halagüeño. Y los venezolanos merecemos mucho más que eso.
Creo que la cuestión no debería ser indiferente para ninguno de nosotros, sea cual sea nuestra posición ante el presente. Venezuela es nuestra patria y lo lógico es que todos, sin excepción, queramos para ella un futuro mejor.
Por esas razones considero muy valiosa la publicación reciente por Abediciones de la Universidad Católica Andrés Bello, del libro El Poder y La Justicia del distinguido pensador y educador Rafael Tomás Caldera, con un mensaje directo “para jóvenes políticos”. Una lectura que recomiendo, no como única porque como defensor de la libertad, no creo en textos únicos, sino como interesante por lo sugerente, pues motiva reflexiones muy necesarias en quienes se sienten convocados a la acción política y no se conforman con que sea activismo puro y mucho menos ejercicio de mañas oportunistas, como es tan frecuente.
La actividad política busca el ejercicio del poder. En ese sentido, dice Caldera, es impreciso hablar de vocación política, porque el poder es un principio de acción y no un fin. Y aquí viene a cuento la pregunta ineludible ¿para qué es el poder? Evidentemente es para ordenar “… aquello que tenemos en común”. Ordenar la vida social orientándola al bien común.
Y eso ¿qué es? Sencillamente, la justicia. La justicia es la razón del ejercicio del poder. Al volverse dilemática la relación entre el poder y la justicia, aquel se desnaturaliza. La justicia es la vocación política. Tentaciones habrá de desviarla, tentaciones enmascaradas, como la del éxito per se según la cual “todo vale” o la de acumular y prolongar a toda costa el poder.
Poco más de cien páginas sencillas y profundas que nos recuerdan que la política es, en suma, “tarea de libertad, de seres que no han sido producidos en serie ni pueden lograr su plenitud sin el ejercicio de su propio albedrío”.