Aveledo: Ventajas prácticas de la moderación
Todo problema tiene varias caras y en política, la más característicamente humana de las actividades humanas, puede que más. Por la natural pluralidad de opiniones, intereses y perspectivas. Las visiones de esas caras tienden a polarizarse y a convertirse en la materia prima de tensiones y hasta conflictos. Esa realidad diversa no debe ignorarse y proscribirla casi siempre conduce a acumular presiones sociales de cada vez más difícil manejo, cuya desembocadura más probable será la violencia. Hamilton decía que “…en política, como en religión, es igualmente absurdo apuntar a ganar prosélitos con el fuego y la espada. En una y otra, las herejías raramente pueden ser curadas mediante persecución”. Trabajo de la política es procesar las diferencias y canalizar el conflicto por soluciones que ahorren violencia, con sus dolorosas secuelas.
La cita es de Alexander Hamilton en el Federalista N°1, de octubre de 1787. Hace doscientos treinta y seis años. En días recientes alguien me preguntó acerca de mi insistencia en las fechas. La razón es patentizar que no se trata de hallazgos recientes de la humanidad, sino de lecciones aprendidas de la historia, datos de sentido común que la polarización y la crispación de lo que Garavini llama nuestro “monotema”, no deberían empujarnos a olvidar. En este caso, la desmemoria tiene un alto precio para los líderes y sobre todo, para los pueblos, como hemos podido comprobar.
Hamilton es de los fundadores políticos e intelectuales de los Estados Unidos, nación de enormes dimensiones y complejidades, cuyos obvios problemas no son suficientes para olvidar sus éxitos de constitución ultrabicentenaria, democracia estable que sin falta cada cuatro años ha elegido Presidente y la mayor y más influyente economía planetaria, foco de atracción para migrantes de todas partes, incluso venezolanos. Representante por Nueva York en el Congreso constituyente es de los padres de la constitución, creador del sistema financiero y fiscal estadounidense, líder principal del Partido Federalista.
“Tan numerosas y poderosas son las causas que sirven para dar un sesgo falso al juicio que nosotros, en muchas ocasiones, vemos a hombres sabios y buenos tanto en el lado equivocado como en el correcto de las cuestiones de máxima magnitud para la sociedad”, escenario que el político notable estima que si lo atendemos debidamente “proporcionaría una lección de moderación a aquellos tan persuadidos de estar en el lado correcto de la controversia”.
Cuidado, advierte, con enmascarar especiosamente con los derechos del pueblo las ambiciones que acechan. La historia enseña que por ahí es el camino más corto al despotismo. Adular a la opinión popular es peligroso, porque muchos que han comenzado como demagogos, acaban como tiranos.
Desde Aristóteles, se han reconocido y ponderado las virtudes del justo medio, la función esencial de la política encontrando equilibrios que contribuyen al bien común.
Las desventajas del fanatismo, de la obcecación en la certeza de nuestra posición, del menosprecio a la opinión contraria, son evidentes. Insistir en ellas sería redundante en una realidad como la nacional.
De las ventajas de la moderación: respeto por todos a los derechos y deberes de todos, aceptación de la pluralidad como realidad provechosa y de la diversidad como fuente de energía, el poder institucional, limitado, distribuido hay evidencias de sobra en la historia universal, latinoamericana y venezolana. No aseguran la felicidad perfecta y permanente, pero ahorran muchos sufrimientos y hacen posible corregir a tiempo errores más o menos inevitables.