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Bada: Cartas desde Alemania

Batutas femeninas

 

Hace poco vi el filme De Dirigent [La directora de orquesta], que narra de una manera memorable la vida de Antonia Brico, la neerlandesa que a la edad de veintiocho años fue la primera mujer que dirigió una orquesta sinfónica, y no cualquiera sino nada menos que la Filarmónica de Berlín, en 1930. En una reseña del concierto puede leerse que “Miss Brico ha demostrado dotes sorpresivas e inequívocas como directora. Es más habilidosa, lista y musical que muchos de sus colegas masculinos que nos aburren aquí en Berlín.”

Resulta casi obsceno pensar que una mujer de su talento, y no más por el hecho de ser mujer, no fuese nunca directora estable de una orquesta de renombre, en todas las cuales se desempeñó con éxito como invitada. Uno se avergüenza de ser varón ante casos de tan flagrante injusticia. Y dicho sea de paso, actualmente hay varias directoras al frente de orquestas de renombre: la mexicana Alondra de la Parra en Brisbane, la australiana Simone Young en Sidney y luego en Hamburgo, la francesa Marie Jacquot en Wurzburgo, la lituana Mirga Gražinytė-Tyla en Birmingham, la finlandesa Susanna Mälkki en Lisboa, y para redondear una media docena, la ucraniana Oksana Lyniv en Graz, Austria.

Oksana Lyniv makes her debut at the Bayreuth Festival. Credit…Roderick Aichinger for The New York Times

Y es justamente Oksana Lyniv la mujer a quien le estaba reservado el privilegio de ser la primera en dirigir, en 145 años de existencia del Festival de Bayreuth, la orquesta de esa fiesta musical dedicada en exclusiva a las óperas de Wagner… menos las anteriores a El holandés errante, porque se da el caso curioso de que hay un Wagner censurado en su propio feudo: Rienzi, por ejemplo, jamás se ha puesto en escena en el Festival creado por su compositor.

Cuando Oksana Lyniv alzó la batuta este 25 de julio en la célebre colina verde, en el templo donde se celebra de manera casi litúrgica la música wagneriana, acabó con el monopolio masculino de noventa y dos directores que la precedieron en ese podio. Muy a tono con la solemnidad del momento, las notas de la Obertura de El holandés errante (también conocida como El buque fantasma) trajeron a Bayreuth un huracán desencadenado.

En una entrevista que le hicieron el año pasado, Oksana Lyniv contó cómo y por qué fue que eligió su carrera: “Tuve la oportunidad de dirigir una orquesta de estudiantes en el Conservatorio donde yo misma estudiaba. Tras el concierto, el público respondió de forma muy positiva. Me aconsejaron que siguiera con ello. Un profesor muy mayor se acercó a mí y me dijo: ‘Puede que no seas un Toscanini, pero tienes un gran futuro por delante.’ Este comentario me sorprendió. Para mí fue una novedad que se permitiera a las mujeres dirigir. Entonces me inscribí en la carrera. […] Mi familia me preguntó qué se me había metido en la cabeza, la dirección de orquesta no era una profesión para mujeres. Además, en aquella época sólo había unas pocas orquestas profesionales en Ucrania. Los puestos de sus directores se repartían todos bajo cuerda, no había concursos públicos. Lo único que contaba eran los contactos y las mordidas. Mi padre lo sabía y quería evitarme esa desesperanza.

Pero sentí que mi lugar estaba en el atril. Quise arriesgarme.”

E hizo bien. Después de ser vicedirectora en Odesa y Múnich, donde dirigió algunas producciones en la Ópera Estatal de Baviera, se presentó como directora en el segundo templo wagneriano del mundo, el Liceo de Barcelona, al cual siguieron la Ópera Alemana de Berlín y la Ópera Estatal de Stuttgart, y a partir de la temporada 2017/2018 se convirtó en la directora estable de la Ópera y la Filarmónica de Graz. Le faltaba una consagración por todo lo alto, y ella ha tenido lugar en Bayreuth.

Escribo estas líneas después de ver por tv la transmisión diferida de la función de gala inaugural en la mítica colina verde y todavía resuenan en mis oídos los ¡Bravos! y la atronadora ovación con que premió el público el desempeño de Oksana Lyniv. Por las restricciones de la pandemia eran sólo 911 espectadores, la mitad del aforo, pero la ovación sonaba como de un lleno hasta la bandera.

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