Bada: Una antología de Peter Schultze–Kraft
Conozco a Peter Schultze–Kraft desde hace unos 35 años y desde hace esos mismos veinte años me consta que Peter Schultze–Kraft es uno de los mejores conocedores, divulgadores y mártires de la literatura colombiana.
Digo lo de mártires porque todas las aventuras editoriales en que se mete, tratando de dar a conocer los autores colombianos al público alemán, terminan costándole dinero de su propio peculio: y si bien la primera vez que sucedió semejante abuso la pudiéramos colocar bajo el signo del mecenazgo involuntario, su insistencia en el empeño eleva a Schultze–Kraft hasta el altar de los santos laicos y lo coloca en el punto de mira de los más encopetados especialistas en masoquismo. Que los dioses de la Atenas sudamericana lo bendigan por su terquedad.
Una terquedad que en el año 2001 volvió a manifestarse en la que no vacilo en calificar como una de las más hermosas y completas antologías de literatura de América Latina publicadas en el mundo alemán, y que hoy ha vuelto a caer en mis manos al reordenar los anaqueles de uno de los varios armarios–biblioteca que alberga esta casa. Se titula Und träumten vom Leben, que es una traducción de la frase final del cuento “La metamorfosis de Su Excelencia”, de Jorge Zalamea. Como ustedes ya saben, concluye diciendo: “Los hombres, en sus lechos, soñaban con la vida”.
Esta antología de Peter Schultze–Kraft apareció en Zúrich, Suiza, bajo el selloedition 8, y es un recorrido de casi 400 páginas que incluye desde Jorge Isaacs y Soledad Acosta de Samper hasta José Eustasio Rivera y Gabriel García Márquez, Marvel Moreno y Fanny Buitrago, Rafael Humberto Moreno–Durán y Oscar Collazos, Julio Olaciregui y Luis Fayad, y los dos grandes Héctores: el viejo Rojas Herazo y el joven Abad Faciolince. Menciono tan sólo estos doce autores para ilustrar la variedad de la paleta, pero sépase que la nómina completa de la antología incluye 73, trasladados al alemán por nada menos que 19 traductores entre los cuales se cuentan el ya mítico Ernesto Volkening, el memorialista y pintor Dieter Masuhr, y un escritor austríaco de muchos quilates, Erich Hackl, además del propio Peter Schultze–Kraft: no suele ser habitual semejante derroche de cuidados a la hora de pergeñar antologías, ni en Alemania ni en ningún país editorial del mundo. Sé de lo que hablo, por experiencia propia.
Curiosamente, esta que es una espléndida antología de narrativa se abre con uno de los primeros poemas de Alvaro Mutis, aquél titulado “El viaje”, y me permito recordarlo, 1°: porque sería imperdonable dejar de mencionar en este contexto el nombre del creador de Maqroll, y 2°: porque Schultze–Kraft me hace el honor de citarme en el epílogo de su libro, justo al hablar de ese poema en prosa. Hay que tener la memoria de elefante de que disfruta el antólogo para recordar que una vez le dije que en las dos páginas y media de “El viaje” se encuentra todo García Márquez comprimido en una píldora. Celebro además compartir con ese señor de la memoria de elefante su predilección por una narración de Gabo que se titula El coronel no tiene quien le escriba, su verdadera obra maestra.
Al concluir su epílogo, Peter Schultze–Kraft se refiere a los más jóvenes narradores y en especial a un cuento del volumen Las ventanas y las voces, de Juan Carlos Botero, el penúltimo de la antología, formando la otra cabeza de puente del viaje iniciado con Mutis. En ese cuento –titulado “Entonces”–se relata una aventura espeluznante de pesca submarina que lleva a los dos protagonistas hasta el límite de sus existencias, “un viaje”, nos dice Schultze–Kraft, “del que regresan cambiados, con una nueva postura ante la vida, con la conciencia recién adquirida de su poderosa belleza y su aterradora fugacidad”.
¿Debemos entender esta aventura –se pregunta el antólogo– como metáfora del drama de Colombia, y el final del cuento de Botero como esperanza en el futuro de los colombianos? Sólo me resta añadir, como respuesta a esa pregunta, un animoso “ojalá”.