Bardem o el cocodrilo comunista
Javier Bardem
Dentro de la variopinta fauna política que pulula en nuestro país siempre me ha llamado mucho la atención el comunista rico. Ya sé que muchos me dirán que Marx fue un burgués que no pegó sello en su vida, o que Kropotkin era príncipe. Eso, por no hablar de Engels, hijo del propietario de una colosal fábrica textil en Manchester. Así que la unión del socialismo proletario y que te salgan los billetes por las orejas viene de antaño y no vamos a hacernos de nuevas. Como el comunismo deviene siempre en dictadura, y quien dice dictadura dice muerte al opositor y miseria para el pueblo, comprenderán que jamás ha gozado de mis simpatías como tampoco las tiene el nacionalsocialismo. No me gusta que me mande lo peor de la humanidad, qué le vamos a hacer.
Les cuento esto a propósito de la diatriba que soltó Javier Bardem el otro día en la rueda de prensa del Premio Donostia. Ah, ese es el escenario preferido para los apologistas del socialismo, los del vinacho barato para todos pero a mí me pones champán, cosas de la salud, camaradas, porque el tanino me sienta fatal al organismo. ¿Hay un escenario, una entrega de premios, una cabalgata, un pregón? ¡Ahí vamos, a colocar el discurso! Bardem no defraudó: cargó contra Israel, defendiendo lo mismo que Sánchez, a los que iniciaron la tragedia que se vive a día de hoy en Gaza secuestrando, torturando y asesinando a centenares de rehenes israelís inocentes. Se preguntaba Bardem cómo era posible que la derecha se indignase más con la inmigración – se le olvidó decir ilegal y que delinque reincidentemente – y, en cambio, no dijese ni mú acerca del cambio climático. Que él daba voz a los que no podían hablar, y terne que terne con Israel, con que habría que hacer un boicot, con que si Netanyahu es esto y aquello. En fin, un mitin estilo “No a la guerra” de hace unos años y que se repite a la que uno de los comunistas ricos se cree en la obligación de catequizarnos a nosotros, que ni somos ricos ni comunistas.
Un mitin estilo “No a la guerra” de hace unos años y que se repite a la que uno de los comunistas ricos se cree en la obligación de catequizarnos a nosotros, que ni somos ricos ni comunistas
Esa impostada superioridad moral de los zurdos es lo que les hace tan desagradables. Da la impresión de que te están perdonando la vida, de que eres un fascista, un imbécil o ambas cosas y menos mal que ellos están ahí para defender la consigna del día. Me viene a la memoria lo que Ricky Gervais les dijo a una sala llena de estrellas del cine y la televisión en una gala de los Globos de Oro en la que él era el presentador. Tras destrozarlo todo con un verbo ácido, crítico e impensable en un país de redil como del nuestro, soltó como colofón “Y si alguno de ustedes gana un premio esta noche, por favor, no lo aprovechen para hacer un discurso político. No están en posición para dar un discurso al público sobre nada. No saben nada del mundo real. La mayoría de ustedes pasó menos tiempo en el colegio que Greta Thumberg”.
Lógicamente, Gervais no es comunista. Y, si vamos al asunto, Bardem tampoco. Ni siquiera es anti-Israel porque en Hollywood se cuida muy mucho de decir nada de esto, dado que ahí los grandes estudios son, en buena medida, de capital judío. Son lágrimas de cocodrilo, poco más.