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Barragán: El venidero 22 de mayo de 1969

A Elías López Latorre,

in memoriam

 

Hay hechos que maceran lentamente para adquirir su más genuino sentido hasta hacerse definitivamente históricos,  aunque el impacto original haya sido de una distinta significación, como los acaecidos en la Universidad Central de Venezuela (UCV) en las postrimerías de los años sesenta del siglo XX: la izquierda entusiastamente castroguevarista de entonces, que hizo de la casa de estudios su mejor y más segura trinchera con la absoluta aquiescencia del rector Jesús María Bianco, trató de impedir una legítima y masiva marcha de los sectores estudiantiles socialcristianos, repeliéndola con violencia.  Nuevamente, forzada la unidad de los militantes de la Juventud Comunista de Venezuela (JCV) y del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) para rivalizar con la acreciente Juventud Revolucionaria Copeyana (JRC), perfilándose la candidatura de Elías López Latorre a la presidencia de la Federación de Centros Universitarios (FCU-UCV), la ocasión fue propicia para profundizar en el aspirado clima de desestabilización del país que evidencia la prensa escrita desde el inicio mismo del primer gobierno de Rafael Caldera, más allá de los muy específicos sucesos locales.

Desde el anuncio mismo de la marcha, la febril contracampaña procura consagrarla como un acto de violación del recinto universitario y de agresión a la autonomía universitaria, tratando de reafirmar como patrimonio político exclusivo de esa izquierda a la universidad en la que ejercía un extraordinario dominio también administrativo y de imprenta; esto es, sometida a un pensamiento único en el marco de la derrota insurreccional que todavía no aceptaba. Desde temprana fecha, dirigentes jotarrecistas como Julio César Moreno, Delfín Sánchez y Orlando López, acusan al MIR de provocar los disturbios universitarios de Mérida con el propósito de extenderlos al resto del país para frustrar la política de pacificación, y, no por casualidad, en el curso de mayo de 1969, por una parte, se llama al paro de las universidades, liceos, escuelas técnicas e institutos de comercio; por otra, Valencia, Mérida, Maracaibo, Barinas, Puerto Cabello, Margarita, Cabimas, Carora, El Tigre, Los Teques, Coro, Barquisimeto, sufren de una orquestada alteración del orden público, por supuesto, añadida Caracas, donde el Palacio Legislativo es pintorreteado de consignas suscritas por el “FLN”; luego, el ministro de la Defensa refiere que todo coincide con la “interrupción de las actividades de los cuerpos armados irregulares”.

La marcha que tiene por los más decididos organizadores y propulsores a Elías López, Delfín Sánchez, Naudy Suárez, Gustavo Tarre, José Graterol, entre otros, fue esperada literalmente a tiros, concitando la presencia de una dirigencia que interpretaba el hastío y rechazo por el abusivo control de esa izquierda que mal interpretó y apostó por la coyuntura, pretendiendo débil y confundido al novísimo gobierno, pues, entre otros motivos, siempre fue un secreto a voces el arsenal y el personal guerilleros resguardados en el extenso territorio de las inmunidades en el que se convirtió la ciudadela de Villanueva. No obstante, aun siendo evidente el sabotaje de la actividad, la demoledora contrapropaganda victimizó al presidente en ejercicio de la FCU, Alexis Adam, quien recibió un disparo de muchísima gravedad, asegurando que fue “un intento de asesinato dirigido contra mí”, sospechosamente cerca de él, ya que fue a quemarropa; y, en medio de la refriega, gracias a una fortuita gráfica tomada a Gerardo Segovia, cuadro medio socialcristiano, en la que apela a un arma de fuego personal para encarar desde el suelo los centenares de disparos que llueven contra los marchistas, fue muy fácil estigmatizar al gobierno y a sus partidarios; además, el discurso pronunciado en las inmediaciones de la UCV por José Ramón Solano, secretario general de la JRC, pecó  de una ambigüedad que aprovechó esa izquierda para explotar los naturales matices ideológicos y las diferencias políticas entre los demócrata-cristianos, moldeando y apuntando a una facción que señaló, marcó y estereotipó como fascista, aunque resultaron todos detenidos por los hechos – en una jefatura caraqueña – así fuesen araguatos, astronautas, avanzados y auténticos de acuerdo a la jerga de entonces.

Desde Deslinde, órgano informativo del Partido Comunista, tienden a imponer una versión que es la del reinvento de una épica y un heroísmo que muy bien pudieron reclamar los agraviados, brutalmente atacados el jueves 22 de mayo; por cierto, épica y heroísmo como fórmula característica del foquismo a lo Régis Debray. Y es que Edgar Paredes y otros malheridos marchistas, no encontraron fácil cupo en las matrices de opinión que abrieron las puertas a la felizmente denominada renovación universitaria, descartada la expresión revolución universitaria, que dio pie a la toma –claro está, por la fuerza– de la Dirección de Cultura y la de la Escuela de Filosofía para irradiar las ideas surgidas desde la Escuela de Letras de la UCV, desenfundando el arma contra la reforma universitaria que acordaron principalmente Acción Democrática y Copei en el archipiélago parlamentario, recordemos, por la fragmentación de las bancadas, todavía lejano el bipartidismo.

La sola referencia y contextualización de aquel 22 de mayo lo hace contrario al mentado e interesado 22 de mayo del poder ahora establecido en Venezuela: defensa de la universidad ante el enfermizo guerrillerismo que la hizo rehén, la posterior intervención que implicó su devolución a la vuelta de poco tiempo para que eligiese libremente a sus autoridades, la puntual asignación presupuestaria que permitía las exigencias de un aumento recurrente, la copiosa matriculación de los estudiantes de todo nivel y la estabilidad social del profesorado, entre otros elementos, contrastante con la idea de una burda gesta antifascista, tercamente preelaborada. Algo incomparable con la naturaleza y los alcances que hoy adquiere la defensa del recinto, la libertad de cátedra y la autonomía universitaria, agreguemos que la supuesta dictadura puntofijista, hacia mayo de 1969, toleró la convocatoria a elecciones del Colegio de Farmacéuticos y de la Asociación Venezolana de Periodistas, la libertad de prensa y los correspondientes debates parlamentarios, el bautizo público de un libro del líder comunista Pedro Ortega Díaz, los ataques de un vigoroso perezjimenismo; comenzó a investigar el secuestro de la hija de una reconocida actriz de televisión, el tiroteo de la Asociación de Griegos en Venezuela luego de la visita del canciller Calvani, el dopaje de caballos de carrera; promovió la Bienal Internacional de Pintura, inauguró el tramo de la autopista entre Antímano y Caricuao, lidió con el problema de la nacionalidad de un connotado dirigente del oficialismo, atestiguó la protesta de jóvenes judíos venezolanos frente a la sede de la Embajada de Polonia, aceptó la postergación de la visita de Nelson Rockefeller al país.

 

¿Acaso, en la presente centuria, pueden expresarse libremente las organizaciones partidistas y de la sociedad civil?, ¿algún gremio universitario y colegio profesional disponer de recursos para pagar avisos y remitidos efectivamente publicados?, ¿protestar vivamente desde el asfalto? Antes, a todo evento, hubo la recurrente celebración de sendas ruedas de prensa cubiertas por los especialistas de la fuente respectiva, con cronistas y reporteros capaces de escudriñar lo impensable, como corresponsales en el Palacio de Miraflores que detallaban la diaria agenda presidencial, dando cuenta aún de los más modestos visitantes.

A aquella izquierda la ocupó el presupuesto universitario, haciéndose del poder cultural y, tras el fracaso insurreccional, militarizando el marxismo, tuvo por el mejor aporte a su particular leninismo el de la infiltración de las Fuerzas Armadas a largo plazo que valoró el diputado Héctor Mujica en el debate de la cámara a propósito de las declaraciones emitidas por el general Martín García Villasmil, terminando el agitadísimo año. Y es otra y desacostumbrada la radiografía que ensayamos del 22 de mayo de 1969, la de una suerte de antropología política de bien ganada y densa perspectiva histórica.

@luisbarraganj

 

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